L6 de Metro y el Himno Nacional




El día jueves 2 de noviembre, en la tarde, se abrieron las puertas de las estaciones de la nueva Línea 6 de Metro, después de casi siete años de construcción, y otros tantos de estudios preliminares.

Podría dedicarle esta columna al enorme impacto que este proyecto tendrá en la calidad de vida de cientos de miles de personas, que podrán reducir a más de la mitad sus tiempos diarios de traslado a sus trabajos o lugares de estudio, ahorrándose hasta 25 días de trabajo durante el año.

O también al excepcional aporte urbano y recuperación de espacios públicos que permite este tipo de proyectos de transporte, generando equidad social y aumentando las oportunidades de acceder a servicios, puestos laborales, colegios, nuevos equipamientos, salud, etc.

Sin embargo, en esta oportunidad prefiero reflexionar sobre un hecho que marcó profundamente la inauguración de este ansiado proyecto, y que fueron los rostros y expresiones de alegría de las miles de personas que se acercaron a las estaciones para utilizar por primera vez este servicio. Lágrimas de felicidad corrían por sus rostros. La esperanza de poder satisfacer sus diarias necesidades de desplazamiento no solo de manera rápida, cómoda y confiable, sino que de manera digna. Personas que se sintieron en su piel, como pocas veces, parte del desarrollo, parte del progreso. Tanta fue la emoción que, de manera absolutamente espontánea, cientos de ellos empezaron a cantar el himno nacional mientras bajaban las escaleras camino al andén para subirse a los nuevos trenes de Metro.

Fue una verdadera catarsis ciudadana. No recuerdo otro proyecto de transporte que haya causado tal nivel de éxtasis social. Quizás la extensión de la Línea 5 de Metro a Maipú a inicios del 2011 puede compararse a lo vivido el pasado 2 de noviembre, aunque me parece un desenlace más comparable con el orgullo que nos han dado como país los triunfos de nuestra selección.

Mientras tanto, en otros sectores, no solo de la ciudad de Santiago sino que de todo nuestro país, se siguen postergando necesarias nuevas líneas o extensiones de Metro, o tecnologías comparables como trenes de cercanía, tranvías o teleféricos. En contraste, se construyen corredores segregados de buses que destruyen su entorno, atentan contra el comercio local establecido, dificultan la circulación de peatones, etc. Para estos sectores se mantiene la desesperanza, se siguen sintiendo postergados por no poder acceder a bienes del primer mundo, por no tener acceso a un aspecto esencial de la dignidad de las personas.

Afortunadamente, los conflictos de inequidad e injusticia social que genera la segregación urbana y la falta de adecuados servicios de transporte público de calidad, pareciera haber permeado en los programas presidenciales de varios de los candidatos. Hay varias propuestas al respecto.

Confío en que, durante los próximos años, se logren iniciar grandes obras para satisfacer las impostergables necesidades de movilidad de millones de Chilenos en todo el país. Que las personas urbanamente más postergadas perciban, en el día a día, cómo el progreso y desarrollo que escuchan con frecuencia, sean sinónimo de calidad de vida y de dignidad. Confío en que se vuelva escuchar el himno nacional en todas las regiones de Chile.

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