La trastienda secreta del debut de Metallica en Chile: un aluvión que casi lo suspende y una batalla campal en Ñuñoa

Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

En su momento de mayor popularidad, los hombres de Master of Puppets se presentaron en mayo de 1993, en el Velódromo del Estadio Nacional ante una audiencia que llenó el recinto pese a la lluvia y los estragos del aluvión en la quebrada de Macul que se había desatado horas antes, y había mantenido el espectáculo en vilo. En charla con Culto, asistentes de la época recuerdan la historia de un show que marcó la era del ascenso del rock pesado a nivel masivo.


Cuando el sonidista Rubén Cartagena comenzó a notar la euforia en algunos de sus compañeros de trabajo, se puso en alerta. Ellos celebraban que habían logrado asegurarse un lugar en el evento que prometía ser el más bullado de ese 1993; el debut en Chile de Metallica, una de las bandas fundamentales para el rock en esos días. “Yo era sonidista en la radio Rock & Pop, que estaba recién empezando desde fines del 92′ -recuerda 29 años después, al teléfono con Culto-. Y le empezaron a llegar credenciales para el concierto a todo el mundo, menos a mí”.

Rápidamente, Cartagena decidió buscar una solución por sí mismo. “Yo decía, ‘oye, pero yo soy el único fan de Metallica acá en la radio’, así que partí hacia la productora Providencia Televisión”, recuerda. Una vez allí, pidió sin más que le dieran un pase. “Les dije ‘yo soy el sonidista de la Rock & Pop, les armé el aviso de Metallica en Chile y no tengo credencial’”. Así la consiguió y se fue de las oficinas sin saber que los giros de la fortuna le permitirían llegar todavía más lejos.

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Por su lado, la productora Providencia Televisión había gestionado la llegada a Santiago de la banda liderada por James Hetfield y Lars Ulrich, con el Nowhere Else to Roam Tour, la tercera parte de una gigantesca gira mundial en apoyo de su exitoso Black Album (1990), que se orientaba hacia mercados menores en los que el grupo no se había presentado como Indonesia, Singapur, Tailandia, y en cuyo tramo sudamericano también incluía escalas en Buenos Aires y Sao Paulo.

Entonces, el grupo gozaba de mucha popularidad gracias al éxito de hits como Enter Sandman y Nothing Else Matters, de alta rotación en radios y TV, lo que le permitió hacerse de un público más transversal. Lo recuerda el crítico y conductor radial, Alfredo Lewin, quien vivió de cerca el evento. “Había un público curioso que iba a ver a Metallica porque era la taquilla, era la banda más exitosa de 1992 mano a mano con Nirvana”.

Por ello se abrió la posibilidad de traerlos. “Se gestionó igual como se hace ahora, el artista decide hacer un tour por Latinoamerica, así que tomamos la fecha e hicimos ese concierto”, recuerda a Culto el entonces director ejecutivo de la productora, Luis Venegas. “A diferencia de hoy en que hay muchos artistas, en esa época eran pocos los de tamaño mundial que podían venir a Chile”, agrega.

En plena transición, el país se habituaba a los grandes espectáculos. Desde fines de los ochentas, shows como el de Rod Stewart, Silvio Rodríguez o los de Amnistía Internacional, habían reinsertado a Chile en el mapa mundial de los conciertos. Pero en lo inmediato, los grupos rockeros en el país tenían dos antecedentes nada halagüeños; el polémico debut de Guns ‘N’ Roses (diciembre de 1992), en que una persona falleció, y la frustrada visita de los ingleses Iron Maiden, a causa de la presión ejercida por el entonces cardenal Jorge Medina.

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La misma productora Providencia Televisión estuvo a cargo de gestionar ambos shows. Pese a las dificultades, aseguran que nunca estuvo en duda que Metallica llegaría a Chile. “Lo de Iron Maiden fue una situación completamente inusual en el mundo”, explica Luis Venegas. Y agrega que no hubo reparos por parte de las autoridades de la época para traer a los hombres de Master of Puppets. Así, el debut se fijó para el martes 4 de mayo en el Velódromo del Estadio Nacional.

Rememorando esos días, el crítico y conductor radial Alfredo Lewin detalla que por entonces existía una mirada más condenatoria hacia el rock. “En 1993, después de un concierto de una banda metal, la prensa siempre se detenía en los detenidos, los heridos, los daños”, explica. “Para Providencia Televisión, a quienes después conocí, debe haber sido un dolor de cabeza y una apuesta, pero no tenían ninguna duda que Metallica iba a funcionar porque habían entendido que el consumo de esta tribu metalera era enorme”.

