Los pasos adelantados de las científicas chilenas

Biodiversidad, tecnología, física, astronomía y neurociencias: los ámbitos de Juliana Vianna, Claudia López, Barbarita Lara, Francisca Garay, Laura Pérez y Florencia Álamos.

De la física de partículas a la detección de cardiopatías prenatales con IA; de la formación de los planetas al uso de la robótica educativa, seis mujeres dedicadas a la investigación en Chile coincidieron en el Congreso Futuro, donde procuraron acercar al gran público los alcances de un trabajo que habitualmente no tiene gran resonancia en los medios. También, consultadas por La Tercera, abordaron los desafíos disciplinares y los sesgos de género, que no dejan de estar presentes en sus respectivos ámbitos.


Juliana Vianna: “Quiero entender los procesos evolutivos”

Brasileña afincada en Chile desde hace más de 20 años, Juliana Vianna expuso en el Congreso Futuro sobre los genes de pingüinos como conservadores de la biodiversidad. “Nuestro laboratorio trabaja con la genómica para entender procesos evolutivos como diversificación de especies, diferencias poblacionales y adaptativas, especialmente en climas extremos, como la Antártica, con una aplicación importante no solo al conocimiento, sino también a la conservación de especies de vertebrados”, explica la profesora asociada de la Facultad de Ciencias Biológicas de la UC.

En su exposición del viernes 19, la también investigadora del Laboratorio de Diversidad Molecular abordó sus estudios en pingüinos y otras especies. Son estos últimos los que supusieron, en su caso, un viaje a la Antártica, el examen de ejemplares de pingüino emperador y la posterior secuenciación de su genoma, de modo de obtener información esencial para comprender el pasado y presente de la especie, así como para tomar decisiones respecto de su futuro: el tipo de historia que saca a los investigadores de su ámbito “natural” y los lleva a páginas de prensa y pantallas de TV. En la ocasión, igualmente, mencionó el proyecto “1.000 genomas”, que pretende “secuenciar la biodiversidad chilena en una interacción con la ciudadanía”.

La genómica es lo suyo, y un ítem central de este campo multidisciplinario es la bioinformática, que requiere gran capacidad computacional y mucho tiempo de análisis de datos. En este ámbito, la IA “ha estado remplazando métodos bioinformáticos más tradicionales generando resultados de forma más rápida y más eficiente, ayudando a recorrer el largo camino que permite conocer genes y sus variantes (alelos) que permiten la supervivencia de una especie.

En cuestiones sexogenéricas, por otra parte, considera Vianna que la menor participación femenina en ciencia “significa una pérdida de la capacidad intelectual que podría estar aportando a temas complejos y urgentes, como cambio climático y sus consecuencias”. Las mujeres también aportan, a su juicio, “una forma diferente de ver”, ya sea en terreno o en laboratorio, en análisis bioinformáticos. Eso sí, “falta mucho por lograr: en la academia está probado que las mujeres están casi igual en números que los hombres hasta los posgrados, pero cuando deben ser contratadas, hay un cambio significativo; por eso es importante que haya comisiones con paridad en las selecciones”. Todo ello sin olvidar “el acoso y discriminación a diario, y si es en terreno en lugares aislados, puede ser aún peor; también las diferencias salariales”.

Barbarita Lara: “Lo que estoy buscando es salvar vidas”

La vida de Barbarita Lara dio un vuelco inesperado en 2022. Con un embarazo de nueve meses, la ingeniera civil informática trabajaba en un nuevo proyecto mientras esperaba a su segundo hijo. Max nació en octubre, aparentemente sano, pero en la última revisión los médicos descubrieron una cardiopatía congénita. “Me dijeron que el niño estaba con 50% de saturación de oxígeno en la sangre, y si no resistía un medicamento podía morir. A los 15 días lo operaron a corazón abierto. Gracias a Dios está bien. Él es un milagro, y me conectó con hacer tecnología con propósito”, cuenta.

Creadora del SIE, un revolucionario sistema de información de emergencia que se transmite por ondas de radio, Lara fue reconocida por el MIT como una de las innovadoras sub 35. CEO de Emercom, “mamá inventora, girosintornillos”, tras el nacimiento de Max reorientó su trabajo: “¿Para qué estamos acá? ¿Para qué tanta inteligencia artificial? Es para sanar, es para prevenir”, dice. Actualmente, con su equipo de la UNAB trabaja en “una plataforma de IA que permite detectar las cardiopatías congénitas de forma prenatal, para que nadie pase lo que nosotros tuvimos que vivir”, cuenta. “La tecnología actual permite detectar un 30% de cardiopatías prenatales, con la IA puede subir al 95%”.

