Columna de Arturo Cifuentes: Inversiones ESG: La Confusión Continúa

"Pareciera ser que el gran desafío para los inversionistas, más que medir las emisiones de CO2, la huella hídrica, o la eficiencia energética de una firma, debería ser cuantificar la cantidad de BS que existe en la industria ESG."



La mayoría de las personas considera razonable incorporar factores éticos al momento de invertir, lo cual no tiene nada de censurable. Pasemos ahora a las inversiones ESG, un tema en que el entusiasmo por adoptar esta filosofía parece ir de la mano con la confusión que el término genera. Dos tendencias que se han acentuado estas últimas semanas han contribuido a crear más desconcierto que claridad con respecto a este asunto: la frecuencia, cada vez más creciente con que aparecen en la prensa financiera los términos “greenwashing” y “bullshit” en relación con las inversiones ESG.

¿Qué significa “greenwashing”? Inicialmente se refería a hacer afirmaciones falsas con relación a la gestión medioambientalista. Ahora el concepto se entiende de una manera más general y se aplica a toda la gestión ESG de una empresa. Recientemente, el CEO de DWS (subsidiaria de Deutsche Bank) renunció a raíz de que el regulador alemán inició una investigación por fraude en relación con unos fondos de inversión que supuestamente se manejaban con criterios ESG. El mes pasado la SEC (el regulador norteamericano) le aplicó una multa de US$ 1,5 millones al BNY Mellon por “greenwashing” y al mismo tiempo presentó una iniciativa regulatoria destinada a sancionar esta práctica. A ambos lados del Atlántico los reguladores se han empezado a dar cuenta de algo que era obvio: las inversiones verdes en muchos casos no son más que trucos publicitarios.

¿Qué significa “bullshit” (o “BS”)? Es un término no muy elegante para decir “tontera” y hasta hace algunos años estaba considerado como vulgar por la prensa seria. Sin embargo, en 2005 Harry Frankfurt, un profesor de filosofía de Princeton, lo legitimó al escribir On Bullshit, un tratado sobre el tema. Según Frankfurt, una de las características más relevantes de nuestra cultura es la enorme cantidad de “bullshit” que existe.

En este contexto, un artículo que acaba de publicar un investigador de la Universidad de Utrecht no debería sorprender. Cuestiona la legitimidad académica de los estudios relacionados con sustentabilidad, y más aún, estima que más del cincuenta por ciento se pueden describir como “scholarly bullshit.” Paralelamente, el Financial Times sugirió crear un índice de BS para ayudar a los inversionistas ESG.

En síntesis, pareciera ser que el gran desafío para los inversionistas, más que medir las emisiones de CO2, la huella hídrica, o la eficiencia energética de una firma, debería ser cuantificar la cantidad de BS que existe en la industria ESG.

* El autor es investigador asociado, Clapes-UC

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