Uno de los méritos del movimiento estudiantil del 2011 fue haber instalado en la opinión pública la necesidad de gratuidad en la educación universitaria y haber satanizado el lucro en todo el sistema. Antes de la explosión de ese año, era una utopía hablar de que la educación superior saliera gratis. Incluso los propios dirigentes estudiantiles hablaban en su tiempo de arancel diferenciado.
Algo similar intentó el movimiento No+AFP y no lo logró. El proyecto de ley del gobierno, pese a lo resistido por el sector privado, mantiene a las instituciones privadas administrando el grueso de los recursos para la previsión. Solo coloca al Estado para administrar el 5% adicional de pensión que pagará cada trabajador, pero mantiene los más de 160 mil millones en manos privadas. La promesa que hizo la ministra del Trabajo respecto a que no iba a haber un peso más para las AFP se cumplió, pero tampoco el proyecto considera ni un peso menos.
Por otro lado, el proyecto considera un alza de las pensiones actuales por la vía de un fondo solidario que actuará como solidaridad intrageneracional. La industria privada podría haber aplaudido esto si es que hubiesen sido ellos los que administraran dichos montos, pero la serie de errores comunicacionales que cometió incluyó, entre otras cosas, permitir que José Piñera se convirtiera en el vocero informal de la industria y no haberse apropiado a tiempo de los informes de la Comisión Bravo para así ganar tiempo y quizá unos pesos.
La misma virulencia que se ha instalado del tema previsional puede hacer fracasar el proyecto. Por un lado, la derecha dirá que este proyecto implica que el Estado se apropie de recursos que pertenecen a los trabajadores y sacarán la larga lista de ineptitudes en la gestión gubernamental que ha habido en el último tiempo, evitando, claro está, mencionar al "mejor censo de la historia" o a los números de la Casen en el año 2012.
Para los parlamentarios de los partidos que apoyan a Guillier, el proyecto será una piedra incómoda que requerirá una habilidad política propia de otros tiempos. Por un lado, no pueden dejar solo al gobierno en el mayor intento de reforma previsional que ha habido en la historia, pero también tendrán la presión desde la izquierda que dirá que se perpetúa al sistema privado para siempre y que es distinto a lo que se vio en las movilizaciones del movimiento No+AFP, y en las encuestas donde dichas administradoras tienen muy mala fama. Esta contradicción puede ser un regalo inesperado para el Frente Amplio en momentos en que necesita salir del enredo político que ha significado la amenaza a la reelección de Giorgio Jackson por parte de su ala más radical.
Independiente de que el proyecto de ley funcionará en la medida que haya una buena cantidad de personas que trabajen, y aporten a dicho fondo solidario y no se disparen la cantidad de personas jubiladas, y que la tendencia demográfica en Chile va justo en el sentido contrario, pues las familias están teniendo menos hijos y la esperanza de vida va en aumento, es un primer misil a la filosofía de capitalización individual que se había tomado como axioma para las pensiones en Chile. La arremetida que hizo José Piñera para defender un sistema ya fracasado le significó en realidad una primera sangría. Ocupando su propia metáfora, el sistema actual no parece un auto Mercedes Benz, sino las micros de colores con motores de la misma marca que pululaban en la capital antes del Transantiago.







