Una desgracia evitable




LUIS MARILEO, el "weichafe" que falleció el sábado mientras intentaba asaltar un terreno en La Araucanía, debería estar vivo. Sin embargo, murió tras ser alcanzado por los disparos del propietario del predio, un exoficial de Carabineros que repelió el ataque, mató también a otro de los asaltantes y resultó herido en un brazo.

Lo más lamentable es que este episodio jamás debió haber ocurrido. Si en La Araucanía se acatara la ley y no imperara un régimen dominado por el miedo a hacerla cumplir, Luis Marileo estaría vivo. Preso, pero vivo.

Una mirada rápida al prontuario de Marileo lo explica todo: variadas detenciones por maltrato de obra a carabineros, desórdenes públicos, abigeato, robo y conducción bajo los efectos del alcohol. Lo que lo hizo tristemente célebre, sin embargo, fue haber participado como autor en el robo con homicidio que puso fin a la vida del parcelero y candidato a concejal PS Héctor Gallardo Aillapán en septiembre de 2012. Por ello fue condenado en 2013 a diez años y un día de presidio. Ya en la cárcel, agredió a un gendarme, lo cual le costó una sanción de 61 días más de reclusión. No obstante, pese a todo lo anterior y a que utilizó medidas de presión como la huelga de hambre, se le concedió el año pasado el beneficio de la libertad condicional. Solo había cumplido un quinto de su condena.

Si en La Araucanía imperara la ley que rige en el resto del territorio nacional, Marileo habría continuado preso y hoy estaría vivo. Pero, como eso no ocurre, está muerto. La justicia salió a su encuentro de manera irregular. Así sucede cuando los mecanismos institucionales dejan de operar porque los encargados de ejercerlos sienten miedo y el Estado permite el amedrentamiento por parte de los más fuertes o los más vivos. Según la viuda de Gallardo Aillapán, la muerte de Marileo es un caso de "justicia divina". Acostumbrados a no pagar lo debido por sus crímenes, Marileo y sus secuaces seguramente calcularon que otra vez se saldrían con la suya. Pero esta vez se encontraron con un propietario dispuesto a pelear y cansado de la facilidad con que operan en La Araucanía tipos como Marileo. No es el ideal de justicia que uno tiene en mente, pero nadie podría reprocharle algo al exoficial de Carabineros que actuó en legítima defensa.

Lo ocurrido en el fundo "El Encino" es una advertencia: cuando la ley no impera, se genera un vacío que inevitablemente abre espacio a los abusos y puede provocar víctimas fatales. El fallecimiento de Marileo es consecuencia, en primer lugar, de su decisión de optar por la violencia y de sus constantes problemas con la ley, que se arrastraban desde que era un adolescente. Pero no hay que olvidar que en su muerte también jugaron un rol clave la desidia y -por qué no decirlo- la cobardía que han mostrado las autoridades de distintos gobiernos para enfrentar el conflicto en La Araucanía.

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