Sólo falta intercambiar la camiseta

Mosa-Guede


Desde que el fútbol ha sido catalogado como empresa gracias a las sociedades anónimas deportivas, a varias le ha quedado grande el poncho. Y es a causa de que sus empresarios dueños ven esto como hinchas, con una mirada más emotiva que razonada.

Muchos de ellos no aplican los conceptos como cultura, visión, estrategia y estructura organizacional. En el caso de Colo Colo impera la dispersión, la falta de coordinación al diálogo, no hay espacios a la conversación, prima el individualismo carente de significados compartidos.

Por ejemplo en Colo Colo: ¿Qué diálogo se le puede pedir a Aníbal Mosa? Su actitud dictatorial difiere con la idea de abrir espacios conversacionales. La coordinacion de acciones es clave para el logro de resultados y a eso Mosa no da lugar.

En tiempos de crisis, como medida distractiva comunicacional, se agregan figuras de antaño para beneplácito de la hinchada. Un bálsamo para aquietar aguas. Un caramelo para el sabor amargo. Una aspirina para un cáncer. Incorporan a Jaime Pizarro por un lado, Raúl Ormeño por otro, se avizora Daniel Morón por los palos, antes estuvo Caszely. Todos terminan como figuras decorativas silentes y con el solo orgullo de decirle a sus nietos que formaron parte de un directorio del popular.

Hoy Colo Colo y Blanco y Negro navegan en aguas turbulentas, ese transatlántico puede terminar como el Titanic. Los capitanes de este crucero ya sabemos quienes son: Mosa y Guede. Y el Almirante Barroso bambolea como un simple marinero de cubierta. Los grumetes restantes siguen las órdenes de Paredes, Valdivia, Insaurralde y Orión. Así no se puede llegar a buen puerto. Ya se ha encallado.

Cuando un barco naufraga, es culpa del capitán y no de los marineros. Como los gerentes, si no hay productividad ni resultados y prevalecen los números rojos, debe irse el gerente. O sea, Aníbal Mosa y sus subalternos. En el Superclásico puede lograr 3 puntos, pero el descrédito ya se lo ganó. Ya que tanto goza salir con el indio en el pecho, como buen perdedor, sólo le resta intercambiar camiseta.

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