Tejas verdes




La semana pasada estuvo marcada, entre otras cosas, por la decisión judicial que decretó el procesamiento de Cristián Labbé. En lo personal, no he llegado a formarme ningún tipo de convicción que me permita asignarle responsabilidades específicas por los crímenes cometidos en la zona de San Antonio, entre septiembre de 1973 y marzo de 1974. Para estos efectos, como ha sido mi regla de conducta, me mantendré fiel al criterio de análisis según el cual todas las personas, aún aquellas contra quienes existen sospechas o presunciones fundadas, deben ser consideradas como inocentes mientras no se pruebe lo contrario.

<em>No me interesa, por tanto, lanzar piedras inculpatorias. <strong>Dejémosle la difícil tarea de dilucidar responsabilidades a nuestro Poder Judicial.</strong></em>

Lo que sí quisiera compartir con mis lectores es la desazón que me ha producido la forma en que algunos sectores políticos han reaccionado frente a la resolución judicial en comento. Me refiero, en concreto, a quienes han reaccionado ante esta sentencia desde una pura y simple clave política. Permítaseme explicar mi decepción.

No me sorprende que existan quienes duden de la imparcialidad de algunos de nuestros jueces. Puedo comprender, además, que exista el ánimo de prestar apoyo moral a un amigo que se considera digno de confianza. Incluso, puedo entender que alguien, en la vorágine de la pasión política, asuma que el oponente político está detrás de todo lo que podría causar perjuicio al sector propio.

El punto, sin embargo, es que aun si yo concediera todos los puntos anteriores, y me colocara en la disposición más benevolente posible, me seguiría pareciendo dolorosa, y chocante, la falta de sensibilidad que han exhibido algunos dirigentes de la derecha.

Recordemos los puntos principales que sí están probados más allá de toda duda razonable: a) producido el Golpe de Estado, fueron varios los dirigentes políticos de izquierda de la zona de San Antonio que fueron detenidos, torturados y asesinados, y b) hay evidencia que demuestra que Tejas Verdes fue un lugar donde se practicó la tortura y desde donde desaparecieron varias personas.

Quienes se tomen la molestia de leer las 33 páginas de la resolución de la ministra Marianela Cifuentes y no se queden en el juego de imaginar conspiraciones, tendrían que experimentar algún tipo de dolor ante el recuerdo de los nombres de Oscar Armando Gómez Farías, Ceferino del Carmen Santis Quijada, Luis Fernando Norambuena Fermandois, Jorge Antonio Cornejo Carvajal, Jorge Luis Ojeda Jara, Víctor Fernando Mesina Araya, Florindo Alex Vidal Hinojosa, Gustavo Manuel Farías Vargas, Aquiles Juan Jara Alvarez, Jenaro Ricardo Mendoza Villavicencio, Carlos Aurelio Carrasco Cáceres, Carlos Alberto Galaz Vera y Miguel Angel Moyano Santander. Esos no son nombres inventados por jueces izquierdistas; no son peones de un ajedrez político. El esfuerzo por hacer justicia no comenzó, "oportunamente", hace tres o cuatro semanas. Sus familias llevan décadas tocando puertas para saber la verdad. Ellos son hijos, son hermanos, son esposos. A lo menos merecen respeto.

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