La semana pasada, Goic, con su propia renuncia en la mesa, salió triunfadora. El pánico DC, reflejado por la acertada frase de Zaldívar de que era mejor perder el alfil que la reina, jugó a favor de la candidata y logró anotarse un punto moral de proporciones. En estos días, esos éxitos valen doble. Y en el trasfondo de la pelea, el primer triunfo en mucho tiempo para Burgos y el grupo DC  Progresismo con Progreso.

Pero un actor nuevo se sumó a la teleserie DC: el ex Presidente Lagos. Sus alabanzas a la brega ética de Goic fueron más allá de la simple corrección política, y en sus palabras podía adivinarse, ocupando sus antiguas palabras, dónde estaba su corazoncito electoral. Si bien ya no es el gran elector que decidió la contienda entre Alvear y Bachelet a favor de la segunda, el hecho político que implica su evidente adhesión hay que anotarlo. No solamente en ese mismo día Lagos le hizo un sentido homenaje a Goic, sino que dijo que lo más importante para los gobiernos es el crecimiento y que lo demás era música. Esa dura expresión es una ofensa para Guillier y todo el grupo que lo apoya, que en sus políticas económicas y redistributivas la palabra crecimiento es difícil encontrarla. Está claro dónde está el refugio laguista, y por ello vendrá la oleada de adhesiones de sus antiguos partidarios y, en especial, de aquellos que dicen a quien quiera escucharlo que no tienen candidato ante cada giro a la izquierda que hace el senador por Antofagasta.

Es probable que su última declaración, donde culpa a la oposición de la crisis venezolana, desate aún más la devoción de los antiguos autocomplacientes por la candidatura de Goic. Su coordinador político,  intuyendo que deberá recibir a muchos refugiados de ese mundo, ya planteó que el proyecto político de la DC debe dejar de ser partidario.

El antiguo conflicto entre autoflagelantes y autocomplacientes que cruzó la Concertación vuelve a manifestarse, pero esta vez las distancias pueden ser insalvables. Entre los primeros, Guillier es el mismísimo Mesías. Su lenguaje de consignas y no hechos, su empatía con el régimen de Maduro, su pelea con los medios y sus economistas que huelen a Cepal de los 70 suenan a música de peña de vino navegado. Pueden, entonces, perdonar las duras expresiones que ha tenido el senador hacia la Presidenta Bachelet y  no mirar que los electores de izquierda dura,  entre Sánchez y Guillier, preferirán, sin duda, a la primera. Su drama se parece a la elección francesa, donde el socialista  Hamon cayó ante la arremetida del izquierdista Melenchon, que lo condenó a la insignificancia política. Hay que recordar que también Hamon, al igual que el guillierismo, celebraba haber liquidado antes de la boleta electoral a lo que llamaban el "ala derecha" del socialismo francés, representado por Valls. Goic puede convertirse en una candidata muy cómoda para los antiguos autocomplacientes, ahora devenidos en parias. Su equipo económico parece gabinete laguista, su discurso es moderado, y además el episodio con Rincón implicó que su candidatura tuviera un giro de conocimiento y valoración positiva, además de un sello ético. Corre el riesgo, eso sí, que su propio proyecto político se convierta en un canto a la nostalgia de los dulces años de la Concertación, asunto que es veneno en las encuestas, como probó amargamente el propio Lagos.