“Nos están tonteando”

Fue una llamada telefónica la que cambió la vida de los hasta entonces desconocidos Spitfire. Eran una banda de Temuco, formada a comienzos de los noventas por un grupo de amigos. “Hacíamos covers de Europe, Guns, Metallica, pero después empezamos a crear nuestros propios temas. Éramos muy metódicos, ensayábamos todos los días, de domingo a domingo, encerrados en un galpón que nos facilitaron”, recuerda su bajista, Eduardo Cabello, al teléfono con Culto.

Poco a poco el grupo comenzó a tocar en eventos en el sur de Chile, por gestión de Óscar Urra, padre de uno de los integrantes. “Él nos facilitó la parte técnica, en ese tiempo comprar una guitarra eléctrica era casi imposible -recuerda Cabello-. Una vez que vio que el grupo estaba funcionando, nos llevó a Festivales de la voz. Nos empezó a ir bien y él tenía contacto con el director de Providencia Televisión”.

Spitfire, banda de Temuco que teloneó a Metallica en 1993. Posteriormente se disolvieron sin grabar discos oficiales.

“A ellos yo los conocía en Temuco y los invité a tocar. Eran un grupo completamente desconocido, pero talentosos”, recuerda Luis Venegas. Así ocurrió que un día, mientras la banda se encontraba en la casa familiar de uno de los integrantes, llegó una llamada que al principio les sonó increíble. “Óscar nos dijo que habló con la persona de la productora y nos daban dos opciones; telonear a Metallica o a otro grupo, creo que a los Guns. Nos miramos y dijimos ‘nos están tonteando’. Fue súper sorpresivo. No nos detuvimos a analizar a dónde nos íbamos a meter y dijimos que sí nomás”.

Así, comenzaron una exigente rutina de ensayos para estar a la altura del desafío. “Nos preparamos durante todo el verano -recuerda Eduardo Cabello-. En la región y un poco más al sur éramos relativamente conocidos, pero en Santiago no nos conocía nadie”. Ya en la previa del día señalado, el grupo viajó a la capital acompañado por una numerosa comitiva. “El Diario Austral de Temuco mandó a doce periodistas para cubrir el evento. Cuando llegamos, fuimos a programas de TV, a entrevistas en radios”, agrega el músico, hoy radicado en Viña del Mar.

El diluvio que puso en aprietos el show

Hacia el día del debut de Metallica, la productora se ocupó de recibir a la banda y gestionar su permanencia en el país. Allí, Luis Venegas pudo conocerlos. “Se hospedaron en el Hotel Hyatt. Eran súper amables, no eran violentos ni nada. Andaban hasta con sus familias, Kirk Hammett andaba con su esposa. Los llevé a comer a la Quinta Coco”.

Pero a pocas horas del evento, la naturaleza lanzó una poderosa advertencia. La mañana del 3 de mayo, la persistente lluvia caída sobre la región provocó un aluvión en la zona de la Quebrada de Macul. El desastre fue tal, que se cobró la vida de 26 personas, otras ocho resultaron desaparecidas y los damnificados se contaron por miles. La situación sembró la duda sobre la factibilidad del show.

“Fue una lluvia gigantesca, Santiago estuvo parado. Estaba todo inundado, meter los camiones era difícil, fue muy complejo producir un concierto en medio de un diluvio. Estuvo a punto de no hacerse”, recuerda Venegas. “Pero son cosas más en lo anecdótico”, agrega.

Pese a todo, el productor fue consultado por la situación durante la conferencia de prensa que ofrecieron Lars Ulrich y Kirk Hammett en el Hyatt la mañana del 4 de mayo, día del show. “El ejecutivo máximo de Providencia Televisión, Luis Venegas, aseguró a La Tercera que el concierto del grupo Metallica no se suspenderá por factores climáticos”, señala el reporte de la época. Asimismo, la nota destacó la disposición y la amabilidad de los dos músicos para con los medios. “A diferencia de los desagradables Guns ‘N’ Roses, ambos músicos fueron cordiales para contestar y mostraron mucho sentido del humor”.

Archivo Histórico / Cedoc Copesa.

