Las tribulaciones de la joven Goic




En 1774 Johann Wolfang von Goethe publicó su primera obra con resonancia, la novela en forma de diario Die Leiden des jungen Werthers (Las penas del joven Werther), un empalagoso dramón sentimental que por esos años fue grito y plata pero que ahora, salvo sea uno romántico incurable y amante de la dulzona -¡aunque de Goethe!- semántica y gramática alemana al servicio del ego sufriente y la machacona metafísica del erotismo frustrado, resulta casi indigerible y más aun, intragable, aunque tal vez no más intragable e indigerible que otro drama tan artificioso y poco creíble como aquél, si bien en lengua española y con más risas que lágrimas por parte del respetable público. Hablamos de la candidatura de Carolina Goic.

Arrebato

La candidatura Goic se fraguó o más bien relampagueó en una tumultuosa y excitable asamblea donde militantes y personeros con menos intereses creados y por tanto con más entusiasmo espiritual legitimaron la proclamación de Carolina, la cual ya había sido anunciada, promovida y cacareada ex ante por ella misma. En más de un sentido podría catalogarse dicha candidatura y el entusiasmo inicial que la recibió, principalmente por parte de gente sin cargos o de poca relevancia, como el postrero y más espectacular arrebato emotivo de la colectividad, una rebelión climática o climatérica nacida de su dignidad pisoteada muchas veces y de su independencia vendida o alquilada otras tantas. Al menos en los últimos 50 años la vida no ha sido fácil para dicho partido. Derrotada en 1970, con la servilleta puesta pero sin puesto en la mesa en 1973, anulada en los años del régimen militar, algo recobrada con la Concertación, aun así decreciente en sus votaciones, irrelevante en sus ideas, majadera en su presunto monopolio del centro político y finalmente basureada y burlada en la y por la NM, ocurre entonces que el partido que iba a gobernar -como se creía sinceramente en 1964- por lo menos por los próximos mil años a contar de esa fecha se ha desinflado en el escenario de las doctrinas, de la credibilidad y de la relevancia y terminó haciendo de carro de cola de la arrogante y decepcionante Nueva Mayoría. De ahí en adelante, como las señoras maltratadas por su maridos pero sin medios para arreglárselas por su cuenta, no le han quedado sino los rezongos, las amenazas y las pataletas, todas ellas sin efectos salvo los regueros de lágrimas y de rímel corriendo por las mejillas. ¿Qué podría hacernos presumir que esta vez será distinto?

Dos generaciones

Dos fisuras de la decé explican que se llegara a esa sesión delirante y quizás autodestructiva que proclamó a Carolina. Sumada a la distancia que separa a los incumbentes del partido -congresistas, funcionarios de gobierno, súbitos servidores públicos desde el día de la elección de Michelle Bachelet, socios de buenos negocios, etc.- de los militantes comunes y corrientes que no han recibido sino migajas cayendo desde la bien provista mesa gubernamental, hay además otro quiebre en la tienda de los democratacristianos y que se refleja también en su relación con la candidatura Goic. Esta segunda división de aguas la protagonizan dos categorías de ciudadanos que, si bien por igual habitan el territorio de los favorecidos y privilegiados por el ejercicio del poder, aun así se encuentran en muy diferente situación vital. Es la división entre la nueva y la vieja generación y sus respectivos y muy distintos intereses. Los de la vieja, los Gutenberg Martínez, los Burgos y otros personeros obstinados en preservar la candidatura Goic, lo cual ocurría al menos hasta el día de escribirse esta columna, son gente que viene de vuelta, cumplió ya sus trayectorias políticas y están hoy decentemente forrados y en condiciones de privilegiar los Grandes Principios por la misma razón, como decía un cínico redomado, de que es preciso ser inmensamente rico para darse el lujo de jurar votos de pobreza. Esta venerable generación no sufre calofríos por el futuro porque ya no lo tiene y por lo mismo no siente haber costos en el hecho de coquetear con la idea de, a la hora de los postres, probar nuevas aguas, tantear continentes no explorados y ver si acaso la decé puede llegar una vez más a reencantar al ilusorio centro. La generación joven, en cambio, tiene sus carreras políticas a medio andar o incluso recién iniciadas, por lo cual disponen de un largo trecho por delante para llenarlo con sus ambiciones y también un largo lapso en el que deben considerar si hay o no medios para pagar las cuentas. Es, para decirlo brutalmente, gente tanto necesitada como de ambiciones aun no satisfechas. Es evidente que a estos últimos la trayectoria de colisión del partido con el muro de los lamentos nos les parece ni gloriosa ni glamorosa.

