Bien hecho




En el curso de la semana pasada, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (Ocde), a través de su área de Public Governance, dio a conocer un informe en que se evalúa la etapa participativa del proceso constituyente que se llevó adelante en nuestro país durante 2016. Destaquemos de entrada la solvencia técnica de la Ocde y el hecho que ella agrupa a 34 estados con gobiernos de los más distintos signos ideológicos.

Quien revise el texto del informe, disponible en www.oecd.org/gov, se encontrará con una evaluación ponderada de los aspectos destacables y, también, con la identificación de cuestiones pendientes o mejorables. El balance general, en todo caso, es inequívocamente positivo. Refiriéndose al proceso participativo como un hecho "sin precedentes y elogiable", la Ocde destaca especialmente el número de personas que se involucraron. El mismo número de 204.000 participantes, que a algunos en Chile les pareció insignificante, es comparado muy favorablemente con los índices de participación en ejercicios similares de consulta constitucional de otros países.

Se recordará que el proceso participativo tuvo su corazón en los más de 9.000 Encuentros Locales Autoconvocados (ELA). Estos fueron grupos de entre 10 a 20 personas que, por su cuenta, y con total autonomía, se reunían, la mayoría de las veces en casas particulares, a efectos de tener un dialogo sobre los contenidos que debería tener una Constitución. El resultado de la conversación, traducido en formulario, era luego subido a una plataforma digital. Respecto del valor de estos ELA, el informe de la Ocde señala que ellos constituyen una "buena práctica en cuanto emparejan la cancha de la participación y promoviendo la inclusión. Son ejemplos de democracia directa, participativa y deliberativa que pueden ayudar a superar la captura del proceso por parte de grupos de interés y le dan voz a poblaciones generalmente subrepresentadas".

En fin, la Ocde viene a reconocer que existen buenas maneras de discutir la Constitución. Con pleno respeto a las competencias de los distintos poderes del Estado. Promoviendo la paz, la tolerancia y la inclusión. Invitando de buena fe a la oposición (aunque una parte de ella se empeñe en boicotear). Estableciendo estándares de transparencia y control. ¿Cuán equivocados estaban, en efecto, los que se restaron del proceso chileno en base a profecías apocalípticas sobre los efectos disolventes y anarquizantes de los diálogos constitucionales?

Hoy, en momentos, en que está a la vista en Venezuela la tragedia que supone un intento despótico y tramposo por imponer una Asamblea Constituyente, resaltan, muy marcadamente, las virtudes y posibilidades de un camino de cambio constitucional abierto, institucional y dialogante.

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