Columna de Alvaro Poblete: El abrazo del oso

FOTO: REUTERS/Ueslei Marcelino


La imagen de un abrazo que revolucionó a Chile. El de Claudio Bravo y Arturo Vidal, en el comedor del hotel, con todos sus compañeros aplaudiendo la reconciliación. El gol más importante para Martín Lasarte, según sus propias palabras, que dejó en segundo plano la cancha y la clasificación a los cuartos de final de la Copa América, aunque en el horizonte aparece Brasil, a la espera de cómo cierre el Grupo A.

Un abrazo transmitido en vivo y en directo por la cuenta de Instagram de Mauricio Isla. Un abrazo bueno, horas después del desconcierto y la agitación en Cuiabá, donde una chispa lanzada al aire armó un incendio al interior de la delegación. No se sabe cómo partió exactamente, solo las sospechas de alguna versión informal desde el hotel de la Roja. Las redes sociales hicieron el resto, el trabajo sucio. Audios, memes, afirmaciones tajantes, fotos, amenazas de renuncia, expulsiones... Historias al detalle de una indisciplina tan grave como la del Puerto Ordazo, el “Bautizazo” y todos los “Azos” que rodean el camino de la selección nacional y especialmente de esta generación. Relatos que no fueron apaciguados con la versión oficial de la Federación: la del peluquero.

Producto del encierro, quizás. Por un afán medio exhibicionista, posiblemente. Para pasar el rato, seguro. La Roja ha optado en esta Copa América por transformar sus redes sociales en verdaderos canales de TV, con entrevistas, secciones de baile, chistes, belleza y telenovelas. Es una elección, una vía de escape. Acudir a Twitter, Instagram, Facebook o Tik Tok, para pintar una imagen de lo que pasa adentro. Es mucho más cómodo que hacerlo frente a un micrófono, recibiendo preguntas que pueden ser poco amables según la interpretación del día.

Las RRSS encandilan a quienes observan y también a quienes proyectan. Abrazan. Pero ese abrazo no siempre es bueno. Tiene consecuencias cuando se escapa de las manos. Para los mismos jugadores y también para quienes se cuelgan de todo lo que aparece ahí. Si no se confirma, si no se respalda, el mensaje se distorsiona. El abrazo cariñoso se transforma en un abrazo obsesivo, extremo, con luces y sombras muy oscuras. El abrazo del oso.

* Álvaro Poblete es editor de El Deportivo

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