Sin ideas




Quizás el problema del debut de la franja política de las primarias del Frente Amplio y Chile Vamos es que todo se vio redundante. Nada hubo ahí que no se haya visto antes en los debates, nada que quede para la historia más allá de unas pocas imágenes tan cuidadas por el cálculo electoral que parecen vacías o repetitivas. Tampoco cabía esperar mucho porque lamentablemente se trata de un formato cuyos mejores trabajos (la campaña del No, la de Patricio Aylwin) dieron sus frutos hace casi treinta años para terminar convertidos en una colección de tics audiovisuales revenidos, copiados hasta el cansancio en culebrones o comerciales de té.

Respecto a lo del debut, las conclusiones son obvias. En el caso de Chile Vamos, si el segmento de Piñera fue obvio y predecible y funcionó con piloto automático a pesar de que el candidato le robó a Lagos cierta aura mística sobre la necesidad de su retorno a la presidencia (faltaron las batucadas de Lavín para darle algo más de color), el de Kast fue un largo video clip que hubiera funcionado bien en un encuentro empresarial pero que en la tele abierta exudaba un impostado narcisismo mesiánico. Finalmente y por el contrario, el de Ossandón tuvo la virtud de existir al nivel de la calle, lleno de fotografías del candidato a pie en ferias y poblaciones, como si no hubiese distancia entre él y los ciudadanos.

Sobre la franja del Frente Amplio, hay que decir dos cosas. La primera, que la de Beatriz Sánchez no estuvo a la altura porque nunca quedó claro qué quería, si vender un relato biográfico, leer de corrido algo que estaba en el teleprompter (una mala idea: los textos no eran tan buenos y la lectura le quitaba cualquier empatía) o presentar una fábula sobre el servicio público que fue tan gris como fallida. Mucho más interesante, Alberto Mayol: leyó un largo poema político intercalado de imágenes del presente con un "no entiendes nada" que se repetía como un mantra sobre Chile actual. Lejos, aquello fue lo más interesante porque en esa secuencia se intercalaron imágenes de Enrique Correa y Carlos Alberto "Choclo" Délano, entre otros. Que Mayol abriese su espacio diciendo que fue Manfredo, su padre, quien dirigió la campaña del Sí el 88, le daba otro peso al asunto.

De nuevo, la tele se devoraba a sí misma y lo que alguna vez fue una tragedia (pocas cosas pueden haber sido más espantosas que esa campaña de Pinochet) volvía ahora como una comedia familiar compleja pero también triste. Por lo pronto, eso fue lo más interesante de esta franja de las primarias, que en general se vio pobrísima de ideas de todo tipo, carente de cualquier imaginación o riesgo. Como si hubieran pensado de antemano que nadie los iba a ver, lo que presentaron fue una estética casi común, incapaz de crear un relato particular para candidato y demostrar con eso los contornos de ese país posible que dicen soñar para todos los chilenos.

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