Elisa Guerra: “¿Por qué los chicos se van de la escuela? Porque no hay nada allí que les llame, que les interese, que les haga quedarse”

La educadora mexicana Elisa Guerra.

Premiada por su enfoque innovador, la educadora mexicana fue parte de una comisión internacional convocada por la Unesco para reimaginar la escuela. Invitada al Festival Puerto de Ideas, acá habla de la crisis del modelo educativo y el efecto que tuvo la pandemia.


En los últimos 30 años, la expansión de la educación en el mundo alcanzó niveles sin precedentes. Según datos de Unesco, en 2020, con una población de 8.000 millones de personas, la tasa de alfabetización llegó al 86%. Un logro histórico: en ningún otro momento la humanidad fue tan educada. “Pero cobertura no significa calidad”, observa Elisa Guerra, máster en Educación de la Universidad de Harvard y dos veces finalista del Global Teacher Award. Si se observan los índices con más detalle, aparecen los números en rojo.

-Hay cifras alarmantes, desde antes de la pandemia, de cómo en países de ingresos medios y bajos uno de cada dos chicos de 10 años no podía comprender un texto simple, o sea, podía descifrarlo, pero no lo podía comprender. El informe PISA nos sigue diciendo que por lo menos en Latinoamérica, igualmente, uno de cada dos chicos de 15 años todavía están en los niveles más bajos de comprensión lectora.

Fundadora de los colegios Villa Filadelfia en México, Elisa Guerra se ha dedicado a impulsar la educación innovadora desde edades tempranas, en especial la lectura. En 2015 fue premiada como la mejor educadora de América Latina por el BID, y en 2019 la Unesco la convocó a participar en una comisión internacional, integrada por 17 personas, para repensar la educación al 2050.

El grupo lo integraban desde científicos y filósofos hasta una expresidenta. La comisión elaboró el informe Reimaginar nuestros futuros juntos: un nuevo contrato social para la escuela (2020). El reporte subraya “la necesidad de reimaginar la escuela, pensando que no todo lo que hacemos tendría que desecharse, que hay cosas valiosas que podemos conservar, que sí hay cosas, sin embargo, que tendríamos que desechar, y que hay otras que simplemente necesitamos ajustar o refrescar de manera creativa”, dice Elisa Guerra, quien ofrecerá una clase magistral en el Festival Puerto de Ideas Valparaíso el próximo sábado 11.

-El modelo de escuela que tenemos es un modelo pensado en la época posindustrial, un modelo como de educación en serie. En primer año de primaria estos son los contenidos, en segundo estos otros, en tercero…, y las maestras nos vamos pasando a los niños como si fuéramos trabajadoras de esta línea de producción. Imagina tú si en una fábrica la mitad de los productos no alcanzan el nivel esperado. La comparación es muy burda, los niños no son muebles, la educación es una labor principalmente artesanal. Pero la cosa es que la escuela les ha fallado a los niños, porque cuando la mitad de tus estudiantes no logran estos contenidos mínimos, no les puedes echar la culpa a los estudiantes.

¿Cuánto más se agravó esta situación con la pandemia?

Después de la pandemia se espera que esa cifra sea siete de cada 10, imagínate, siete de cada 10 niños que no entienden. En el mundo, considerando también los países de ingresos medios y altos, la cifra es más bien la cuarta parte, un 25%.

En Chile la pandemia generó un rezago muy significativo en los estudiantes, ¿cuál fue el impacto en la región?

Hay diferentes datos internacionales que apuntan a que el rezago educativo fue en el mejor de los casos de un año, en el peor, de dos años o incluso más. A mí me preocupa profundamente este tema del rezago, porque se ha creído en muchas instancias que la solución es más de lo que hacíamos antes, más horas, más días, pero a final de cuentas es más de lo mismo que desde antes de la pandemia no funcionaba. Y, por supuesto, estoy completamente de acuerdo en que hubo algunos sectores que se afectaron más que otros y tuvo que ver mucho con la inequidad, con la dificultad de los accesos a la tecnología. Pero aún entre quienes tenían acceso a la tecnología, creíamos que les estábamos haciendo llegar la educación, pero ¿realmente era educar o era más bien distribuir contenidos? ¿Cómo sabíamos que los chicos que estaban al otro lado de la pantalla estaban recibiendo y aprovechando lo que les estábamos compartiendo en ese momento? O sea, distribución de contenidos no es propiamente educar. Pero aún en los chicos que tenían la facilidad de conectarse, se dio otro fenómeno: no sabían qué hacer. No podían tomar las riendas de su propio aprendizaje. Si no estaba el docente al lado de ellos, junto a su escritorio, diciéndoles en esta página, aquí, en este renglón, se perdían. Era muy fácil que se dispersaran. Y yo creo que eso tiene que ver con la comprensión lectora y la manera cómo les hemos enseñado a leer, pero también con la manera cómo los hemos educado. Los hemos educado a esperar la orden del maestro, de qué hay que hacer, a qué hora, con qué tipo de letra, con qué color, y cuando ellos tienen que tomar decisiones, no son capaces de hacerlo. Entonces, hay que reimaginar la escuela para darles oportunidad a los chicos de que se conviertan en gestores de su propio aprendizaje.