A la misma hora, Alfredo Lewin, por entonces en el espacio televisivo Tritón Music, pudo conversar en un salón del Hotel con el bajista Jason Newsted, quien se había integrado a la banda en 1986 tras la muerte de Cliff Burton. “Él era mi gran ídolo porque yo tocaba bajo en una banda de metal, entonces entrevistarlo fue impresionante. Se había rapado, para nosotros era impresionante verlo en esa cuestión tan punk. Recuerdo que, como inexperto y más como fan, lo jodí mucho con qué se sentía ser el nuevo en Metallica. Pero él, con una paciencia, y por lo tonto de la pregunta, debe haber sentido ese trauma que lo peseguía, y yo dale que dale. Me habló de Cliff Burton, el bajista original, y como se sentía privilegiado por la oportunidad ¡Y también le pregunto por el pelo! como si haberse rapado fuese algo malo”.

“¿Podrían tocar Stone Cold Crazy?”

Horas después, llegaban al Velódromo los primeros asistentes, vestidos con las poleras negras de rigor y las chascas al viento, pese al frío de la jornada. Uno de ellos, Ernesto Bustos, era un joven estudiante de periodismo que caminó desde su casa en Avenida Grecia, hasta el lugar.

“Metallica era súper popular. Yo compré la entrada como a la semana que salieron a la venta, antes no pasaba ese vértigo de ahora que un artista agota todo como a las dos horas -recuerda-. Llegué como a las dos de la tarde a hacer la fila, pero como el día anterior había llovido mucho y fue el aluvión, estaba muy helado ¡hacía un frío tremendo!”.

Pero por sobre todo, Bustos recuerda cómo parte de los jóvenes asistentes se enfrentaron con carabineros en el lugar. “El ambiente estaba súper crispado. Fue tremendo, cuando se formaba la fila por Pedro de Valdivia para comenzar a entrar, los pacos echaban los caballos encima o arrinconaban contra las rejas a todos los tipos chascones. Yo no me metí en nada, pero igual me llegaron un par de palos”.

Los altercados siguieron durante toda la jornada, lo que fue reportado por La Tercera. “Según reseñó el balance de carabineros hubo cuatro heridos, daños en la propiedad privada del sector y un número indeterminado de detenidos en diversos incidentes ocurridos antes, durante y después del concierto metalero”. La publicación además detalló que debió intervenir personal de Fuerzas Especiales de Carabineros debido a la presencia de muchachos que se quedaron sin entrada afuera del recinto y desataron su furia con lo que tuvieron a mano. “Lanzaron piedras a diestra y siniestra y rompieron los parabrisas de numerosos vehículos. También rayaron casas vecinas y levantaron barricadas”. El parte policial detalló un total de 71 detenidos.

Mientras los jóvenes se enfrentaban a los policías en las afueras del Velódromo, Rubén Cartagena llegó con su credencial en mano, la que le permitió acceder al Snake Pit, una suerte de zona vip ubicada cerca del escenario. “De repente aparece una persona del sello entregando los stickers para el meet & greet con la banda. Le ponen a todos, pero se acabaron y no me alcanzaron a poner”, recuerda. Una vez más, se quedó rezagado.

Pero, la fortuna le sonrió. “Marcelo Aldunate, que era el director de la radio, se sacó su sticker y me lo pegó a mí. ‘Tú te lo mereces más que yo’, me dijo”. Así consiguió entrar al encuentro con sus ídolos y pudo fotografiarse con ellos. “Al primero que agarré para una foto fue a James Hetfield, porque es como medio para adentro. Jason Newsted se asomó, pero como se había pelado no lo reconocieron. Me saqué foto con Kirk y después agarré a Lars y en un inglés medio champurreado le dije que yo los seguía desde que estaba en el colegio y le pregunté si iban a tocar Stone Cold Crazy, su versión para el tema de Queen. Entonces Lars me dice que cambiaban el set en todas las presentaciones y en este show no estaba, pero si el público se lo gana podrían tocarlo…”.

Rubén Cartagena junto a Lars Ulrich en el meet&greet

Por su lado, los Spitfire se alistaban para su presentación como teloneros. Pero los problemas no faltaron. “Llegamos allá y nos dimos cuenta que no llevamos ropa para cambiarnos y salir a tocar -recuerda Eduardo Cabello-. Faltaban como dos horas, así que entre amigas y amigos que vivían en Santiago nos conseguimos poleras, pantalones y todo eso”.

