¿Cuál debería ser la estrategia de Piñera para tener posibilidades de ganar las próximas elecciones?




No cabe duda que una vez más la mayoría de los chilenos podemos observar con desazón cómo las encuestas han fracasado. Las dos más altas mayorías en primera vuelta se ven con un bajo apoyo ciudadano. Tal vez ello era esperable, desde que en primera vuelta los chilenos solemos darnos gustitos políticos; pero también se hace necesario tratar de racionalizar los resultados de las elecciones.

A diferencia de lo que algunos analistas han señalado, la votación del Frente Amplio no sorprende para nada. Los votos obtenidos por el conglomerado sumado a la votación de Meo se pueden comparar con las cifras alcanzadas por el propios Meo y Arrate en la elección del 2010. Los números a este respecto son elocuentes.

Si sumamos las cifras alcanzadas por el Frente Amplio y Meo en la presente elección, dan un 25,98% de la votación total, lo que es un poco más bajo que el 26,35% de la votación obtenida en la elección del 2010 por Meo y Arrate. Naturalmente, estos sectores son comparables desde que representan una línea de izquierda más dura. Una línea de pensamiento que ha puesto en tela de juicio la democracia como la conocemos. Y comparativamente la cifra no ha aumentado, sino que ha disminuido (en este caso caso 1,5%).

Lo que sí sorprende es que tanto parte de la votación de una izquierda más dura, como de centro izquierda, también va a Guiller, que no es un candidato de centro izquierda, sino que es un candidato muy cercano a Beatriz Sánchez. Y si se suman ambas cifras, el resultado es impresionante. La votación de Sánchez, Meo, Guiller y Navarro y Artes (excluyendo Goic), es de nada menos que 49,55%. Y esto es lo que puede definir las elecciones, ya que existe una votación anti-sistema que ha aumentado considerablemente, y que se ha ido a la izquierda más dura.

Esta es una cifra difícil de remontar, aún si se suman los porcentajes de la centro derecha y de la derecha dura (Piñera y Kast), o sea, 44,57%, por una parte, y de centro izquierda, es decir el 5,88% de Goic, por la otra, lo que da un total de 50,49% (operación que es discutible desde que parte del electorado DC optará por la izquierda). Las cifras indican que la elección sería muy reñida, y que la delantera la tiene Guiller.

Sin perjuicio de lo anterior, como la mayoría de la gente sabe, los votos de un candidato no son endosables a otro, aunque el líder de un sector ceda su votación de forma clara. Y, en este sentido, los candidatos deben ser evaluados en su mérito. Ante esto cabe preguntarnos: ¿Qué ha hecho tan mal Piñera que ha bajado de un 44,06 %, en la elección del 2010, a aproximadamente un 36 % el 2017?  Esta es una pregunta vital. Y ella tiene tres posibles respuestas.

La primera es que su gobierno no fue tan bueno como se dice. Y ello tiene que ver con la incestuosa pugna que tuvieron liberales y conservadores durante su período  (baste recordar el triste destino de Rodrigo Hinzpeter). La segunda, es que los casos de corrupción ha salpicado a Piñera (existe una percepción que la clase política, de la cual es parte Piñera, es corrupta). Y, finalmente, que no ha llevado bien su campaña.

De estos tres factores con el que debe trabajar Piñera, si quiere tener opciones, es el último. Acá es importante llamar la atención de la forma en que se ha planteado Piñera en ambas elecciones. Y si se recuerda bien, en la primera campaña se presentó como un candidato liberal y de centro; pero en la actualidad se presenta como un candidato conservador y de centro.  A pesar de lo mal que lo ha hecho la actual administración, de lo poco preparado que está Guiller como candidato presidencial; Piñera necesita ser creíble como un candidato de centro capaz de ir a pescar votos en el centro político. Es más, debe ser creíble como el articulador de un gran centro político, cosa que prometió en su primera compaña y lamentablemente no pudo cumplir.

La percepción que tenga la ciudadanía de los candidatos será clave para Piñera, por cuanto las cifras indican que el país se está inclinando a favor de una izquierda mucho más estatista que la tradicional socialdemocracia. Ello sólo puede ser contrarrestado mediante la votación de electores de centro, que no se sienten identificados con las políticas estatistas de los últimos años, ni con un centro político conservador.

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