Toda la Razón




La de ayer debe haber sido una de las mejores, más graciosas y más animadas conferencias de prensa futboleras de las que tengamos registro en los últimos años. Con distancia. Incluso los periodistas extranjeros quedaron sorprendidos. Hasta yo tuve que dar tres notas (a brasileños, ingleses y españoles) explicando la situación tan poco habitual, llena de risas, abrazos y regalos, en vez de quejas y tironeos, que habíamos vivido un puñado de afortunados, por cerca de una hora, dentro de uno de los salones del hotel Corinthians. Un moderno y a la vez antiguo edificio ubicado en la avenida Alexander Nevski, la principal y más concurrida arteria de esta ciudad, donde hoy descansa y se concentra nuestra selección.

El mismo Nevski, príncipe de Kiev, Vladimir y Novgorod, líder y santo de la Inglesia Ortodoxa Rusa, del que usted habrá escuchado hablar más de alguna vez. Figura clave en la historia de este país por allá por el 1200 cuando, a orillas del hermoso río Neva que hoy nos cobija, se luchaba contra suecos, teutones y tártaros. Una epopeya que quedó registrada en la historia del cine mundial en la película homónima de Sergei Einstentein, el mismo autor del "Acorazado Potemkin".

Ahí, en esa calle larga, de más de cuatro kilómetros, hoy repleta de Starbucks y Mcdonalds, calle de arquitectura neoclásica pareja y deslumbrante, que siempre ha aceptado los contrastes entre opulencia/pobreza y modernidad/pasado, zona liberada tanto durante el zarismo más ciego como durante el socialismo más duro para la expresión de las distintas clases sociales que conviven en esta ciudad (como lo registraran en su obra Gogol, Dovtoievski o Tolstoi), ahí mismito, donde se despliega imponente la Catedral de Kazán y el obelisco en honor a la Gran Guerra Patria (término creado en 1941 por el diario Pravda durante la lucha contra la hegemonía nazi, que le causó a este país más de 27 millones de muertos), ahí, justo ahí, conversaron distendidamente con nosotros, como pocas veces, el capitán Claudio Bravo y el goleador Alexis Sánchez.

En la víspera de una nueva final, la CUARTA de este grupo en apenas tres años (no relegue al olvido la China Cup, porque sería faltarle al respeto a Beausejour, Fuenzalida, Edu Vargas, Valencia, Toselli, Paulo Díaz o Sagal, que estuvieron ahí), Bravo y Sánchez hablaron de fútbol, del partido ante Portugal, de lo que será Alemania una vez más este domingo y del rol fundamental de Marcelo Díaz, Aránguiz o el Tucu Hernández en el juego del equipo. Pero también de la intimidad del grupo, aludiendo entre risas a la personalidad gruñona de Medel y al huaso Isla "a veces amurrado pero hoy enamorado" (sic). O a lo bonito que sería para Alexis jugar en Brasil…"donde la gente es más feliz y te dejan hacer cachañas, látigos y rabonas". Y también, cómo no, se refirieron durante un buen rato a la importancia y a lo inédito de lo que han hecho estos últimos años como equipo. A los éxitos, al orgullo. De ellos y de todos.

Pero en esos marcos, bendito sea Dios, también hubo espacio para un reclamo, que compartimos todos los que entendemos la relevancia de la Historia. "De este momento fundamental -dijo el capitán- no está quedando nada. Estamos más arriba que nunca, somos más ganadores que nunca, hay más plata que nunca…pero Pinto Durán sigue siendo un lugar de entrenamientos chico, con apenas dos canchas, y no hay todavía un museo donde se pueda ir atesorando lo que hemos vivido los últimos años".

Lindo tema, feroz tema, en un país donde casi no quedaron registros del Mundial del 62 o de la Copa Libertadores del 91. De hecho, que tan cerquita de una gran final haya espacio, dentro de los referentes de este plantel, para hablar de aquellas carencias inaceptables, de aquella deuda, resulta emocionante. Y alimenticio. Tan digno de orgullo como los triunfos, el buen juego, el protagonismo o las atajadas de Bravo. Mire que un país sin recuerdos, se ha dicho tantas veces sin que entiendan autoridades ni empresas comerciales, es un país sin futuro. "Y lo decimos pensando en los que vienen, ni siquiera en nosotros", sentenció Alexis. Toda la razón.

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