No resulta muy fácil hablar de temas nacionales en el mismo momento en que el mundo es puesto en un estado de tensión, más bien propio de los más complejos eventos de la Guerra Fría. La escalada verbal, sin precedentes entre el gobernante norteamericano, y el autócrata que detenta el poder sin contrapeso alguno en Corea del Norte, nos coloca como meros espectadores alarmados de una situación que puede terminar de la peor manera afectando la vida de todos. Donald Trump amenaza "una furia y fuego jamás vista en este mundo" , agrego yo, el único que tenemos. Al frente tiene a Kim Jong-un, espantoso e inescrutable ser humano capaz de cualquier cosa. Los riesgos de una discusión entre un matón, misógino y un autócrata atrabiliario, saltan a la vista.
Sin embargo, en la fértil provincia solemos, más allá de los beneficios de la globalización y de la masificación de las redes, volcar nuestros debates preferentemente a temas domésticos, especialmente en época de elecciones presidenciales. Permítanme entonces, no escapar a lo anterior, ejecutando este salto temático. Mucho se escribió en estos últimos días sobre el pasado, presente y futuro de la Democracia Cristiana, acaso la más lúcida de las interpretaciones la hacía el columnista semanal de este diario, Ascanio Cavallo. En general todos los análisis, reportajes, comentarios, surgían de las decisiones tomadas por la máxima instancia colegiada de la DC, una de ellas la más compleja y lejana del sentido común fue revertida a mi juicio de manera muy correcta y certera por la presidenta u candidata presidencial Carolina Goic. La otra decisión lejos de ser revertida ha sido ratificada por los órganos políticos de la DC, me refiero a la suscripción de un pacto electoral con dos partidos de muy escasa relevancia electoral y aún más escasa trascendencia política. No creo que haya sido una buena decisión, por más instrumentales sean los efectos buscados, su justificación termina confundiendo y ofendiendo el sentido común. Este articulista militante de la DC acata a la decisión, pero no puedo ser obligado a avalar lo hecho. Más allá de la buena y la mala noticia, así es la vida y también la política, la candidatura de Carolina Goic ha tomado un nuevo brío, construido en su carácter y convicción para ejercer una decisión de autoridad, requisitos, estos imprescindibles cuando se pretende gobernar un país, pues la ausencia de los mismos, siempre se termina notando, a la hora del ejercicio del poder.
A partir de este segundo aire debe centrar su discurso, sus propuestas en una lógica ciudadana, no hablar en sede partidaria. Es mucho más que la candidata de un partido, es la opción de cambios con moderación, con crecimiento económico, para miles que quieren que el país retome el rumbo, que quieren prosperidad, seguridad, certezas, mejor calidad de vida y que por el contrario, no quieren descalificaciones permanentes, no quieren intolerancia, no creen que haya que empezar siempre todo de nuevo. Ahí está la tarea. Para ello, Goic tiene fuerza y convicción, en estos días lo demostró, su partido debe acompañarla y no complicarla. Si yo fuera publicista le diría que su slogan de campaña debe ser: "Yo no aflojo".







