Columna de Alberto Texido: Metro Baquedano y la desprivatización



Por Alberto Texido, arquitecto, Académico U. de Chile y consejero CPI.

Vivimos tiempos difíciles para la ciudad, enfrentada a la crisis sanitaria, a la adaptación climática y a los conflictos sociales, como obra materializada de la sociedad que la crea y recrea, tanto en sus aciertos y consensos, como en sus desigualdades y omisiones.

Se ha generado así una crisis de lo público, que desde hace unos años ha ido sumando, sin una ideología particular, diversas manifestaciones: desde la privatización de lagos y costas, pasando por la proliferación de tomas de terrenos y viviendas, hasta veredas que se han vuelto intransitables por el comercio informal.

A su vez, mientras se debate sobre el monopolio de la fuerza y la regulación de los excesos, se ha hecho evidente la necesidad de volver a defender lo público de todo intento de apropiación, lo que necesariamente incluye superar la inacción y reorientar a todo individuo o grupo convenientemente confundido.

Por su parte, la Plaza Italia y el Metro Baquedano en el centro de Santiago, sus nombres ya consensuados, han sufrido también otro modo de privatización, que surgió desde ideas que se han planteado como excluyentes, restringiendo o imponiendo temporalmente sobre el comportamiento de otros.

Por ello, la noticia de la reapertura del acceso a la estación, anunciada por Metro y la Delegación Presidencial Metropolitana, es acertada y necesaria, e implica la recuperación de un espacio público de alta carga simbólica, pero también de un paradigma: que el espacio público requiere para su existencia, resguardo y cuidado, un orden del cual solo la autoridad debe y puede ser garante.

Así, reiniciamos la recuperación de nuestros centros urbanos con acciones claras, reivindicando lo público por sobre lo individual, sumando sinérgicamente otras acciones coordinables con la estación, como el reactivado proyecto del eje Alameda-Providencia, la limpieza de fachadas patrimoniales o el polo cultural de la Universidad de Chile, que ha persistido ahí mismo con crear la más moderna sala de conciertos de Sudamérica. En definitiva, muchos aportes públicos y privados que podrán irse sumando para revitalizar ese espacio y memoria de todos, no con discursos, sino con obras concretas para la convivencia.

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