El chileno que fue dueño de la Luna

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El hombre llegó a la Luna un 20 de julio de 1969. Pero Jenaro Gajardo Vera ya había inscrito como suyo al satélite natural en 1954.


Más de una década antes de que el hombre pusiera un pie sobre la Luna, antes de que Neil Armstrong proclamara que estaba dando un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad, la bandera chilena reclamaba el territorio lunar. O al menos así lo sostenía Jenaro Gajardo Vera, un abogado que se proclamó como su dueño legítimo en 1954.

Creador de la "Sociedad Telescópica Interplanetaria" en Talca, que entre sus objetivos realmente contemplaba la formación de un comité de recepción para los primeros visitantes extraterrestres, Gajardo por más de cuatro décadas reclamó tener un título de propiedad, inscrito ante el Conservador de Bienes Raíces de su ciudad, que dejaba constancia de su derecho sobre el satélite natural.

El abogado pudo concretar su insólita petición oficial porque la ley chilena permitía solicitar un título sobre una propiedad no reclamada. "El conservador me dijo: sabes Gajardo, la Luna tiene dimensiones, tiene deslindes y pertenece a La Tierra, tú coloca los avisos y si nadie se opone, yo te doy la inscripción", explicó en conversación con Don Francisco en octubre de 1989.

A partir de ahí, el abogado publicó un anuncio en un periódico local por tres días y por un mes esperó por un eventual reclamo de otra persona que estuviese en contra de su petición. Como nadie lo hizo, gastó 42 mil pesos para inscribir la escritura y concretó las publicaciones necesarias en el Diario Oficial.

"Un montón de gente dice que estoy loco, pero nadie hasta ahora me ha dicho que soy estúpido", sostenía Gajardo a The Evening Independent en 1969.

Dueño por exigencia

El origen de la reclamación de Gajardo fue un conflicto con el Club Social de Talca, que le exigió tener un título de propiedad para poder ser parte de su exclusiva agrupación. Ante la imposibilidad real de concretarlo, Gajardo decidió inscribir a la luna y obtener su membresía.

Pero Jenaro Gajardo, quien también se definía como poeta, tenía otra explicación para su reclamo según contó en Sábado Gigante: "No me agrada la gente que habita el planeta tierra. No me gusta que no hayamos podido eliminar el odio, la envidia, la maledicencia, el rencor".

https://www.youtube.com/watch?v=2LW-N4OCWwE

El hombre en la Luna

Jenaro Gajardo siempre aseguró que el agregado cultural de Estados Unidos en Chile a fines de la década de 1960, le entregó un mensaje del ex Presidente Richard Nixon en la antesala de la misión del Apolo 11.

La solicitud de Estados Unidos, comentaba el abogado, buscaba permitir que el hombre llegara al satélite natural. Obviamente no existió reparo de parte de Gajardo ante la solicitud, que no era formal y se habría gestado como una particularidad ante la repercusión de su reclamación a nivel internacional.

"En ese tiempo nunca pensé que un hombre llegaría a la Luna tan pronto, pensé que no llegaríamos antes del año 2000", sostuvo Gajardo en 1969 ante la llega del Hombre a la Luna.

Un problema de impuestos

Pero la reclamación también trajo un particular problema para el abogado, ya que entre sus anécdotas sostenía que el Servicio de Impuestos Internos lo contactó por lo tributos que supuestamente adeudaba al Estado por ser dueño del satélite natural.

"Me sorprendieron, mi secretario me dijo que del SII querían hablar conmigo. Entraron dos señores y me dijeron que tenían mi declaración, que les correspondía por su sector y que yo no había declarado, que había evasión de impuestos, un delito. Me sorprendieron,  pero se me ocurre decirles: No nos vamos a complicar la vida, ¿ustedes van a tasar la luna? Y una vez que la tasen...", comentó Gajardo ante Don Francisco.

https://www.youtube.com/watch?v=4XKx6Odrs00&spfreload=10

Gajardo murió en 1998 y según su testamento, el satélite natural fue heredado a sus compatriotas. "Dejo a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas", proclamó como legado de una reclamación de propiedad que nunca catalogó como algo material. Lo suyo iba más allá. Lo suyo era, según proclamaba, un acto poético.

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