Pese a la confianza, los muchachos de Temuco sentían la presión de ser una banda desconocida ante un público que esperaba con ansias la atracción principal, lo que les volvía un potencial chivo expiatorio. “Nos habían contado que a otra banda, creo que Aleste, cuando había sido telonero en otro show los habían llenado de pifias, entonces nos entró el terror”.

Hasta que desde la producción les dieron la señal para subir al escenario. “Nos concentramos solo en hacer el show, tal como lo habíamos preparado, con la adrenalina no tuve tiempo para ponerme nervioso -recuerda Cabello-. Empezamos a tocar nomás, una tras otra, aunque hubo una parada en un momento. No nos dieron ninguna ovación, pero me sorprendió que nos escucharon con respeto, incluso hubo un par de aplausos. Además hubo gente de Temuco que viajó a ver a Metallica, que se juntó para hacer un grupo un poco más grande y apoyarnos”. Tras veinte minutos, la banda logró salir airosa. “Fue un show súper honesto de nuestra parte y la gente entendió eso”.

Una vez que salieron de escena, los Spitfire fueron llevados hasta el Snake Pit, por ello no tuvieron contacto con Metallica, quienes salieron al escenario ante un público que bramó al escuchar la introducción de Enter Sandman, la canción de apertura. “Hola mi amigos (sic), so Metallica is finally here”, saludó el cantante James Hetfield a la audiencia.

Esa noche, ante 13 mil personas según los reportes de prensa, el cuarteto despachó un set de 20 canciones, que incluyó clásicos como Master of Puppets y Creeping Death, además de temas del Black Album como Sad but true y The Unforgiven. “Había como un escepticismo de que Metallica no sonaba bien en vivo, yo recuerdo haber visto muchos VHS de conciertos, pero esa noche sonaron muy bien, espectacular. La gente estaba vuelta loca, no sé por qué, pero en general Chile es una tierra fecunda para el metal”, recuerda Ernesto Bustos.

Por su lado, Rubén Cartagena siguió el show desde el Snake Pit, muy cerca del escenario. “Estaba tan adelante que no escuchaba los parlantes, no sé si escuchaba claro -rememora el hoy dueño de la productora Audio Profesional-. Yo escuchaba los monitores de ellos, la batería directamente, pero sí se notaba que se escuchaba muy pero muy fuerte, si se dice que se escuchó casi hasta la Alameda”.

“Yo estaba en el público general -recuerda Alfredo Lewin-. Fue una visita que dejó una impronta en el metal chileno, aunque para nosotros ya no era una novedad, porque al igual que todo el mundo en 1992 nos conocíamos el Álbum Negro al revés y al derecho y habíamos comulgado con cada disco desde el Master of Puppets, el Garage Days, el And Justice for All, entonces era un antes y un después de la aceptación mainstream de Metallica, y de que hacer una carrera en el metal también te podía llevar a generar niveles de taquilla importante”.

La reseña de La Tercera, escrita por Francisco Villagarán, detalla que en el Velódromo, se pudo ver “una alucinante banda metalera, que irradiaba energía y potencia con sus canciones, y un público entusiasmado que expresaba con singular fervor su felicidad de disfrutar con estos músicos”.

Hacia el final, la banda cerró con la emblemática One y entonces comenzó el clásico ritual de despedida entre los aplausos y vítores de la gente. “Empezaron a tirar las baquetas, las uñetas, y de pronto, se baja Lars les dice a todos: ‘one more’ -recuerda Rubén Cartagena-. Creo que Jason lo miró con fastidio, pero se devolvieron…¡y tocaron Stone Cold Crazy! yo quedé loco, les había pedido esa canción”.

Posteriormente, la banda volvió en cuatro ocasiones (1999, 2010, 2014, 2017), e incluso, con ocasión de su postergado show de abril de 2020, liberó una recopilación exclusiva con lo mejor de esas presentaciones. “Metallica generó un antes y un después en la percepción del metal para las masas, lo que pasó en Chile, fue lo mismo que en Argentina y Brasil -detalla Alfredo Lewin-. Recibirlos era ver a la banda que había ganado Grammys, era una realidad palpable de que el mundo del trash con Slayer, Megadeth, Anthrax, se había convertido en una música súper rentable, eran titanes del rock. Así como había un montón de bandas que querían ser Guns ‘N’ Roses o Pearl Jam, también había un montón de bandas, y las siguen habiendo, que quieren ser Metallica”.

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