Alejándonos del desarrollo




La reciente revisión de las cifras de crecimiento económico dadas a conocer por el FMI no traen buenas noticias para Chile. En un contexto en el que se augura un mejor desempeño de la economía mundial (3,6% y 3,7% para 2017 y 2018, respectivamente), las proyecciones para Chile han sido rebajadas a 1,4% para este periodo, y ajustadas a 2,5% para 2018. En simple, la economía chilena continuará creciendo menos que el mundo en su conjunto, como ha sido la tónica en estos últimos años.

El significado práctico de este aletargamiento es bastante evidente, y cualquiera lo puede observar: menor dinamismo en la generación de empleos de calidad, menor crecimiento de los salarios, y menor recaudación de ingresos para poder financiar programas sociales orientados a quienes más lo necesitan.

Pero el deterioro que nos reflejan las cifras del FMI va mucho más allá de unas décimas más o menos en cuanto a expansión del PIB: lo que se desprende del reciente informe de este organismo es que Chile se está alejando de la meta de poder cruzar el umbral del desarrollo. Con un nivel de producción por habitante algo inferior a US$25 mil en 2017 (medido en base al parámetro de paridad de poder de compra), faltan varios años para poder llegar al registro que exhiben los países que hoy se encuentran en la parte inferior de la tabla del grupo de las naciones desarrolladas, como es el caso de Portugal y Grecia. En su informe anterior el FMI estimaba que ello podía ocurrir en el año 2022, pero el menor dinamismo que ha exhibido nuestra economía inevitablemente va a retrasar esta fecha.

Pero no solo esto: en la medida que países como los señalados continúan creciendo, la brecha con ellos incluso se acentúa, con lo cual poder alcanzarlos se hace cada vez más difícil, alejándose esa meta en el tiempo.

Aquí no se trata de una competencia deportiva, obviamente, en la que el objetivo es ganarle a los rivales, sino que lo que se persigue es lograr mejores condiciones de vida para los chilenos. Para mejorar posiciones en la tabla global no basta con simplemente sumar puntos, sino que lo fundamental es avanzar más rápido que el resto.

La economía chilena necesita mejorar su productividad no solo en términos absolutos, sino que también debe mejorar su competitividad en comparación con los demás países, para así poder acceder a nuevos mercados y con nuevos productos.

En la actual encrucijada es imperativo concentrar esfuerzos para retomar la senda perdida, mejorando las condiciones para que pueda desplegarse con todo su potencial la capacidad de emprendimiento e innovación de los chilenos, con menores trabas, con una carga y estructura tributaria más razonables, con una regulación laboral compatible con la realidad que nos impone la nueva revolución industrial que está teniendo lugar, y con un sistema educacional que permita una capacitación continua de los trabajadores, especialmente en lo que se refiere a la adquisición de habilidades digitales. No podemos seguir perdiendo el tiempo.

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