Palabra muy de moda en estos días y con dudosa veracidad. En el plano político se discute su implicancia y en el fútbol debería ocurrir lo mismo. Por ahora, los diez años de éxito de la generación dorada y los múltiples logros en la cancha que generaron muchos millones de dólares no se ven reflejados en ningún proyecto de desarrollo a futuro.

Lo único que ha surgido tras la dolorosa eliminación es una serie de cahuines y acusaciones atemporales que sólo hacen más daño. Nadie habla de una maravillosa oportunidad ofrecida por este grupo para intentar que las victorias se multipliquen y quedé una base de sustentación en el tiempo.

Tras la Eurocopa del año 2000 y aprovechando los abundantes ingresos obtenidos, Holanda y Bélgica desarrollaron dos proyectos deportivos diferentes en el tiempo. Los holandeses apostaron a la capacitación de decenas de técnicos que, a su vez, fueron reclutando niños que absorbían los conocimientos. Como consecuencia, disfrutaron de un subcampeonato mundial y un tercer puesto, aunque el plan se terminó cayendo por la incapacidad de reinventarse, pero igual se sostuvo por 15 años.

Bélgica apostó a potenciar y desarrollar la técnica en espacios reducidos y así fue implementando juegos de dos contra dos en chicos de hasta seis años, cuatro contra cuatro en los más grandes, hasta llegar a siete contra siete en las categorías juveniles. El resultado es conocido; hoy disfrutan de su generación dorada y de ese proyecto han salido cracks como Kompani, Fellaini, Hazard, Mertens, Lukaku y de Bruyne. Llegaron a ocupar el primer lugar del ranking mundial de la FIFA y ahora gozan de una nueva clasificación a una Copa del Mundo, invictos en su grupo.

La pregunta que cabe es ¿Qué hizo la Federación de fútbol de Chile con la plata que ingresó en estos años de éxito? ¿Cuál es el proyecto que elaboró? La respuesta es sabida y triste. Salvo pagar cuantiosos premios a los jugadores, incluidos los nueve millones de dólares por no clasificar, se ha hecho poco y nada. Los dineros fueron a parar a la logística de la Selección y a los bolsillos de los jugadores que, legítimamente o no, cobraron caro sus victorias y también sus derrotas. Ni siquiera hay un esbozo de un nuevo Juan Pinto Durán, para que las selecciones nacionales tengan un lugar adecuado. La farra puede ir más allá de la no clasificación a Rusia, podría ser más global y por tanto, más irresponsable.

El fútbol chileno está a punto de desaprovechar su época de mayor éxito y abundancia económica. Aún hay tiempo de corregir para que no aparezcan los arrepentimientos tardíos e inútiles. Esos que hoy se sienten como fantasmas en las polvorientas y abandonadas canchas de tenis.

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