El atentado de Colombia




La bomba que mató a tres mujeres y dejó heridas a varias personas en el centro comercial Andino en Bogotá ha desatado conjeturas.

Las posibilidades no son muchas. O es el ELN, el grupo terrorista menor que está en negociaciones con el gobierno, o es un sector disidente de las FARC, opuesto a los acuerdos que esta organización violenta, la principal de Colombia, pactó con la administración de Juan Manuel Santos. Cualquier otra suena descabellada en el contexto actual.

Vi de cerca el proceso de Irlanda del Norte que puso fin al terrorismo del IRA, por parte republicana, y de los unionistas violentos, por parte lealista, en los 90. Recuerdo el surgimiento del IRA Continuidad, rama del IRA que organizó atentados desde mediados de los 90, cuando se dio la negociación de Sinn Fein, la cara legal del grupo terrorista, con Londres, Dublín y el enemigo norirlandés. Esa negociación desembocó en el "Acuerdo de Viernes Santo" gracias al cual el IRA acabó entregando las armas y aceptando una convivencia que llevaría, años después, a Sinn Fein a compartir el poder en el gobierno autonómico norirlandés.

Todos los esfuerzos del IRA disidente para deslegitimar a Sinn Fein y al IRA principal por "traicionar" los ideales republicanos fracasaron. ¿Por qué? Por dos razones. La primera: el propio Sinn Fein y el IRA hicieron un trabajo intenso para neutralizar a sus disidentes. La segunda: los votantes favorables a la reunificación de Irlanda del Norte con la república de Irlanda recompensaron, en las urnas, a Sinn Fein por poner en práctica, disciplinadamente, lo acordado a pesar de que implicaba una renuncia a la separación de Irlanda del Norte con respecto al Reino Unido.

¿Son estos factores trasladables a Colombia? Las diferencias entre los dos escenarios son sustanciales. Sinn Fein tenía un respaldo más significativo de partida del que tienen las FARC en Colombia. Además, con el tiempo el unionismo fue aceptando el acuerdo de paz al punto que llegó a compartir el gobierno norirlandés con Sinn Fein. En Colombia, el sector opuesto al acuerdo de paz  no tiene por qué aceptar al adversario pues no se están formando nuevas estructuras gubernamentales en las que deba compartir responsabilidades. Y, sin esa aceptación, es mucho más difícil para las FARC ir legitimándose ante el electorado colombiano favorable a los acuerdos de paz (que también consideran a las FARC, muy mayoritariamente, una organización terrorista repudiable). 

Otro factor diferenciador es Juan Manuel Santos. La erosión de su prestigio ha dificultado las cosas durante toda la primera parte de la aplicación de los acuerdos. Aunque ya un 60 por ciento de las armas han sido entregadas y muy pronto lo será el otro 40 por ciento, el desánimo de millones de colombianos no han amainado significativamente.

Todo lo cual implica la posibilidad de que en las presidenciales de 2018 triunfen las corrientes opuestas al acuerdo de paz. Es improbable que los acuerdos puedan ser revertidos en su totalidad, pero la polarización de la campaña electoral puede ser aprovechada por los disidentes de las FARC y eventualmente del ELN. Ellos podrían, en ese caso, encontrar vasos comunicantes con los narcotraficantes que están ocupando el espacio dejado por las FARC en algunas zonas del país.

A mediano plazo los grupos reacios a la paz parecen sentenciados. Una vez abandonadas las armas por lo principal de la organización, la amenaza de los disidentes será mucho más limitada militarmente. En el corto plazo, eso sí, pueden hacer daño porque las condiciones para que se las neutralice no son las que había en Irlanda del Norte.

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