Igualmente, trabaja en el desarrollo de gemelos digitales “para tener, por ejemplo, el clon de tu corazón y tu patología y poder simular qué va a pasar con un procedimiento sin tener que hacer ese procedimiento para reducir el riesgo médico”.

“Cuando la IA se enfoca en hacer el bien, es muy potente. Pero una IA descontrolada puede hacer mucho daño. Tenemos que tener esta conversación, ver los problemas y no quedarnos con el miedo. La tecnología salvó la vida de mi hijo, yo tengo esperanzas; podemos usar la creatividad y la innovación para sanar a otras personas. Lo que yo estoy buscando es que podamos salvar vidas”, dice.

La investigadora ha sido una gran impulsora de la participación de mujeres en las carreras STEM. “Siento que todas las carreras en el futuro van a ser STEM. De alguna manera van a tener ciencia, tecnología, ingeniería, matemática, lo que es muy bueno. Todavía hay desigualdad de género en la ciencia, pero veo cómo más mujeres se están integrando. Y eso es muy bueno, no solo porque sean mujeres, sino porque mientras más diversidad hay, mejores soluciones vamos a encontrar”.

Francisca Garay: el propósito de saber “de qué está hecho todo”

“No solo veo mayor participación de mujeres: veo más participación en general”.

Francisca Garay Walls, investigadora del Instituto de Física de la UC, soñaba de niña ser astrónoma, pero finalmente descubrió la física de partículas, que desde otro lugar se hacía cargo de las mismas preguntas que buscaba responder. En este ámbito resalta su participación en uno de los experimentos más importantes de las últimas décadas: el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el acelerador de partículas más grande y de mayor energía que se haya construido.

Su charla del viernes 19 en el Congreso Futuro -”Los Legos del Universo”- abordó los bloques fundamentales de la materia (al nivel más pequeño) y su interacción: básicamente, “de qué está hecho todo”. Sus contribuciones principales en este ámbito, piensa, están ligadas a su participación en el experimento ATLAS, en torno a uno de los siete detectores de partículas construidos en el LHC. A través de análisis de los datos tomados allí, agrega: “He contribuido en la física del bosón de Higgs, también construyendo detectores nuevos para el experimento y, ahora, en búsqueda de [una] nueva física”.

Su área de especialización, plantea, nos ayuda a comprender de qué estamos hechos: “Básicamente, queremos obtener la ‘tabla periódica’ de las piezas fundamentales (...) Para acceder a ello, tenemos que recrear lo que había muy pocos instantes después del big bang (cuando las partículas andaban sueltas), y eso se hace con máquinas como el LHC”. En este ámbito, la investigadora se vale de algoritmos de aprendizaje de máquinas, rama de la inteligencia artificial que la ayuda a “distinguir en la inmensa cantidad de datos la señal que quiero encontrar o explorar”. En esto, “los algoritmos pueden ser muy buenos si los sabes manejar”.

Florencia Álamos: “Los científicos tienen que salir de los laboratorios”

Cuando investigaba en el laboratorio, sentía que tenía que compartir ese conocimiento. Con ese propósito, Florencia Álamos y un grupo de compañeros de doctorado en neurociencias fundaron Ciencia Impacta, que busca ser un puente con la sociedad a través de talleres y proyectos de divulgación como la webserie Cerebro sin filtro. Investigadora del Centro Interdisciplinario y de Neurociencias UC, actualmente dirige RIEN, un innovador proyecto educativo en escuelas de sectores vulnerables.

“RIEN quiere decir robótica integral educativa y neurociencia. Es un proyecto que busca usar la robótica para fomentar una educación mucho más integral, donde haya colaboración, empatía, ética; donde los niños vuelvan a creer en sus capacidades”, dice.

Surgido de la academia, RIEN cuenta con el apoyo de Fundación Mustakis y Fundación Kiri, de la que Álamos es cofundadora y directora ejecutiva. El proyecto considera dos etapas: la realización de talleres de robótica educativa para estudiantes, acompañados de capacitación para profesores, y una segunda etapa que busca medir el impacto en sus vidas en distintas dimensiones.

“Queremos seguirlo a lo largo de sus trayectorias, a lo largo de la vida y ver cómo impacta en la cognición, en el desarrollo emocional, social y en el funcionamiento del cerebro”, dice Florencia Alamos.

El plan piloto tuvo 500 alumnos de 24 escuelas, con resultados alentadores. Ahora darán inicio al programa en tres colegios de Maipú. “Es un programa educativo donde hay clases de robótica integral. Los niños van aprendiendo de la tecnología, pero el fin último no es solo eso: el fin último es que en cada una de las clases ellos aprenden competencias que son críticas: aprenden a colaborar, a ser resilientes, a ser tolerantes a la frustración. Es como un currículum paralelo, y para nosotros es lo más importante. La tecnología es un medio para alcanzarlo”, subraya.

