Confianza, vanidad y traición




Mientras preparaba su libro El motel del voyeur, Netflix propuso al periodista Gay Talese filmar un documental sobre la relación con Gerald Foos, protagonista de la investigación, quien durante años espió a los huéspedes de su motel. A la manera de Masters y Johnson, pioneros en los estudios de la sexualidad humana, Foos compró un motel que funcionara como "laboratorio", si bien la satisfacción de sus propios deseos era parte importante del asunto.

Así nació Voyeur, película que da cuenta del encuentro entre Talese y Foos, del pacto de silencio inalterado por tres décadas y, también, de la controversia que provocó el libro. Ésta se debió en gran medida a un suceso insospechado: una noche, en el motel, un traficante de drogas estranguló a su pareja por creer que le había robado la mercadería. Foos miraba y nada hizo para impedirlo. Al enterarse Talese, tampoco denunció el hecho, porque le había prometido al voyeur no revelar nada sin su consentimiento.

Este último punto (no escribir nada sin la autorización de Foos) es uno de los principales hallazgos del documental, que no trata tanto de sexo como de la confianza, la vanidad, las expectativas y la frustración, es decir, de la materia de la que está hecho el periodismo. Porque Foos buscaba visibilidad, aspiraba a ser retratado como un investigador, y no como un perverso y cómplice de asesinato, impresión que produjo el anticipo que publicó The New Yorker. Foos le había pedido a Talese que el crimen no apareciera. Tampoco sus bienes. Y que le mostrara el manuscrito. Nada de eso ocurrió.

Janet Malcolm, en ese clásico titulado El periodista y el asesino, escribe que la traición está a la base de la profesión periodística, al igual que la falta de remordimientos.

Podríamos enumerar cientos de casos: las personas constatan, una y otra vez, que tras dar una entrevista lo que aparece no es lo que esperaban. Como si el periodista fuese una especie de sastre que confecciona el traje a medida y no un profesional que persigue otro fin; contar una buena historia por ejemplo, o alcanzar una verdad, un objetivo que desde luego puede no confesárselo al entrevistado. Malcolm advierte que la confianza que este último deposita en el escritor es bastante infantil: "El encuentro periodístico parece tener el mismo efecto regresivo sobre el sujeto que el encuentro psicoanalítico. El sujeto se convierte en una suerte de hijo del escritor, a quien ve como una madre permisiva, tolerante e indulgente, y espera que sea ella quien escriba el libro. Por supuesto, quien lo escribe es el padre estricto, riguroso e implacable".

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