Septiembe no es cualquier mes. Llega con la primavera, sigue con fiestas -carnavales para ser exactos- y remata, tras libaciones, Te Deum y desfiles ecuménicos varios, en resacas que perduran más de la cuenta, difíciles de soportar. Fue en septiembre que se puso fin a 300 años de Colonia, en que también se eligiera a un gobierno empeñado en volvernos una república democrática popular que luego abortó (de nuevo en septiembre), dando inicio a un ciclo que, después de cuatro décadas, no atinamos todavía cómo procesar; entre que se le desea y repudia, así de pegados en el calendario seguimos.
Supongo que porque se insiste en pensar a este país en términos míticos. Abundan los nacional-patriotas y los infaltables nacional-progresistas. Los primeros, firmes en que siendo nación somos inmutables. Los segundos, convencidos de que habiendo sido un país revolucionario en el pasado, todo nuevo desmadre se puede excusar. Se da también entre nosotros ese típico incauto, Dios lo guarde, que sueña con que Chile llegue a ser un país escandinavo, aunque ¿cómo será la "Semana de la Diversidad" en Finlandia?
Lo que es la "Semana de la Memoria" en el campus Gómez Millas de la UCh este septiembre, le lleva desayunos triestamentales; foros sobre variadísimas temáticas ("juventud en dictadura", "infancia en resistencia", "por ti, por mí y todas mis compañeras: mujeres en dictadura"); ollas comunes; ofertas de libros ("de la resistencia"); velatones; "reinstalación de placa conmemorativa" por detenidos desaparecidos y asesinados del Campus JGM (a los que Ennio Vivaldi concedió "títulos póstumos", perverso fast track para obtener un grado); y presentaciones musicales y teatrales girando en torno a géneros, etnias e historias "para recuperar nuestra memoria y nuestros espacios". La clásica kermesse o fonda dieciochera de antaño convertida en zona libre declarada, el consumo de narcóticos por supuesto que permitido (nadie puede aguantar semejante chabolismo mental de otra manera que hecho pebre de volado).
Según Joseph Campbell, todo ritual es un culto, una "representación de un mito". Eliade dice que los mitos se "viven" ceremonial o litúrgicamente, tratándose de una experiencia "religiosa". Y Durkheim agrega que los ritos sirven para recalcar creencias que no son aparentes; dicho en buen criollo: hay que machacarlas. De historia, todo esto no tiene nada: son cuentos que se cuentan y tragan sin que se explique nada. Son causas dirigidas a adictos -este gobierno llevando la batuta- que se "toman" el mes entero de septiembre y porfían ruidosamente, como con matracas, y así acallan (en Sevilla en Semana Santa también se matraca, siendo una vieja costumbre bárbara pagana ideada para imponer una sola bulla). Y pensar que septiembre es mes tan bonito y lo arruinan. Este año, para peor, es de elecciones.







