En la conferencia que realizó la destacada politóloga belga, Chantal Mouffe, en el Doctorado en Teoría Crítica y Sociedad Actual (TECSA) de la UNAB, señaló que el crecimiento de los partidos de ultraderecha en las democracias occidentales tiene uno de sus orígenes en que esas democracias tienen un gran déficit: ella no ha sido un espacio en que se expresen verdaderas alternativas pues está cooptada por proyectos políticos identificados con el centro, que administran el statu quo de un modo completamente desarraigado de la ciudadanía. Es este escenario de consenso en el centro el caldo de cultivo en que crecen los partidos de ultraderecha, pues han logrado precisamente identificarse con la idea de una alternativa al statu quo. Pese a los movimientos sociales de los últimos años, la izquierda ha tenido muchas dificultades para ocupar ese lugar de la alternativa. El gran desafío que tiene es, de hecho, despercudirse del centrismo en que han caído sus partidos en las últimas décadas y plantear un programa plausible de transformación que convoque a quienes están cansados del modelo capitalista de desarrollo y de los actores que lo administran.

Quienes lo han sabido hacer, quienes se presentan muy bien como alternativa, son los partidos de extrema derecha. Alternativa para Alemania (Alternativ für Deutchland, AfD) acaba de transformarse en la tercera fuerza política en el parlamento alemán. Asumiendo una posición relativista uno podría pensar que le hace bien a la democracia que existan alternativas al centrismo del statu quo, sin importar su posición política. En principio sí. De hecho está por verse si la política alemana reacciona con más democracia frente a este descalabro. El gran problema es que la extrema derecha es un proyecto alternativo antidemocrático. Es una alternativa que busca romper la posibilidad misma de que existan proyectos alternativos en la política y más allá de ella. 

Los votantes del AfD están por todos lados. No son sólo jóvenes desempleados o viejos pobres, excluidos del sistema. Son de todas las edades, principalmente personas en edad productiva, en todas las clases sociales, principalmente en la clase media, en todo el territorio alemán, aunque mayormente representado en la parte oriental. Ambos sexos, sin duda: un argumento muy repetido por las votantes AfD es el temor al machismo islámico, expresado en la discusión sobre el burkini, o las agresiones sexuales por parte de grupos de inmigrantes. ¿Puede haber posiciones feministas, entre los votantes AfD? La respuesta es sí.

Esta heterogeneidad se expresa, sin duda, también en las razones para votar por AfD. No se trata de una ideología homogénea y afirmativa.  Más bien expresan una posición de rechazo. Saben más lo que no quieren  que lo que quieren.

Estuve los últimos tres meses viviendo en Berlín, precisamente en Neuköln, una de las comunas con más inmigrantes de toda Alemania y en pleno proceso de aburguesamiento. Si en base a esta experiencia pudiese decir dos palabras sobre lo que une a esta masa heterogénea de votantes AfD, diría lo siguiente: rechazo severo a los partidos políticos establecidos –de hecho, estos votantes vienen no sólo de los típicos abstencionistas, sino que también de dichos partidos, incluyendo a los verdes y a la izquierda (Die Linke)–, que es expresado además en un rechazo a Angela Merkel, la que es acusada de priorizar todo menos a Alemania: el Euro, Europa, la política hacia Occidente, los inmigrantes; todas cuestiones frente a las cuales estos votantes son críticos. El único elemento positivo es "Alemania". Reivindican defender lo alemán, los derechos de los alemanes —contra inmigrantes principalmente, pero también contra una política exterior activa en la zona Euro que no beneficiaría a Alemania—, todo ello sin ser catalogados de extrema derecha, y menos de nazis.

Particularismo alemán activo, sin complejos y desinhibido del peso de la historia del holocausto, sumado a una posición anti-partidos políticos, anti islamismo, anti inmigrantes, es el mínimo común denominador de esta heterogeneidad de votantes. Vamos a ver cómo reacciona el mundo progresista y democrático frente a estos múltiples rechazos, qué alternativa propone. Y en todo caso vamos a estar atentos a que un fenómeno de este tipo no se reproduzca en nuestro país.