La desgracia ajena




Una jugada retromaniaca similar a The Ramones: reconvertir canciones de pop chicloso sesentero en piezas rock dotadas de una encantadora brutalidad, que aún así mantenían a resguardo la esencia amorosa y cándida del género. The Jesus and Mary Chain era una banda perfecta para adolescentes en los 80 resentidos ante la omnipresencia de los sintetizadores. Con una base rítmica reducida a la mínima expresión (bajistas y bateristas de los escoceses nunca han tenido un trabajo muy interesante), las canciones eran asoladas por un infierno de feedback y distorsión.

Un ruido inaudito y fenomenal en una época en que la mitad del mundo imitaba en guitarra a Eddie Van Halen y la otra a Andy Summers. Acrecentaba el mito la costumbre de ofrecer shows desconcertantes de apenas 20 minutos. Mucho antes que los Gallagher en Oasis (y posterior a los Davies en The Kinks), los hermanos Jim y William Reid perpetúan la tradición británica de la relación amor-odio al interior de un grupo rock con lazos sanguíneos.

Tras 18 años sin nuevas composiciones, Damage and joy inspira su título en el término alemán schadenfreude, que implica encontrar placer en la desgracia ajena. Producido por el reputado Youth (Martin Glover, bajista de Killing Joke y colaborador de Paul McCartney), el álbum prescinde de esa esencia ruidosa de clásicos como Psychocandy (1985) o la colección de lados b Barbed wire kisses (1988), donde la guitarra chirriaba y el bajo se abría camino con pastosidad. Incluso sacrifica parte de ese ADN narcótico del grupo, como si el gallito entre los hermanos lo hubiera ganado esta vez Jim desde el micrófono, con ese estilo marcado por el desdén y la autosuficiencia.

A pesar de lo retorcido del título hay mucha melodía y coros dream pop de sugerencia angelical en Damage and joy. Canciones interesantes reflejan esa línea como las majestuosas Los feliz (blues and greens) y Song for a secret. Así también en la medida que el álbum avanza su contenido resulta más prescindible que memorable. Los 14 cortes que se extienden por 53 minutos parecen más largos de lo que realmente son. Se puede decir de otra forma: el disco se agota a la mitad porque las ideas reunidas no son muchas.

The Jesus and Mary Chain esperó casi 20 años para entregar nuevas creaciones y el retorno confirma algo que irradian en directo: están seguros que su sola presencia basta para sentirse conforme. Pero no funciona de esa manera. Tras el pelo revuelto y los lentes oscuros uno necesita canciones, nervio y arrojo, siempre.

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