Milagros: indio hermano




Las comparaciones son odiosas pero también depende mucho del punto de referencia. En este caso, Fernando Milagros siempre aspira a estar a la altura de algunos de los nombres históricos de la música latina como Café Tacvba y Los Jaivas, sin quedarse corto. Milagros mejoró su desempeño vocal que a veces dificultaba distinguir temas entre si y lo hace notar desde Aurora, el primer corte. De unos primeros versos casi susurrados con simples acordes de acompañamiento, pronto toma vuelo y remece como si fuera parte de una tribu de cualquier punto del continente invocando espíritus, una especie de blues fúnebre latinoamericano, un sentimiento que permea al álbum en general. Sigue un temazo, Abrí, de perfecta sincronía entre la batería con bombo marcado, guitarras acústicas y luego una masa espesa de decorados de rock moderno con armonías en distintos planos, y unos bajos densos como sirenas de ultratumba.

El ritmo es el engranaje central, lo mismo la sensación de que los arreglos van reptando, copando los espacios como torbellinos que se activan y envuelven (La bomba, Un espíritu) con melodías amigables y celebratorias, invitando a la fiesta con rastros de rock desértico inquieto y propositivo. Vaticinio: este quinto álbum del músico de Talcahuano no va a tener inconvenientes en figurar entre lo mejor del año compuesto y producido en Chile.

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