Bukele y el riesgo del poder total

El contundente triunfo del Presidente salvadoreño lo deja sin contrapesos y con una oposición jibarizada, lo que enciende las alertas sobre la forma en que administrará ese nuevo poder.



El claro triunfo de Nayib Bukele en las pasadas elecciones de El Salvador no fue una sorpresa para nadie. Pocos dudaban de que el mandatario lograría ratificar un segundo perído de cinco años, la incógnita era la magnitud de esa victoria. Y de acuerdo con las cifras oficiales, fue aplastante. No solo logró cerca del 85% de los votos en los comicios presidenciales (con el 70% escrutado), sino que consiguió el control casi total del Congreso. Y si bien el reelecto Presidente salvadoreño en su primer mensaje tras los comicios -incluso antes de conocerse las resultados oficiales- dijo que había nacido la primera democracia de partido único en el mundo, el hecho es que los resultados encienden más de una luz de alerta por la deriva autoritaria en El Salvador.

Nayib Bukele logró sus inéditos niveles de popularidad de la mano de una estrategia que logró reducir las elevadas tasas de criminalidad en El Salvador de manera drástica durante los últimos cuatro años. Los homicidios, por ejemplo, pasaron de más de 50 por cada 100 mil habitantes a poco más de 7 por cada 100 mil habitantes, una de las cifras más bajas de toda la región. Ello permitió recuperar para la ciudadanía zonas hasta hace poco copadas por la delincuencia. Más allá de las dudas sobre todas las herramientas a las que recurrió para lograrlo, el mecanismo central ha sido una política de mano dura apoyada en un estado de excepción que rige desde 2022 y que ha llevado a ese país a tener hoy la mayor tasa de encarcelamiento del mundo.

Pero de la mano de la popularidad que le ha dado su respuesta eficaz a uno de los mayores problemas que enfrenta El Salvador -y por estos días prácticamente toda Latinoamérica, lo que explica en parte los altos niveles de respaldo que el gobernante salvadoreño tiene también en otros países de la región- el mandatario también ha ido copando importantes espacios de poder en el país y minando la necesaria separación de poderes que debe tener todo sistema democrático. Ello le permitió, por ejemplo, que la justicia le diera luz verde a su candidatura, pese a que la constitución impide la reelección inmediata del Presidente. A ello se suman las advertencias de instancias internacionales sobre el respeto de los derechos humanos en el país.

Ese escenario corre el riesgo de profundizarse, considerando que en este nuevo periodo el mandatario gobernará sin contrapesos en el Congreso, y con una oposición muy debilitada tras quedar virtualmente marginada de las principales instancias de poder del país. El talón de Aquiles del mandatario, sin embargo, y que podría empezar a hacer cambiar la marea de popularidad de la que goza, es la economía. Con un país altamente endeudado -la deuda pública supera el 80% del PIB-, una creciente inflación y una apuesta por las criptomonedas que ha estado lejos de ser un éxito y es cuestionada por el FMI -con el cual Bukele negocia un préstamo-, el mandatario se enfrenta a un segundo periodo complejo. Por ello, la pregunta que surge es cómo manejará el poder logrado en las pasadas elecciones si su popularidad comienza a decaer.

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