¿Qué puede significar ese retardo a futuro?

Dentro de todo esto me preocupan principalmente dos grandes grupos de estudiantes. Uno, los niños que estaban en el momento en que iban a aprender a leer, porque si de por sí ya es tarde para mí a los seis años, si se retrasó eso a los ocho años, si no tenían la fortuna de que los padres tuvieran el tiempo y la disposición para hacerlo con ellos, ese puede ser un costo a largo plazo muy elevado.

¿Podría darse una generación con más dificultades de comprensión del mundo?

Claro, mucho del conocimiento del mundo lo adquirimos a través de lo que leemos, y también de la manera cómo leemos. Una persona que no tiene buena comprensión lectora es mucho más fácil que caiga presa de la desinformación y de la interpretación que otros hagan de la información. Sí, creo que potencialmente podríamos enfrentarnos a una generación, no quiero decir perdida, pero sí una generación más vulnerable en ese sentido. Pero creo que incluso para los chicos afectados por el aprendizaje de la lectura en la pandemia, y para ese 50% que no aprendió a leer con comprensión incluso desde antes, de todos modos con ellos hay cosas que se pueden hacer. Claro, nos va a requerir un mayor esfuerzo, es más difícil remediar que prevenir, pero lo que menos quisiera yo es decir, bueno, ya, qué pena me da el caso de estos chicos, no podemos hacer nada, ¡claro que podemos hacer algo!

Tras la pandemia se ha visto también otro fenómeno: un aumento en el ausentismo y en la deserción escolar.

Bueno, el otro grupo al que me refería son los adolescentes a los que la falta de interacción social es especialmente sensible, ellos la necesitan de una manera mucho más tangible que el resto de los estudiantes. Los adolescentes, por la etapa de desarrollo en la que están, se validan mucho a través del contacto social. Les quitamos el contacto social por las restricciones sanitarias, y se ha visto un incremento en la depresión entre los adolescentes. Eso también pudo haber implicado la deserción escolar en algunos de ellos. Así como hubo incremento en la ansiedad en los adultos, en el caso de los adolescentes fue la depresión. ¿Cómo les va a afectar? Ahí también hay otra banderita roja para estos muchachos. La generación también está en riesgo.

¿En los niveles de deserción, sobre todo en ambientes menos privilegiados, habrá también algo de decepción, en el sentido de que la escuela al final no va a cumplir la promesa de sacarlos de la pobreza?

Yo creo que la educación es la manera por excelencia para el mejoramiento humano. En la educación recae gran peso de esto. La crisis que tenemos de deserción escolar es en buena medida, pero no exclusivamente, una crisis de relevancia. ¿Por qué se van los chicos de la escuela? Por muchas razones, una de ellas es porque no hay nada en la escuela que les llame, que les interese, que los haga quedarse. En algunos casos sí, sí que la hay, pero el problema ocurre porque tienen que salir a ganar el sustento. Ahí el problema no es la escuela, sino los factores asociados al contexto específico de cada estudiante. Ese es un problema que si bien la escuela no puede resolver por sí misma, como sociedad estamos obligados a resolverlo. Ningún joven, ningún niño, tendría que dejar los estudios por falta de recursos. Jamás. Es completamente inaceptable. Pero aun suponiendo que logramos resolver el asunto, antes de la pandemia, por lo menos, uno de los mayores avances de la educación a nivel mundial es la cobertura escolar. Pero ¿qué crees? Que cobertura no significa calidad. Que tener a todos los niños en la escuela no significa que todos los niños están aprendiendo. Estar en la escuela no es sinónimo de aprender. Qué paradoja. Y ahí es donde viene lo que tú dices, si la escuela está realmente cumpliendo. Yo no puedo generalizar, pero sí creo que una proporción importante de las escuelas está fallándoles a los niños. Y para ser muy justos, siento que la sociedad está fallándole a la escuela. Y le está dejando una labor que no le compete solamente a la escuela, que nos compete a todos de diferentes maneras, está dejando que el peso recaiga en la escuela. Porque ahora resulta que la escuela es la culpable de todas las desgracias sociales que tenemos, porque no los educamos bien. Hay criminalidad, ¿qué les enseñaron en la escuela? No saben leer, ¿qué les enseñaron en la escuela? Hay divisiones, ¿qué les enseñaron en la escuela? Oigan, no todo es culpa de la escuela tampoco. Necesitamos una mirada más integral. Hay una tarea que nace desde la familia y desde el Estado, ¿no es cierto?

