Más allá de lo que se expresa en retazos y a grandes rasgos por las diferentes coyunturas que se presentan, tales como la defensa del multilateralismo (cuando Chile se opone a la invasión a Irak en 2003), la defensa de la soberanía (mediterraneidad de Bolivia), la apertura comercial (más de 60 tratados bilaterales) y construcción de instrumentos de derecho internacional -como la ratificación del Tribunal Penal Internacional-, lo cierto es que no se encuentra en Chile un texto unitario relativamente completo, que incluya todos los temas que aborda la política internacional de Chile. Esa tarea está pendiente, aunque los cimientos de ese documento fueron establecidos en el gobierno de Patricio Aylwin.
Los lineamientos generales de la nueva política exterior de Chile post dictadura fueron cimentados en su administración. Desde 1990, los Gobiernos de la Concertación abordaron el desafío de reinsertar al país en la comunidad internacional y lograr su participación equilibrada en la economía global a través de la suscripción de acuerdos de libre comercio y de asociación política con sus principales socios. Una vez alcanzados esos objetivos surgieron nuevos desafíos en un contexto de globalización creciente, del cual Chile ha sido una parte activa.
El presidente Aylwin encontró un estado diezmado por la dictadura desde cualquier punto de vista sobre todo en política exterior. Regenerar la confianza internacional después de una cruenta experiencia de autoritarismo feroz, no es una tarea que solo dependa de los beneficios de una readquirida democracia. Se debe reconstruir todo un escenario institucional interno y externo de política exterior, - obviamente a partir de la calidad de lo que existe. También se debe abordar la reconstrucción de las relaciones internacionales en varios planos, el multilateral, el bilateral, y en lo institucional con los sectores no estatales. Esa inmensa tarea no es una cuestión de ver resultados de la noche a la mañana, y en ese sentido la administración Aylwin se desempeñó de una manera notable.
Tuve la fortuna de trabajar como Oficial de Planificación de la Oficina de Área del UNICEF con sede en Chile, justamente en el período de la consolidación del primer gobierno de la Concertación con don Patricio Aylwin a la cabeza. Enrique Silva Cimma (1918-2012) estaba a cargo de la cartera de política exterior y desde la perspectiva de una agencia internacional, me pareció que el país se encaminaba seriamente a su reinserción internacional.
Sin falsos halagos, sin pompa y despliegue rimbombante como suele suceder en los cambios bruscos a veces, desde una dictadura traumatizante hacia una apertura interna y externa en pos de los derechos civiles y las relaciones abiertas, sin los prejuicios y los temores que producen las dictaduras. Desde mi tarea de colaborar con el gobierno de Chile para colocar a los niños y las niñas en la primera línea de las políticas públicas y sociales, la experiencia del UNICEF con la administración Aylwin, en ese período de 1990-1994, fue un ejemplo de cómo un país se reinserta en el multilateralismo en primer lugar.
Todo hecho en un perfil de moderación aunque tremendamente eficiente y eficaz. Durante ese período se consolida el Plan Nacional para la Infancia que queda plasmado en cuanto a su descentralización y abarcando la mayor parte de las comunas del país. Como un ejemplo para la región y el mundo, el UNICEF encargó especialmente un estudio que describiera la experiencia de ese plan que ocupa un lugar privilegiado en la sede de estudios Innocenti de UNICEF en Florencia Italia. Todo eses trabajo exitoso, se debió a la impronta de ese gobierno de Aylwin que fue acompañado por funcionarios de primer orden, según mi experiencia personal. Viniendo de trabajar con administraciones muy exigentes como las de los gobiernos de India, Indonesia, la Siria de los años 80, la experiencia chilena con UNICEF resaltaba, fundamentalmente por la calidad del gobierno que hacía de contraparte. Y, esto, que no se interprete como una lisonja fácil para quedar bien. Fue así.
La obra de Aylwin y su equipo significó revitalizar la acción multilateral, el fortalecimiento de las relaciones con Latinoamérica y el mundo, la implementación y administración de los tratados de libre comercio y la suscripción de nuevos acuerdos, el posicionamiento de Chile como un puente para la región Asia-Pacífico, la incorporación de la energía como nuevo eje temático, y los chilenos que viven en el exterior. Estos elementos indispensables empezaron a constituir en prioridades de la política exterior del país. Los grandes desafíos que Chile buscaba abordar consistía en el ABC más práctico y realista en política exterior: paz y seguridad en el mundo, generación de condiciones para que el país alcance un "desarrollo social y económico vigoroso que facilite el fortalecimiento de la presencia internacional desde y hacia América Latina. La doctrina Aylwin en política exterior se puede resumir en pocas frases y atraviesan todo el espectro teórico del ramo.
La mejor protección y el forjamiento de la mejor relación internacional para una nación, es el estado más óptimo, usando su patentada frase de "en la medida de lo posible", de su situación doméstica. Un buen estado de situación interno, es el mejor determinante para la política exterior.