El derrumbe del PT




Las elecciones municipales de Brasil acaban de infligir a medio mundo un desmentido sonrojante: ese medio mundo que creía que había habido una conspiración golpista contra el progresismo de Dilma Rousseff y Lula da Silva y contra las masas democráticas.

No, más bien las masas democráticas han humillado al Partido de los Trabajadores (PT) en las elecciones, asestándole la peor paliza en 20 años y el partido del Presidente "golpista", Michel Temer, ha mantenido, ampliándolo un poco, el primer lugar en número de municipios, seguido de un Partido de la Social Democracia Brasileña (Psdb), la centro derecha, que apoyó la destitución de Dilma y se perfila como protagonista de los comicios presidenciales de 2018.

Nada de esto, para quienes han seguido la crisis brasileña sin anteojeras ideológicas o míticas, es una sorpresa. La combinación de podredumbre moral y desmadre económico producidos bajo el PT -y que tuvieron como desenlace una destitución políticamente discutible pero constitucionalmente inobjetable- sólo hubiera producido una reivindicación electoral de los culpables en otro planeta. Porque en este, el nuestro, los electores, si pueden votar en libertad, suelen castigar a los principales responsables de las miserias que provocan sus estados. Así, el otrora elefanteásico PT ha pasado a ser el décimo -léanlo bien: el décimo- partido brasileño y sólo ha ganado una capital regional, en el pequeño estado de Acre, a lo que hay que sumar un total de alcaldías que no llegan a la mitad de las que obuvo en 2012.

En cambio, el partido gobernante (Partido del Movimiento Democrático Brasileño o Pmdb) se llevó más de mil alcaldías, mientras que el Psdb no sólo ha obtenido unas 800 sino que se ha hecho con la de Sao Paulo, esa megalópolis. El castigo al PT ha precipitado en algunos lugares fenómenos como el ascenso del radical Partido Socialismo y Libertad, que en Río de Janeiro, disputará la segunda vuelta con un obispo conservador del Partido Republicano.

El castigo al PT, la preservación del poder del Pmdb a pesar de la impopularidad del Presidente Temer, el fortalecimiento del Psdb y el rechazo a la política resumen la jornada electoral. Esto último cobró muchas formas, entre ellas la abstención de más de 17% del electorado a pesar del voto obligatorio y el surgimiento de candidaturas díscolas. El caso emblemático es el del empresario y hombre de televisión Joao Doria, alcalde electo de Sao Paulo por el Psdb, a quien los jefazos de su agrupación trataron de cerrarle al paso (aunque contó con el padrinazgo del gobernador de Sao Paulo, Gerardo Alckmin).

Todo apunta a que el proceso de destitución de Dilma y el ocaso moral de Lula, en contra de la versión que dio en su momento cierta prensa, expresó a cabalidad el espíritu de la calle. Brasil pasa por una transición psicológica de esa semi dependencia que sentía del PT -de sus figuras míticas, sus prácticas populistas, su capacidad intimidatoria- a una liberación. Las nuevas lealtades se reparten entre distintos partidos, figuras emergentes o simplemente el rechazo a todo y a todos.

Por tanto, pensando en las presidenciales de 2018, es más difícil determinar hacia dónde va la política brasileña que de dónde viene. Lo que puede afirmarse con cierto grado de certidumbre es que la crisis del PT durará mucho tiempo, incluso si Temer sigue siendo impopular y si las medidas correctivas desagradan a una población acostumbrada a "soluciones" de corto plazo. El daño que Lula y Dilma han hecho a su partido es tan grande o mayor que el que han infligido a su país.

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