Las prioridades educativas que el Mineduc no puede olvidar




Se ha dicho bastante sobre el nuevo Ministro de Educación. La discusión sobre la estrategia política detrás de su nombramiento es sabrosa y las elucubraciones sobre sus planes al mando de la cartera son infinitas. Lo cierto es que sobrevivir al Mineduc no es una tarea fácil: en ocho años tuvimos siete ministros de Educación. Sin embargo, lo que Chile necesita hoy es un acuerdo político y social que plantee una hoja de ruta de la educación a largo plazo y con visión de Estado. Los ya exiguos aprendizajes de niños y niñas no resisten más las inclemencias de los vaivenes políticos.

Con varios años de reformas, logros importantes y un considerable aumento del gasto puede parecer que "educación es un tema ya resuelto". Temo decirle que aún tenemos pendientes gravísimos. ¿Sabía usted que sólo el 44% de los niños de 3 años asiste a la educación inicial y de ellos un gran porcentaje proviene de familias de altos ingresos? ¿Se ha enterado de que la mitad de los estudiantes egresa sin tener las habilidades básicas y que un tercio de nuestros profesionales no entiende lo que lee? ¿Sabía que en el Chile OCDE la desigualdad es de tal magnitud que entre un estudiante de nivel socioeconómico bajo y alto hay casi 2 años escolares de diferencia?

Con todos estos problemas resulta imposible hablar de una estrategia de desarrollo si la educación no ocupa un lugar protagónico de la agenda política, ya sea para dar continuidad a reformas claves como la ley de inclusión, la carrera docente y la nueva educación pública, pero también para dar un nuevo golpe de timón en el sistema educativo, priorizando, ante todo, el principal pendiente: asegurar aprendizajes de calidad.

La primera urgencia a abordar debe ser la ampliación de cobertura y el mejoramiento de la calidad de la educación parvularia. Con una educadora en sala para atender a 32 niños es imposible que éstos puedan desarrollar todo el potencial de aprendizaje y creatividad que tienen. Pese al titánico esfuerzo que día a día hacen estas profesionales, requieren de mayores apoyos que se traducen en más educadores por sala, mejor formación inicial y continua y tiempos adecuados para la planificación. No podemos farrearnos la formación de la primera infancia, pues una educación parvularia de mala calidad es, incluso, más perjudicial que no tenerla.

En segundo lugar, el próximo Ministro debe asumir como bandera la verdadera revolución en la sala de clases, lo que significa implementar de manera masiva metodologías de aprendizaje innovadoras, que reemplacen las clases frontales y la memorización por modelos que desarrollen el pensamiento crítico, la colaboración, que acerquen la escuela a la vida cotidiana de los estudiantes y les permitan aprendizajes profundos.

El desafío de la innovación no puede obviar la legislación sobre una carrera directiva para mejorar sus condiciones de trabajo, pues no hay escuela que mejore sin líderes empoderados, con mayor autonomía y una formación de excelencia.  

Otra reforma insustituible es el fortalecimiento de la educación técnico profesional (TP). Esta modalidad concentra la mitad de los estudiantes, pero aun así ha sido eternamente postergada, recibiendo apenas una sexta parte del financiamiento que reciben los estudiantes de educación universitaria.

Ya hicimos los diagnósticos y pusimos el tema TP en la mesa. Hoy es hora de acciones concretas: una institucionalidad estable que agrupe a los actores del mundo educativo y productivo, la articulación efectiva de los liceos y las instituciones de educación superior, la implementación de metodologías de aprendizaje en el trabajo y el aumento del financiamiento.

El próximo Ministro también tiene que ponerse la  camiseta por la educación pública. En los próximos años viviremos la histórica desmunicipalización, pero este proceso, pese a su relevancia, es un cambio institucional que será insuficiente si no va acompañado  de una estrategia integral de fortalecimiento, que ponga foco en las personas, sus capacidades y espacios de colaboración.

Finalmente, sobrevivir a todos estos tremendos desafíos requiere de una hoja de ruta clara para cambiar la calidad educativa. En Educación 2020 creamos un Plan Nacional (www.elplande2020.cl), documento que con 30 propuestas presenta un camino efectivo para alcanzar la gran meta al año 2030. Esperamos que el Ministro haga suya esta ruta.

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