Hacia un cambio de régimen político




CINCO SENADORES- Allamand, Harboe, Larraín, Montes y Zaldívar- han propuesto una reforma constitucional para transitar hacia un régimen semipresidencial. Es una iniciativa que puede permitir una discusión en serio sobre la organización de nuestro sistema político, tan necesitado de una profunda renovación.

La moción tiene varios méritos. Por de pronto la amplitud de los firmantes. En tiempos de debate polarizado en donde abundan las descalificaciones se valora una propuesta dotada de amplio respaldo. Por otra parte, acertadamente, pone el acento en la madre de todos los problemas: la dimensión político institucional. El presidencialismo limita el ejercicio de la democracia. El presidencialismo exacerbado que predomina en Chile produce efectos especialmente graves debilitando a un punto extremo al Parlamento, la institución por excelencia de la democracia.

El problema principal que enfrenta Chile se sitúa justamente en este plano. El desprestigio de la política no es por cierto el único pero, su resolución, es clave para pensar en abordar todos los otros. Es evidente, por ejemplo, que tenemos un problema grave de pérdida de dinamismo económico. Tasas de crecimiento sostenidamente por debajo del 2 % hacen imposible la resolución de los grandes problemas sociales planteados. La recuperación del crecimiento pasa por reformas profundas en materia de incentivos a la inversión, legislación laboral, política de innovación. Ninguna de ellas será posible en un Parlamento sumido en el desprestigio.

La recuperación del prestigio del Parlamento es una tarea de largo aliento que debe cumplir con múltiples condiciones comenzando por probidad, idoneidad y transparencia. La calidad de los elencos parlamentarios es clave. Para atraer a los mejores el Parlamento no puede seguir siendo una institución arrinconada y subalterna.

Hay que romper el círculo vicioso. El Parlamento tiene muy pocas facultades frente al Ejecutivo. Su capacidad de iniciativa es limitada y por la vía del manejo de las urgencias es también este último el que fija la orden del día, resolviendo sobre lo que se puede o no se puede debatir. El Parlamento actúa como si fuera muy importante pero en realidad no lo es. Simula disponer de un poder que no radica en él.

Un régimen semipresidencial resuelve positivamente este problema. No se trata simplemente de darle más poder al Congreso sino que de hacerlo también más responsable. Es obligación del gobierno organizar una mayoría parlamentaria que lo sustente. El Primer Ministro es por definición el jefe de esa mayoría. Y es responsabilidad del Congreso apoyarlo. El sistema gana así en eficiencia, las leyes se aprueban con mucha mayor rapidez y el Congreso aparece más estrechamente asociado al quehacer gubernamental.

La propuesta de los cinco senadores apunta en la dirección correcta pero se queda corta. Y tiene un riesgo: ser usada para limitar el debate, para hacer como que todo cambia para que finalmente todo quede igual. El clásico gatopardismo.

Chile necesita un cambio de régimen político, pero necesita también descentralizarse y regionalizarse, afirmar y equilibrar derechos, un Estado ágil y robusto. A lo largo de la transición se han hecho muchas reformas constitucionales. No necesitamos una más. De una vez por todas, tenemos que acordar un sistema de reglas que nos represente. De lejos el mejor método para lograrlo es un proceso constituyente que tenga como objetivo dotarnos de una nueva Constitución.

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