Usted ha hablado de la Cuarta Revolución Industrial, en alusión al mundo digital. ¿La aparición del ChatGPT qué implicancias tiene para la educación?

No sé por qué nos hemos comprado esta idea de que la tecnología es un monstruo de siete cabezas que tenemos que domar o que nos va a acabar devorando, como si fuera algo que está fuera de nuestro control. Pero la realidad es que los seres humanos creamos la tecnología y deberíamos también crear las reglas para regularla, de manera que sirva a los intereses del desarrollo humano. Y esto no quiere decir que necesariamente esté peleado con la libre empresa, simplemente establecer las reglas del juego para que se maximicen las ganancias y se minimicen los posibles daños. La renuencia contra las cosas nuevas no es nueva. Y ya desde Sócrates, cuando recién empezaban a aparecer los libros, se quejaba amargamente de que cualquier tonto iba a poder tener acceso al conocimiento simplemente abriendo un libro. ¿Dónde iba a quedar el poder del cerebro humano si ahora todo te lo iba a decir un libro? Cuando escucho esas voces que dicen que la tecnología va a acabar sustituyendo a los docentes, de pronto creo que estoy escuchando todavía a Sócrates en ese sentido. No creo que la tecnología vaya a reemplazar a los docentes, pero hay una frase muy interesante de Michael Trucano, que es especialista en educación y tecnología del Banco Mundial, y desde antes de la pandemia decía: la tecnología no va a reemplazar a los docentes, pero los docentes que sí usan la tecnología van a acabar reemplazando a los docentes que no la usan. Pero hay una diferencia importante, finalmente la tecnología es una plataforma, es el micrófono para amplificar tu voz. Muchos pensábamos que simplemente con subir tu clase al internet ya eras tecnológica, pero una mala clase, si la subes al internet no se convierte mágicamente en buena. Entonces hay que tener una buena pedagogía, y después pensar en amplificarla con la tecnología. Y con todo este asunto del ChatGPT hay gente que ha dicho, es que ahora los estudiantes pueden pedirle el ensayo al chat. Y todos estamos corriendo como gallinas sin cabeza por lo que va a suceder. ¿Sabes qué? Yo creo que, efectivamente, este tipo de inteligencia va a darle al traste con la manera que tenemos de educar. ¡Y qué bueno! ¡Qué bueno! Porque ahora habrá que pensar en otras maneras de conseguir que nuestros chicos piensen y se desarrollen.

Usted ha dicho que todos los niños tienen la semilla de la genialidad. ¿Cuáles son los principios que deberían guiar una buena educación?

Hay una investigadora de la Universidad de Stanford, Carol Dweck, cuyas investigaciones señalan que los estudiantes que creen que pueden incrementar su inteligencia, que pueden mejorar sus resultados, son los que lo logran. Cuando creemos que todos nacemos con una dotación de inteligencia y que no hay mucho que podamos hacer al respecto, y cuando los docentes tienen también esa mentalidad con respecto a sus estudiantes, estamos enfrascados en un círculo vicioso del cual es muy difícil salir. Entonces lo primero es decir todos tienen la semilla de la genialidad. Los estudiantes y también los docentes tienen un enorme potencial. Yo creo que la labor final de la escuela, la labor más importante, es ayudar a nuestros niños y jóvenes a que se conviertan en altamente capaces y al mismo tiempo profundamente humanos. Eso es la educación para la ciudadanía global. Y en épocas como las que estamos viviendo hoy, con una guerra en Europa, otra guerra en Medio Oriente, con enormes problemas en cuanto a la migración forzada por la violencia o por el cambio climático, necesitamos personas que sean altamente capaces, que sepan qué hacer y cómo seguirse desarrollando, pero al mismo tiempo profundamente humanos, que puedan tomar una perspectiva respetuosa, incluyente, asertiva, para ir resolviendo los problemas en el mundo.

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