La suma equivocada




Los resultados de ayer, reflejan que sumar izquierdas versus derechas no era la más correcta forma de sumar. Había más bien que sumar recambio versus continuidad. Y si así sumamos, la segunda vuelta dio exactamente el mismo resultado que la primera. Chile ha votado en ambas vueltas por el cambio a lo existente. En primera vuelta se impuso categóricamente la discontinuidad, si tenemos la capacidad para sacarnos las anteojeras ideológicas que veían particularmente incompatibles el voto por Piñera y por Beatriz Sánchez. La autorreferencia de la política lo distorsionó todo. "Que los de izquierda somos más", "que Bachelet es la gran ganadora", que "todos contra Piñera, que significa la muerte de las reformas". La segunda vuelta los desautorizó.

La dirección del Frente Amplio, fue incapaz de interpretar a sus propios votantes. No era "el cambio de modelo", ni "la Asamblea Constituyente". Era tener una gobernabilidad distinta a la actual. Parte importante de los votantes del Frente Amplio lo hicieron contra el continuismo y no contra Piñera. La ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio perdieron el rumbo. Unos, vendiéndose como continuidad de algo que la mayoría quería cambiar; los otros, abandonando el cambio que los sintonizó con la sociedad, para amancebarse con el continuismo.

Guillier era la opción explícita por el continuismo. Piñera y Beatriz Sánchez eran las opciones que se le ofrecieron a la ciudadanía, para abandonar un presente indeseado.

Todos quedamos con la dura tarea de entender mejor a Chile. Especialmente el mundo político que terminó hablando a un mundo detenido mientras éste vuela. Mirándose el ombligo, le atribuyeron identidades y pertenencias inmutables a esa ciudadanía que en el discurso proclamaban "empoderada" pero en la práctica consideraban sometida a sus lógicas.

Mucho futuro ha quedado pendiente. Curiosamente las opciones que coinciden en la necesidad de cambio que la ciudadanía reclama -Piñera y Frente Amplio - se ven a sí mismas como las más incompatibles y distantes. Sin embargo, algo de ambas le hacen más sentido a la ciudadanía que el continuismo. Si de interpretar a su pueblo se trata, ¿tendrán el coraje, por ejemplo, para concordar una profunda modernización del Estado, como Chile necesita con urgencia? Ambos tienen menos intereses burocráticos que defender y más razones para querer un Estado a las alturas de los desafíos que se le vienen encima.

Los que han representado el cambio y también esos del continuismo tan categóricamente derrotado, están conminados a abrir diálogo sobre el futuro. Las decisiones parlamentarias y presidenciales de la ciudadanía mandatan a la política a construir acuerdos; y al hacerlo así, a interpretar mejor a la "polis" que dejaron de entender. La polarización y el desacuerdo han pasado a ser la impotencia de la política; y el reverso de la voluntad ciudadana de segunda vuelta.

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