Celulares en las aulas: ¿Prohibición o transformación educativa?

Somos la escuela y los docentes quienes debemos adaptarnos a la sociedad, la cultura y la mente de los estudiantes del siglo XXI, activando las clases con diversas estrategias y una mezcla de medios digitales y análogos.


Hace algunos días se publicó en la prensa la decisión que tomó el gobierno de Nueva Zelanda de prohibir el uso de los teléfonos celulares en los colegios luego de una baja en los índices de alfabetización escolar, donde un 40% de los niños de 15 años presenta dificultades para leer y escribir. La medida se suma a otras similares que han implementado España, Suecia y Reino Unido para mejorar el rendimiento de los estudiantes.

En Chile el debate también está abierto y por eso creemos que es necesario tener en cuenta algunos puntos:

Lo primero, es que al condenar determinado producto o acción, no estamos atacando la raíz del asunto.

Los problemas atribuidos al uso de celulares son varios; las redes sociales, la pérdida de aprendizaje producto de la cuarentena, la desescolarización, la ausencia familiar y la falta de repertorio de los colegios para interactuar con los niños y jóvenes de hoy, etc.

En segundo lugar, el daño que viven las nuevas generaciones no es causado por la herramienta en sí, sino por el uso que se le da. Cuando niñas, niños y adolescentes pasan gran parte del día conectados a las redes sociales, aumentan los niveles de distracción, adicción y exposición a contenidos no aptos para su edad.

Tercero, en un mundo donde la tecnología está presente en todo ámbito, no podemos suponer que aprender es recibir información pasiva y sólo memorizar. Trabajar la alfabetización digital es clave, ya que el Foro Económico Mundial estima que gran parte de las habilidades cambiarán en los próximos años y diversos estudios proyectan que para 2030, entre el 75% y el 85% de las profesiones que serán más demandadas, todavía no existen.

Trabajar la alfabetización digital es clave, ya que el Foro Económico Mundial estima que gran parte de las habilidades cambiarán en los próximos años y diversos estudios proyectan que para 2030, entre el 75% y el 85% de las profesiones que serán más demandadas, todavía no existen.

Por lo mismo, el desafío principal de la educación actual no son las pantallas, sino que actualizar los procesos -en el aula y más allá-, para que pongan en el centro del protagonismo a los estudiantes.

La evidencia pedagógica nos dice que las y los jóvenes aprenden haciendo cosas que les hacen sentido, donde puedan experimentar e implicarse en un ambiente de confianza y afecto, y en donde la motivación y el vínculo con el docente son primordiales.

Eliminar los teléfonos celulares no solucionará el problema de base. Bien regulados y enfocados, pueden ser útiles para generar aprendizajes profundos y significativos en todas las asignaturas y niveles.

Además, en el actual escenario, no apropiarnos de la tecnología para desarrollar habilidades STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) sería un enorme perjuicio para el desarrollo de los jóvenes y el progreso del país en el largo plazo.

Podemos dar el ejemplo del Colegio Alberto Blest Gana, en donde se ha aprovechado la tecnología para innovar y profundizar en habilidades del siglo XXI.

Eliminar los teléfonos celulares no solucionará el problema de base. Bien regulados y enfocados, pueden ser útiles para generar aprendizajes profundos y significativos en todas las asignaturas y niveles.

Somos la escuela y los docentes quienes debemos adaptarnos a la sociedad, la cultura y la mente de los estudiantes del siglo XXI, activando las clases con diversas estrategias y una mezcla de medios digitales y análogos. No persigamos la ilusión de enmarcarlos por la fuerza al pasado y en cambio, usemos la tecnología como un instrumento que facilite, mejore e impulse la enseñanza del futuro.

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