Columna de Francesca García: Tradiciones peruanas

Una manifestante sostiene un cartel contra la presidenta peruana Dina Boluarte durante una protesta a pesar de una propuesta del gobierno de adelantar elecciones tras la salida del mandatario peruano Pedro Castillo, en Lima, Perú, el 13 de diciembre de 2022. Foto: Reuters


Por Francesca García, periodista, docente y politóloga peruana

La bomba que detonó en la Fiscalía peruana la madrugada del lunes 27 de noviembre, expuso el estado de degradación de las instituciones tutelares de nuestra democracia y lo indistinto que resulta el espectro político de los corruptos. Las esquirlas de la bomba se esparcieron hacia la Fiscalía de la Nación, el Congreso, la Defensoría del Pueblo y la Presidencia de la República. Aunque sin bajas hasta el momento, el golpe ha sido certero.

En un año, los peruanos pasamos del golpe de Estado de Pedro Castillo y las posteriores manifestaciones contra el gobierno de Dina Boluarte (que dejaron 49 muertos); a la investigación contra la aún fiscal de la Nación, Patricia Benavides por liderar una organización criminal que canjeó votos de congresistas (se especula que serían casi 40) a beneficio propio a cambio de archivar sus denuncias. Es decir, la cabeza de la institución con el mandato de prevenir y perseguir el delito está señalada de ser un agente corruptor.

Desde el 2017, se ha convertido en una especie de tradición peruana que la política nos robe la tranquilidad antes de las fiestas de fin de año. A diferencia del pasado, el milagro económico terminó y el Perú es un país en recesión. Además, la delincuencia y la violencia son las principales preocupaciones de los ciudadanos, incluso por encima de la corrupción y el desempleo, según la encuestadora IPSOS. Mientras, el 85% de peruanos desaprueba la gestión de Boluarte y el 91% reprueba al Congreso, de acuerdo al Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

El fallecido historiador peruano, Alfonso Quiroz escribió: “gran parte de lo que sabemos acerca del funcionamiento de la corrupción en el pasado se deriva de las luchas llevadas a cabo por los reformadores anticorrupción”. Y es verdad, la corrupción ha afectado históricamente al Perú pero también existe una tradición de lucha anticorrupción. Hemos logrado instaurar una tradición peruana de meter en prisión a nuestros corruptos, sean quienes sean. Una tradición que tiene a la ciudadanía como actor principal. La calle nunca ha fallado ante los embates de la corrupción. Es una tradición que no estamos dispuestos a dejar.

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