La historia de los derechos civiles en Chile ha tenido un largo y lento camino. Y como en todas las grandes conquistas en el mundo, ha habido personas que se han puesto de uno y de otro lado de la historia. Para cada avance social que ha existido, ha habido quienes han tomado acción frente a las injusticias y han impulsado los cambios, mientras otros han querido perpetuar el statu quo, negando el reconocimiento de derechos.

Así ocurrió a principios del siglo pasado, cuando las sufragistas chilenas comenzaron a exigir ser ciudadanas en igualdad de condiciones, luchando por el elemental acceso al voto; o cuando, en 1988, los ciudadanos y ciudadanas pudieron decidir si continuaba la dictadura de Pinochet o se llamaba a elecciones libres. Luego, en plena democracia, el debate se concentró en terminar con la discriminación estructural impuesta por la figura de hijos naturales e ilegítimos, en la discusión de si los chilenos y chilenas se podían divorciar y en la unión civil.

En todas estas batallas, no faltaron las voces que cuestionaban la urgencia de tales reformas, diciendo que Chile no estaba preparado para los cambios que proponían y que, al contrario, expondrían al país al caos, el desorden social y la destrucción de la familia. Sin embargo, la historia nos demostró que nada de ello ocurrió.

En ese contexto, el proyecto de matrimonio igualitario, presentado este lunes por la Presidenta Bachelet, se instala como la más reciente de las luchas en la conquista por los derechos civiles. El inicio de su tramitación es el primer paso para contar con una ley que terminará con el impedimento de parejas del mismo sexo a casarse. Nos han dicho que el país no está listo, que se destruirá el concepto de familia, que para qué buscar el matrimonio cuando ya existe la unión civil; y es seguro que, en el camino de la tramitación legislativa, escucharemos viejas amenazas sobre consecuencias de la aprobación de esta ley, las que no han ocurrido en ninguno de los países donde ya se ha aprobado esta legislación.

Es por esta razón que es clave que el gobierno continúe con una voluntad política firme y asegure la discusión del proyecto, poniéndole las necesarias urgencias legislativas para que, al menos, veamos aprobada la idea de legislar en esta administración. Las organizaciones de la sociedad civil nos preocuparemos de empujar estas voluntades.

La invitación es a sumarse a esta nueva historia en la conquista de derechos civiles. Una historia que terminará con la diferenciación de instituciones en la ley civil y que abrirá nuevas posibilidades para miles de personas de casarse con la persona que aman, formando una familia en igualdad de condiciones que el resto de los chilenos. Son esas historias, las de ciudadanos de a pie, las que quizás no aparecerán en los libros, por las que nos debemos jugar y dar la pelea.