Legado o estrategia de campaña




En un intento por influir en la agenda política, el gobierno no ha escatimado esfuerzos por entrar de lleno en un juego de doble entrada, por una parte intentando instalar la idea de su legado; por otro haciendo algunas escaramuzas electorales que le permitan apoyar a su candidato presidencial.

Está medianamente clara la idea que frente a la desaprobación ciudadana que tiene el gobierno, la que se ve reflejada en cada una de sus reformas, ha debido diseñar una estrategia que la saque del día a día y la sitúe en un proceso histórico.

En tal sentido, no extraña que la presidencia implemente dispositivos para intervenir en ámbitos que les corresponden a otros organismos. La decisión de tomar el control resulta ser una señal evidente de poder para el entorno, a la vez que una centralización al menos parcial, de las problemáticas a enfrentar demuestra su intención de establecer una priorización acorde a su proyección estratégica.

La cuestión entonces es saber cuál es la agenda que se intenta instalar y que sector es el que influye en ella. Para esto no debemos indagar mucho para darnos cuenta de las dinámicas internas del gobierno y basta analizar dos ejemplos de reciente data.

El caso de la minera Dominga es un buen ejemplo para analizar lo anterior. Establece claramente cuál es la prioridad del Ejecutivo, dónde se alinean las lealtades y quiénes pagan los costos de las decisiones. No es banal que todo el equipo económico deje el gobierno frente a tal evento, más allá de las diferencias que siempre son mayores a la situación que la gatilla.

Como antecedente adicional al análisis, el gobierno cuenta con recursos de poder simbólicos, los cuales utilizad para reforzar los vínculos de unos y mostrar quienes ya no se encuentran en los círculos más cercanos al poder. Siguiendo el mismo caso, la cercanía con que se ha dotado al ministro de Medio Ambiente en los actos públicos no es una situación casual, es algo que refleja intencionalidad. Su viaje a Nueva York ratifica con claridad su presencia, la priorización de la temática en la agenda y la centralidad de su accionar.

Estos mensajes, son más fuertes al interior del propio gobierno que hacia el exterior,  están destinados a reforzar las lealtades y dejar en claro los apoyos gubernamentales desde el poder.

Lo anterior resulta clave al tratar de comprender la complejidad que crea la incertidumbre frente a las acciones presidenciales. Este intento de entender las decisiones de las autoridades es clave para dotar a la agenda política de sentido, por eso su centralidad.

El caso del Subsecretario del Interior no se escapa de esta dinámica y puede ser explicada de una manera similar. No hay una desautorización a sus decisiones, sino más bien una decisión que se adopta en otro espacio de poder y contiene un alineamiento distinto  a los de su competencia política.

En lo electoral, irrumpe con una campaña que pone a la presidenta en la primera línea para promover su gobierno, de esta forma refuerza la noción de cambios que serán reconocidos por la historia, pero además intenta hacer comparaciones con su antecesor, el cual es su más posible sucesor.

De esta manera sale a blindar lo realizado por el gobierno y darle un respiro a la coalición que la apoya, lo cual es utilizado por el candidato de sus filas para aglutinar a la hoy disminuida base política poniéndose como continuador de esta obra.

La última acción deja en evidencia lo precaria de la situación en la que se encuentra el comando oficialista para construir un relato propio y encantar al electorado con una propuesta que le hable de futuro.

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