La tercera vida de Fernando Díaz: "Si estaba en otro lado, chao, me moría”
El técnico de Coquimbo Unido relata los angustiosos momentos que vivió por una aguda neumonía que incluso le tuvo internado y le obligó a someterse a un drenaje pulmonar. Compara el grave cuadro con el que sufrió en Ecuador en 2000, cuando también estuvo a punto de morir.
Fernando Díaz recupera el habla, después de haber estado un par de días sin poder utilizarla. A veces, en su voz se advierte un poco de cansancio, de ahogo. No es casual. El técnico de Coquimbo Unido viene recuperándose de una neumonía. Probablemente, el diagnóstico a secas no sugiera el nivel de gravedad que, en la práctica, alcanzó la enfermedad que lo afectó desde mediados de abril y que obligó a internarle de urgencia y, después, a someterse a un drenaje en el pulmón derecho. El cuadro todavía le genera contratiempos y, por cierto, inhabilidades para su normal ejercicio profesional. Volver a los entrenamientos o a algún partido, considerando el intenso frío o la humedad de la época, sería, cuando menos, una decisión altamente arriesgada. “Pensé en volver, abrigado, pero el reto que me pegaron no dejó ninguna posibilidad de ir a los partidos. Me amarraron a la cama. Pensé ir a Paraguay por tierra también, pero los doctores me dijeron que era imposible”, reconoce a El Deportivo.
“Ni siquiera puedo subirme a un avión”, lamenta el estratega pirata respecto de la imposibilidad de acompañar a sus dirigidos en los duelos del Campeonato Nacional y la Copa Sudamericana. Por cierto, no se resigna a dejar de ejercer sus funciones. De hecho, ha buscado la forma de mantenerse contactado con sus colaboradores y con los jugadores. Incluso lo hizo desde el hospital San Pablo, donde estuvo internado. “Tengo una neumonía, pero no me di cuenta. Duele la cabeza, pero te recuperas, un dolor de cuerpo y no pescas. Me cambiaba cuatro veces de polera en la noche. Solo el último día me pusieron una inyección, porque me dolía el cuerpo”, relata. “Se inflama el tórax, presiona el pulmón y te vas quedando sin aire. Empiezan a bajar las funciones, cuesta respirar. Se me infectó el pulmón derecho”, agrega.
El milagro
La situación que enfrentó fue angustiosa. “Me estaba cambiando de ropa y no me podía mover. Me desesperé. Alcancé a llamar al doctor (Rodrigo) Araya. Me tomó los signos vitales y me dijo ‘al hospital, al tiro’. Llegamos en cinco minutos. El doctor llamó a urgencia. Me esperaron con silla de ruedas. Si estaba en otro lado, chao, me moría. Es una bendición que hayan estado ahí las personas que me ayudaron”, recuerda.
Lo que vino no fue mejor. “Después del shock estuve tres días en la UTI. Lo pasé pésimo No podía moverme. Todo se me inflamó. Al tercer día, mejoré un poco. Al cuarto me mandan a la cama normal. Respiraba poco, me cansaba. Al quinto, tratamiento en la casa. Luego, en el control, al que voy normal, se ve que tenía líquido en el pulmón. Eso puede generar otra infección. Había que sacarlo ese día. Estaba Sebastián Trujillo, capo en broncopulmonar. Ahí me hacen un procedimiento, dos incisiones. Usan cámaras y limpian el pulmón para recuperar la capacidad. Me dejaron en el hospital, con drenaje, antibiótico a la vena. Ayer me sacaron el segundo y me mandaron para la casa. Ahora tengo dos días de recuperación. El miércoles empiezo con trabajo kinésico. Y 12 días más de antibióticos”, describe, respecto de un tratamiento que tiene para un largo rato.
Su familia vivió momentos angustiosos. “Lo pasaron mal, porque pudo haber consecuencias más graves. Al hospital, llegaron mi mujer y mi hija. Cuando sale de ahí, mi hija le dice a mi hijo que se viniera antes, ‘porque el papá está mal’. Uno no se da cuenta de eso. Se entera después de lo difícil que fue”, profundiza.
El Nano valora la nueva oportunidad que le brinda la vida. La tercera en rigor. “Es segunda vez que me pasa que me vida esté en peligro. En 2000, siendo ayudante de Pellegrini, tuve un choque en Quito. Sufrí tres fracturas craneanas. El médico me dijo que la gente se muere con una. De esa vez, de lo único que me acuerdo es de la voz del cirujano, que me hablaba del riesgo vital. Del peligro de operarme. ‘Si se le va el aire, lo opero’, decía refiriéndose a la cabeza. Esa noche no me moví. ‘Yo creo en los milagros’, me dijo. Y al día siguiente mejoré un poco. Estuve 15 días en la clínica. Uno aprieta los dientes y piensa en que tiene que salir. Las dos veces me ha pasado lo mismo. Uno piensa en no entregarse, nunca”, enfatiza.
Ahora, de todas formas, admite que el cuadro respiratorio que aún le complica pudo haberse evitado. “Si hubiese ido al médico y me daban tratamiento, pero uno se hace el valiente. Y no, pues. No es lo que corresponde. Hay que darse el tiempo de ir al médico, de recuperarse. Si dejas avanzar, pasa esto. Lo que me pasó”, sentencia.
Apoyo total
Díaz agradece la atención de todos. “El club se ha portado excelente. El hospital San Pablo, lo mismo. La gente, una maravilla. Llegaron hinchas al hospital. Un señor estuvo parado tres horas afuera con un cartel de apoyo. El gesto de los jugadores, el del lienzo de apoyo fue maravilloso”, valora. “El cariño de la gente, dentro de lo malo, fue lo mejor. Vi mensajes que no he contestado, porque no he alcanzado, son muchos. De gente del fútbol, amigos, periodistas. Sobre todo cuando se empezaron a dar cuenta de que era más que una neumonía. Desde el extranjero, lo mismo. Esa fuerza, ese cariño me ayudó mucho. La gente de Coquimbo ha sido espectacular. Hubo cadenas de oración. Solo puedo estar agradecido”, apunta.
Luego, describe cómo se las ingenió para mantenerse enterado del rendimiento del equipo y para participar en las decisiones. “Nunca perdí contacto con Esteban González. Siempre intercambiamos opiniones. Hablábamos de fútbol, del plan de juego para los partidos y Esteban siguió todo lo que hacemos normalmente. Lo mismo el PF, los médicos. La diferencia es que no estoy en la cancha. Esteban me informa de lo que pasa. Lo conversamos”, explica. González, el ayudante técnico, le visitó todos los días en el recinto hospitalario.
En la práctica, intentó siempre mantenerse conectado con la actividad. “Al segundo día, ya estaba viendo fútbol. De hecho, era mi entretención. Con los jugadores, mucho WhatsApp. Primero fue por los mensajes de cariño, de preocupación por mi salud. Luego eran sugerencias antes de los partidos. El técnico Fernando Díaz nunca dejó de funcionar”, sentencia.
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