Mayor presencia de policías de civil en calles: herramienta disuasiva ante el delito




Independientemente de lo que indiquen las cifras respecto al aumento o no de los índices de delincuencia y de percepción de inseguridad, lo concreto es que el asunto de la delincuencia, en sus distintas expresiones, es, después de la calidad de la salud,  el que más preocupa a la ciudadanía, incluso por sobre otros tan importantes como la amenaza de  cesantía o la gratuidad en educación (Ver Estudio "Chile Dice" de la UAH ). Además, como señala un informe de Paz Ciudadana, recientemente difundido,  cuatro de cada diez hogares ha sido víctima de un delito en el último semestre.

Produce impotencia y gran molestia ver lo extendido que está la delincuencia afectando diversos espacios territoriales y poblacionales.   Por una parte, la que detentan a través del  creciente e invasivo narcotráfico, y la narcocultura descrita por el Capellán del Hogar de Cristo, Padre SJ Pablo Walker, ejerciendo dominio  por medio del miedo y del chantaje a sus vecinos: una dramática realidad que afecta a barrios completos.  Por otra, la que se implementan en los sectores más acomodados a través de los robos a residencias, asaltos –muchas veces a mano armada– y portonazos, entre otros delitos. Pese a las medidas tomadas a nivel nacional, como aumento en la dotación de Carabineros,  planes comunales (como el cuadrante) o las redes de vigilancia vecinales, da la impresión, o al menos una parte mayoritaria de la ciudadanía lo percibe así, de que los delincuentes siguen actuando con un apreciable grado de impunidad y violencia sobre las personas. En definitiva muchas personas y  familias afectadas en confianzas mínimas, lo que ciertamente afecta la salud mental de los afectados.¿Cómo aminorar este flagelo, ya que es imposible eliminarlo , como alguna vez, pretenciosamente, pretendió el ex presidente Piñera? ¿Qué medidas podemos tomar para que los delincuentes aumenten su grado de riesgo cuando planifican un delito?

Es sabido que los delincuentes son sujetos entrenados que miden las consecuencias penales de sus actos y también, por supuesto, el grado de riesgo que asumen antes de perpetrarlos: de allí el uso indiscriminado y criminal de menores de edad en ilícitos. Una forma de aumentar esas variables y, por tanto, de inhibir al delincuente sería a través de una mayor presencia de policías de civil en las calles, en especial en aquellos lugares, y horarios, en que los malhechores suelen actuar. Creo que sería una forma de utilizar de manera más inteligente los recursos que tenemos para combatir ese flagelo.

El dicho de que "la oportunidad hace la ladrón" se cumple con bastante frecuencia: si se junta un hogar a medio cerrar, sin alarma, sin ni siquiera una mascota que alerte a sus habitantes y la improbable posibilidad de que aparezca Carabineros, el antisocial tendrá todas las condiciones objetivas para llevar a cabo su tarea delictual. Igual cosa acontece con los asaltos en la vía pública. La labor, entonces, de los habitantes y, en mayor medida, de las policías que por ley detentan el uso de la fuerza, consiste, en gran parte, en aumentar el grado de riesgo de quien delinque y bajar la percepción de inseguridad de los ciudadanos, mayoritariamente honestas y esforzadas personas y comunidades, que no merecen vivir con miedo. El uniforme policial si bien es un requisito indispensable cuando se actúa sobre ciudadanos presumiblemente inocentes, se convierte en un problema al operar ante los delincuentes, los que se sienten alertados ante la presencia evidente de la policía.  Los delincuentes proceden allí donde tengan menos riesgo de ser sorprendidos y detenidos, es decir, donde exista la menor probabilidad de presencia policial.. La obscuridad y la soledad favorecen atracos y asaltos sobre personas indefensas. Distinto sería el caso, si el  asaltante tuviese una sospecha fundada en que el asaltado pudiese ser un policia encubierto de civil pero en ejercicio.  Sucedería algo parecido con los asaltos de residencias y portonazos si el  malhechor tuviera una mínima sospecha de que en las proximidades puede haber un policía armado y preparado para actuar ante la contingencia, sin que lo alerte la sirena de un radio patrulla ni la identificación de una camioneta de seguridad ciudadana, dispositivos que normalmente se activan una vez producidos los delitos.

Lo mismo es aplicable a los sectores de las poblaciones modestas de Santiago donde los antisociales diseminan el miedo para ejercer sin contrapesos el narcotráfico y otros ilícitos. Una mayor presencia policial bien documentada, pero con vestimenta de civil, a través de agentes con aspecto comun y corriente, sería una tremenda contribución para el ciudadano vulnerable y un disuasivo eficaz para el delincuente que actúa cuando las garantías de impunidad se lo permiten.

Por supuesto ese despliegue no puede ser un trampolín para eventuales abusos policiales ni para que los efectivos ejerzan una coacción indebida sobre las personas. El objetivo de esa red policial de civil debiera ser siempre el delincuente peligroso y los actos claramente constitutivos de delito. Existen herramientas tecnológicas que permitirían controlar el correcto uso de esta fuerza policial preferentemente disuasiva.

Una medida de esta naturaleza serviría también para revertir la caída en la imagen pública de Carabineros detectada en el mencionado estudio de Paz Ciudadana. Por otra parte, si bien está comprobado que seguir aumentando la dotación de Carabineros no es la solución, sí parece muy necesario, aparte de utilizar mejor a los efectivos existentes, asegurar una debida coordinación de las policías entre sí y  de estas con el Ministerio Público con el fin de  hacer más eficaz la acción de la justicia y mejorar los medios de prueba para juzgar a los delincuentes; nuevamente el uso de tecnologías modernas tales como drones u otros mecanismos de inteligencia podrían ser de mucha utilidad..  

En una  temática tan compleja, multidisciplinaria y difícil de evaluar como es la seguridad ciudadana, he querido poner una propuesta para la discusión de posibles soluciones, que permitan disminuir un flagelo que está generando enorme daño a la salud mental y físicas de miles de compatriotas, fuera de poner en entredicho el quehacer esencial de nuestras autoridades y de nuestras policias. La fe pública debe ser resguardada y esta se nutre de resultados objetivos que hoy no son percibidos por la población.

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