Kamikazes no, por favor...

¿Quiénes son los dudosos, vacilantes, inquietos, molestos y prestos a desenvainar los puñales? Son los que dicen "no ser kamikazes sino políticos", como lo describió pintorescamente un personero decé. Son los que se devanan los sesos viendo modo de bajar con alguna decencia a Carolina. Son los que desean que alguien cometa el crimen, pero preferirían un suicidio. Son los que esperan en la próxima asamblea del partido que Carolina ponga en escena "un gesto de grandeza". Son los que anhelan su abdicación y más la anhelan mientras ella más niega que vaya a hacerlo. Son los que como mínimo están dispuestos a firmar cualquier cosa, cualquier tratado, cualquier acta de rendición con tal de tener cupo en una lista parlamentaria única. Son los que eventualmente llegarán a acuerdo con la NM de modo que tácitamente y a priori el partido confiese que la candidatura Goic es una payasada y el verdadero negocio político es con la NM aunque se mantenga a Goic en procesión hacia las urnas, pero con tan pocos efectos como lograban los beatos de otrora que sacaban en procesión al Señor de Mayo. Son los que tras el escenario avivan el fuego de las tribulaciones de la bella Goic.

Balotaje

El trato que ofrecen a la NM estos "políticos y no kamikazes" es el siguiente: en segunda vuelta pulsarán un botón y automáticamente las masas democratacristianas votarán por Alejandro Guillier. Es una idea reiterativa de este gremio profesional. Siendo meros dirigentes de a pie, en su fantasía creen ser como los hacendados decimonónicos que desde sus altas cabalgaduras eran capaces de poner en fila a la peonada para hacerla apoyar al candidato de su preferencia. Dicha ilusión es compartida por todos los partidos políticos como si aun operaran lógicas que tal vez todavía funcionaban a en la era prepinochetista, pero no ahora. Hoy sólo son parcialmente válidas en los extremos del espectro político. Puede suponerse a la militancia comunista o de la UDI siguiendo órdenes, pero no al electorado de centro, ambiguo y cambiante en sus preferencias.

¿Cómo va a votar entonces ese electorado decé que en vista de los números de las encuestas ha perdido sus esperanzas con la atribulada Carolina? ¿Cómo votará ese cerca del 50% o más que llamamos "centro" no siendo sino el caudal indeciso que aun no se manifiesta claramente en las encuestas de opinión? Porque no hay ya obedientes militantes ni obsecuentes electores siguiendo instrucciones. No es claro ni siquiera si los militantes estarán dispuestos a seguir siquiera sugerencias. Lo único claro es la total falta de claridad. Reinan la confusión y ambigüedad ya sea por falta de ideas o por falta de valor para expresarlas abiertamente. De ahí los episodios de proposiciones "que se colaron" en el programa de Guillier, condición que adquirieron apenas el rechazo se hizo manifiesto.

Pero si acaso el comportamiento de la ciudadanía es incierto, no lo será el del heterogéneo conglomerado del progresismo. Todo puede estar en dudas o colisionar en patéticas contradicciones de ideas y posturas, salvo una cosa: "Hay que derrotar a la derecha". Es el mantra de la unidad. Es la última bandera bajo la cual se acogen. Sola, a los tumbos, acompañada en su deambular por piezas de museo, Carolina Goic deberá encarar un destino a lo joven Werther.

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