¿Irán será el siguiente paso después de la Unesco?




La decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos de la Unesco se veía venir. De hecho, durante su campaña presidencial, el mandatario fue particularmente crítico con Naciones Unidas, acusándola de anticuada e ineficiente, lo que reiteró en septiembre en su discurso ante la Asamblea General. De modo que el abandono de esta agencia, en una nueva muestra de aislacionismo y desconfianza del multilateralismo, no debiera resultar tan sorprendente.

De acuerdo con el comunicado del Departamento de Estado, las razones que motivaron la decisión de la Casa Blanca fueron: que consideraba obsoleta a la Unesco, que requiere "reformas fundamentales" y que además tiene un "sesgo anti Israel".

Los dos primeros puntos demuestran lo que el mandatario estadounidense piensa sobre muchas organizaciones internacionales ―como la OTAN, por ejemplo―, su rol en el mundo actual y el lugar que una potencia como EE.UU. tiene en este contexto. Pero el último punto se entiende a partir de la decisión de la Unesco, en julio pasado, de declarar a Hebrón (ciudad ubicada en Cisjordania) como patrimonio mundial palestino, lo que generó el rechazo de Israel (que también acaba de abandonar la agencia).

Al margen del impacto que esta decisión tendrá en el presupuesto y el funcionamiento de la Unesco, lo cierto es que el retiro de Estados Unidos ―algo que ya había hecho entre 1984 y 2003― deja en evidencia la estrecha relación de Trump con el gobierno que encabeza el Primer Ministro Benjamin Netanyahu.

Así lo han demostrado diferentes episodios, como su intención de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén o el hecho de haber incluido a Israel en su primera gira internacional.

Tampoco es ningún secreto que los vínculos entre Barack Obama y Netanyahu nunca fueron buenos, y que el Premier Israelí esperaba con impaciencia el triunfo de Trump y su posterior llegada a la Casa Blanca.

Sin embargo, este episodio con la Unesco deja abierta otras interrogantes, siendo la más delicada la de saber cuál es el grado de influencia real que hoy tiene Israel sobre Trump y su gobierno, ya que sienta un precedente en el contexto de otros grandes temas internacionales, como es el caso de Irán.

Básicamente porque Trump también fue muy crítico con el acuerdo alcanzado en 2015 entre Irán y el grupo de potencias formado por EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania, gracias al cual se logró el compromiso de que Teherán mantendrá su programa nuclear enfocado en el uso pacífico de esta energía, a cambio del levantamiento paulatino de las sanciones comerciales que durante más de una década estrangularon a la economía persa. Un acuerdo que Netanyahu criticó desde el comienzo, ya que según él, no garantiza la seguridad de Israel ni la correcta verificación de los compromisos suscritos por Irán.

En ese contexto, Trump parece dispuesto a desmantelar uno de los mayores legados de Barack Obama en política internacional, lo que ―a su vez― también podría llevar al gobierno iraní del presidente Hassan Rouhani a "dar de baja" el acuerdo.

Más allá del hecho mismo de someter a revisión lo pactado en 2015, el verdadero peligro es que esta decisión debilite el gobierno moderado de Rouhani, fortalezca a los sectores más antioccidentales de Irán y empuje a este país a imitar a Corea del Norte.

Si Washington desestima el acuerdo alcanzado con Teherán, a instancias del lobby del gobierno de Netanyahu, las consecuencias no se dejarán esperar y todo el trabajo de años de los negociadores involucrados, habrá sido inútil. E Irán ―país que Trump también incluyó en su polémico discurso en la Asamblea― quedará nuevamente entre la espada y la pared, lo que desde ningún punto de vista sería beneficioso para la comunidad internacional.

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