Jorge Glas, el hombre tras la crisis diplomática entre Ecuador y México

El exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas. Foto: Reuters

Quien fuera dos veces vicepresidente, primero con Rafael Correa y más tarde con Lenín Moreno, y también dos veces condenado por corrupción, estaba refugiándose en la embajada mexicana en Quito cuando fue capturado por la policía, pocas horas después de haber recibido asilo político.


El leal “hermano menor” de Rafael Correa ahora está en la cárcel y se niega a comer. Jorge Glas, la mano derecha del líder de la izquierda ecuatoriana, está en el centro de la polémica que tiene las relaciones de México y Ecuador cortadas, luego de que la policía del segundo país entrara en la embajada del primero en Quito para capturar al exvicepresidente, pocas horas después de haber recibido asilo político por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Perseguido por la justicia en un caso de malversación de fondos (dos veces condenado por corrupción, según el diario español El Mundo), Glas había buscado refugio en la embajada de México en Quito, una tierra “inviolable” que el gobierno de Daniel Noboa se atrevió a desafiar. Precisamente el viernes pasado, el gobierno de AMLO había dado estatus de “perseguido político” y asilado a Glas. Sin embargo, en un hecho con pocos precedentes, el presidente ecuatoriano ordenó la misma noche del viernes el asalto a la embajada para detener inmediatamente al refugiado.

El nombre de Jorge Glas, poco conocido fuera de Ecuador, representa gran parte de la década pasada en el país. Fue vicepresidente tanto del presidente Rafael Correa como de Lenín Moreno. Amigo de Correa desde la juventud, cuando se conocieron en grupos de boy scouts de Guayaquil, se dice de Glas que “ha sido de todo menos un traidor”.

“La relación con Correa ha sido muy íntima. Se dice que, por parte de Correa, existía hacia Glas casi un sentimiento de relación con un hermano pequeño”, indicó Constantin Groll, director de la oficina de la Fundación Friedrich Ebert en Ecuador, a la cadena Deutsche Welle.

Ecuadorean Vice President Jorge Glas reacts as he arrives to court, to attend his trial on bribery from Brazilian construction company Odebrecht, in Quito
El exvicepresidente Jorge Glas en un juicio sobre el caso Odebrecht. Foto: Archivo

Con 54 años, Jorge Glas ya había pasado por los medios de comunicación, la política, la cárcel y la política de nuevo. Proveniente de la clase media de Guayaquil, se graduó de ingeniero eléctrico, pero el aprendizaje que marcaría su vida lo haría en el grupo de boy scouts donde conoció a Rafael Correa, que en ese entonces fue su jefe de tropa. “Más allá de tener intereses similares, a ambos los unía también una relación complicada con sus padres. Las madres de ambos se llaman Norma”, indica un perfil del diario El País.

Desde entonces, los futuros líderes de Ecuador nunca dejaron de estar en contacto. Glas fue entrevistador en la televisión local, y en sus programas Correa era uno de sus invitados recurrentes. Casado y con dos hijos, la llegada de Rafael Correa a la presidencia lo llevo a él a distintas empresas públicas ecuatorianas, donde llegó a ejercer funciones de “superministro”. En 2013, finalmente, pasó a las papeletas como compañero de fórmula de Correa para su reelección, aunque ya llevaba años siendo su mano derecha.

En 2016, empezarían los problemas para Glas. Fue designado como responsable de la reconstrucción de dos provincias que fueron afectadas por un terremoto de 7,8 grados, y tuvo que administrar cerca de 3.000 millones de dólares, luego de un incremento temporal de los impuestos.

Por el plan, años más tarde, se abrió el caso “Reconstrucción”: un juez emitió una orden de captura contra Glas, por el delito de “peculado”, y que el exvicepresidente asegura que es una acusación infundada. Y en medio de todo eso, el político terminó yéndose a la embajada de México, que le pareció, de momento, un lugar seguro. Respeto a su caso, el analista Constantin Grill aseguró: “Su relación en casos de corrupción es probable. No obstante, los juicios contra él tienen fallas y demostrar claramente su culpabilidad es complicado”.

Por su parte, Johannes Hügel, de la Fundación Konrad Adenauer de Ecuador, dijo a Deutsche Welle: “Las últimas investigaciones de la fiscal general ecuatoriana, Diana Salazar, han demostrado que existe una estrecha relación entre el crimen organizado y el narcotráfico con los beneficios que recibió Glas en sus problemas legales”.

Policías y militares caminan afuera de la embajada mexicana en Quito. Foto: Reuters

En las elecciones del año pasado, por un momento se pensó desde el correísmo que Jorge Glas podía ser un buen candidato. Con el líder indiscutido, Rafael Correa, asilado en Bélgica, un aliado tan leal como Glas era el que más cerca estaba de retomar el capital político del expresidente. Su lealtad fue a toda prueba: “No se acogió a ninguno de los tratos que le ofreció la Fiscalía a cambio de delatar a sus compañeros de partido o a Correa, el verdadero pez gordo por el que iban las autoridades”, apuntan desde El País.

Ambos esperaban que el correísmo ganara las elecciones en 2023, y quizás, mediante nombramientos, aligerar sus problemas judiciales. Sin embargo, la profunda crisis de seguridad que vive hoy el país terminó sirviéndole más a Noboa, el candidato “nuevo” de la derecha que hace unos meses declaró el estado de emergencia.

Ya tras las rejas, en la cárcel de La Roca, en Guayaquil, Glas tuvo que ser hospitalizado brevemente. Sin hablar de “intento de suicidio”, el parte policial habla de un “diagnóstico de coma profundo inducido por la ingesta de medicamentos ansiolíticos, antidepresivos y sedantes”. Ahora, además, Glas habría sufrido “una posible descompensación por su negativa a consumir los alimentos provistos”.

En tanto, a causa de su detención, Ecuador y México cortaron sus relaciones. El Presidente Noboa apostó fuerte y mandó a los policías a cruzar la reja de la embajada. Desde el gobierno de AMLO consideran una “violación a la soberanía” el inédito hecho.

Como destaca Radio Francia Internacional (RFI), la tradición de asilo en México, que en un siglo abrió sus puertas al revolucionario ruso León Trotsky, a republicanos españoles o a perseguidos latinoamericanos, sufrió un golpe inédito tras el asalto policial a su embajada en Ecuador.

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