“Creo mucho en que los científicos tienen que salir de los laboratorios”, dice la investigadora, quien también coordina la mesa Educación del Futuro del Senado. Para ella, es necesario abrir la discusión en torno a la IA y “el primer paso es ponerlo en el debate”.

Desde la neurociencia, Alamos ha enfrentado “el nerosexismo, estas creencias arraigadas en que hay determinismos biológicos que indicarían que hay cerebros de hombre y cerebro de mujer, pero no es cierto. Nosotros queremos romper esas barreras”.

Laura Pérez: camino a entender la evolución de nuestro planeta

Académica del Departamento de Astronomía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. de Chile, Laura Pérez expuso en el Congreso Futuro sobre los enigmas de la formación planetaria; sobre “cómo hemos ido avanzando en el tiempo para responder a algunos de ellos, y cómo una pregunta se termina convirtiendo en muchas más”. La idea, dice, es “aportar entendimiento a la evolución del planeta en que vivimos”.

El problema de la formación planetaria, explica, “es que ocurre en condiciones que no podemos replicar fácilmente en la Tierra”, pero “podemos observar estos procesos en otras estrellas mientras se están formando”. Es ahí donde hay gases y sólidos que llegarán, posiblemente, a formar planetas. Pero no es fácil que estos últimos se aglomeren y que se cree un núcleo de un planeta gaseoso o un planeta rocoso.

En esta tarea de descubrimiento se sirve de herramientas como la IA, ya de uso común en astronomía. Pérez ejemplifica con el telescopio Vera Rubin, que observará el cielo de manera casi constante y generará una gran cantidad de datos que solo se pueden procesar con inteligencia artificial. No poco entusiasmo deja ver acá esta “buscadora de planetas”, ganadora en 2023 del reputado New Horizon Prize in Physics. Eso sí, es consciente de que “en algunas disciplinas de las ciencias hay un gran desbalance de género”. A nivel de estudiantes de pre y posgrado, observa, en Chile “estamos mucho más balanceados en género, pero mientras más avanzas en la carrera, más desbalance hay, con muchas menos mujeres en cargos permanentes, ya sea profesoras universitarias o astrónomas en observatorios”. De a poco, cree y espera, “las nuevas generaciones, que están más equiparadas, irán mejorando el balance”. Porque, al final, “lo que queremos es evaluar la calidad científica de una propuesta, no el género del científico o la científica”.

Claudia López: “Las IA pueden reproducir discriminaciones históricas”

Si la IA es desarrollada por seres humanos, la IA no es neutra, piensa Claudia López. Ingeniera informática de la U. Federico Santa María (USM) y doctora en Ciencias de la Información por la U. de Pittsburgh, la investigadora del Centro Nacional de Inteligencia Artificial dice que “es razonable alejarse de la idea que las IA son solo técnicas: son sociotécnicas, suceden en un contexto social, las hacemos y usamos personas”. Convencida de que el ser humano debe ser el centro de la tecnología, se ha especializado en la investigación en torno a las relaciones entre personas e inteligencias artificiales. Y subraya el plural: “No hay una, hay muchas inteligencias artificiales”.

En su trabajo ha puesto especial atención a las limitaciones de las IA. “Las IA que utilizan maching learning aprenden de los datos del pasado, y pueden producir modelos que reproduzcan las discriminaciones históricas de género, socioeconómicas, etc.”, dice. “Hay suficiente evidencia de IA que han generado daño”, agrega.

Menciona sistemas de selección de personal automatizados en Estados Unidos que discriminaban mujeres, o modelos utilizados en el sistema de justicia que buscaban predecir el nivel de reincidencia criminal. “El algoritmo les sugería a los jueces el nivel de riesgo de reincidencia. Y se demostró que el algoritmo sobreestimó el nivel de riesgo de las personas de piel oscura. Eso respondía a que en Estados Unidos se encarcela más a gente de piel oscura. También se han dado casos de discriminación en sistemas de reconocimiento facial: gente de piel oscura detenida por una mala identificación de la máquina”.

A partir de esas experiencias se han establecido auditorías algorítmicas y se han creado estrategias de mitigación. Claudia López resalta la necesidad de evaluar y avanzar en procesos de retroalimentación. “Si la IA aprende formas de discriminar, vamos a permitir nuevas injusticias, y eso podría dificultar el acceso en igualdad de condiciones a la educación, el trabajo o la salud”.

En este sentido, la investigadora considera esencial la transparencia de los datos y el rol de la ciudadanía, no solo de las autoridades. “Los usuarios pueden ayudar a moldear las IA. El rol de la ciudadanía es esencial para decidir cómo vamos a utilizarla”.

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