El desafío moral ante la distribución de las vacunas

Vacunación contra el Covid-19 en un centro de salud comunitario en Medan, Sumatra del Norte, Indonesia. Foto: AP


A comienzos de diciembre, cuando aún no comenzaba la campaña de inmunización contra el coronavirus, People’s Vaccine Alliance ya alertaba sobre la desigual distribución de las vacunas en el mundo. Según la alianza compuesta por organizaciones como Amnistía Internacional, Frontline AIDS, Global Justice Now y Oxfam, en su afán por controlar la pandemia en sus territorios, las naciones ricas ya habían acumulado tal cantidad de dosis contra el Covid-19 que podrían inocular a toda su población casi tres veces más de lo necesario para fines de 2021. La consecuencia de ello: en cerca de 70 de los países más pobres, solo una de cada 10 personas podía esperar recibir la vacuna este año si los gobiernos y la industria farmacéutica no tomaban medidas “urgentes” para garantizar la producción de dosis suficientes.

Ya con la vacunación en marcha en varios rincones del mundo, ha surgido una nueva alerta. Esta vez corresponde a un informe elaborado por The Economist Intelligence Unit, el cual deja en evidencia, una vez más, las dramáticas diferencias entre naciones ricas y pobres respecto al proceso de vacunación. Así, el estudio proyecta que la mayor parte de la población adulta en las economías avanzadas habrá sido vacunada a mediados de 2022, mientras que en los países de ingresos medianos esta línea de tiempo se extenderá hasta finales de 2022 o principios de 2023. En cambio, para las economías más pobres la inmunización masiva tardará hasta 2024, si es que ocurre.

El pronóstico se elaboró utilizando un modelo que evaluó a más de 200 países en función de factores que incluyen acuerdos de suministro existentes, capacidad de producción, entregas de vacunas hasta el momento, infraestructura para administrar dosis y tasas de indecisión de vacunas.

Según Agathe Demarais, directora de pronóstico global de The Economist Intelligence Unit y autora del informe, “el contraste entre los países ricos y los más pobres es marcado”. “La mayoría de los países en desarrollo no tendrán acceso generalizado a las vacunas antes de 2023 como muy temprano. Algunos de estos países, particularmente los más pobres con un perfil demográfico joven, pueden perder la motivación para distribuir vacunas, especialmente si la enfermedad se ha extendido ampliamente o si los costos asociados resultan demasiado altos”, advierte.

Personal médico en Yangon, Myanmar, muestra un frasco de la vacuna de AstraZeneca contra el Covid-19. Foto: Reuters

Y es que la dispar distribución de las vacunas se ha vuelto un tema preocupante. Así, al menos, lo hizo notar el Presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, este martes ante el Foro Mundial de Davos, que este año se está realizando de manera virtual por la pandemia. “Nos preocupa el nacionalismo de las vacunas. Los países ricos del mundo salieron y adquirieron grandes dosis de los desarrolladores y fabricantes de estas vacunas”, denunció el gobernante a raíz de la escasez de dosis en Sudáfrica. Y no es para menos. Su país es el más afectado del continente por la pandemia, con más de 1,4 millones de casos y sobre 42 mil muertes.

La denuncia de Ramaphosa llegó justo después de que la Unión Europea amenazara con restringir las exportaciones de vacunas contra el coronavirus a países fuera del continente, luego que la farmacéutica AstraZeneca fuera acusada de no dar una explicación al enorme déficit de dosis que habían prometido a los Estados miembros del bloque.

Según el calendario original, la UE debía recibir 100 millones de dosis en el primer trimestre de 2021. Sin embargo, los líderes europeos temen que el bloque reciba solamente la mitad, pese a haber hecho grandes compras anticipadas antes de la autorización de la vacuna por parte de la Agencia Europea de Medicamentos, que se espera ocurra a finales de esta semana. La noticia llega después de que el laboratorio Pfizer dijera, la semana pasada, que había entregado menos dosis de su vacuna de lo esperado, esto a consecuencia de las mejoras en sus instalaciones de fabricación en Puurs, Bélgica.

Así, los países de la Unión Europea, que cuentan con las vacunas para frenar la crisis sanitaria y reactivar sus economías, se ven ahora obligados a modificar sus planes. De hecho, el viceministro de Salud de Italia, Pierpaolo Sileri, dijo el domingo al canal de televisión Rai 1 que las personas mayores de 80 años serían vacunadas cuatro semanas más tarde de lo planeado como resultado de los retrasos. El país amenaza con emprender acciones legales contra los fabricantes de medicamentos.

Gemma Roxas, de 57 años, con una mascarilla para protegerse contra el Covid-19, espera por un chequeo general en un centro de salud local en Manila, Filipinas. Foto: Reuters

Pero mientras Europa se preocupa de su stock de vacunas, otro estudio pone de manifiesto el impacto global que genera la desigual distribución de los fármacos. La Cámara Internacional de Comercio (ICC) encargó una investigación que concluye que un reparto equitativo de las dosis es del interés económico de cada país, especialmente de aquellos que dependen más del comercio.

Ello, porque se estima que la distribución desigual de vacunas podría minar más de US$ 9 billones del PIB mundial este año al deprimir la demanda de los consumidores en países no vacunados donde la vida normal aún no se ha reanudado. Esto es una suma mayor a la producción anual de Japón y Alemania combinadas, destaca The New York Times. El periódico estadounidense señala que esto equivale a desmentir la creencia popular de que compartir vacunas con los países pobres es simplemente una forma de caridad.

Un análisis que comparte John Denton, secretario general de la Cámara Internacional de Comercio, quien sostiene que “ninguna economía, sin importar cuán grande sea, será inmune a los efectos del virus hasta que la pandemia llegue a su fin en todos lados”. “Comprar vacunas para el mundo en vías de desarrollo no es un acto de generosidad de las naciones más ricas del mundo. Es una inversión esencial que los gobiernos deben hacer si desean revivir sus economías nacionales”, defiende.

De lo contrario, como advirtió la semana pasada el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el mundo estaría al borde de un “fracaso moral catastrófico” en la distribución de vacunas contra el Covid-19.

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