Columna de Consuelo Figueroa y Cristián Castro: A propósito del 11 y la historia

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A raíz de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado en Chile se ha instalado la pregunta sobre las circunstancias que llevaron a ese desenlace como si fuese la más relevante y la única capaz de explicar el quiebre de la democracia en el país. Bajo la acusación de que han prevalecido miradas unilaterales y verdades cercenadas, la pregunta por el contexto abriría el debate a visiones supuestamente excluidas. Sin embargo, como se verá más adelante, esto no es más que una ilusión que lejos de esclarecer, confunde y deshistoriza el análisis.

La interrogante por el contexto parte de premisas reduccionistas, cuando no erradas. Es reduccionista suponer que el contexto refiere solo al gobierno de la Unidad Popular, como si este hubiese emergido en el vacío y hubiese mantenido el control total del Estado y la sociedad. Son muchos los estudios que han demostrado que tanto Allende como la Unidad Popular simbolizaron la aceleración de procesos de modernización económica, política y social de larga data que buscaban enfrentar el persistente subdesarrollo y exclusión de las grandes masas. Fue Mario Góngora quien, con gran lucidez, situó a la Unidad Popular en el marco de las planificaciones globales como parte de un tiempo histórico de más largo aliento. Reducir el análisis a los tres últimos años previos al Golpe no solo restringe, sino que descontextualiza el análisis.

La pregunta parte también de premisas erradas. Este revisionismo exculpador y estrecho omite y consecuentemente tergiversa la historia. Por ejemplo, entre las circunstancias que habrían llevado al Golpe plantea el clima de violencia del período, pero, omite que esa violencia -al contrario de lo que sucedió a partir del 11 de septiembre- no era impulsada desde el Estado, ni provenía solo de grupos de izquierda. Los movimientos armados de derecha contribuyeron también a exacerbar el antagonismo y la hostilidad. Asimismo, pese a la contundente evidencia de la intervención de Estados Unidos en connivencia con algunos chilenos incluso antes de que asumiera Allende, borra el acto de alta traición ya no del gobierno popular, sino de quienes se alzaron en su contra. Así, la intención de transformar a la UP y a Allende en los responsables del Golpe y en una suerte de tragedia inevitable solo se sustenta si se falsea la historia.

En la antesala de la conmemoración, los partidos políticos de derecha anunciaron que no asistirían al acto oficial en La Moneda arguyendo un clima hostil generado por el gobierno. Para ellos la conmemoración divide al país al contemplar homenajes a figuras como Salvador Allende que, según el análisis que han instalado en la opinión pública, sería uno de los principales causantes del Golpe. Pero, la llamada unidad nacional que dicen propiciar no es sino un artilugio discursivo que busca exculpar a la derecha de su responsabilidad en la gestación y consumación del Golpe, y relativizar la gravedad de la violencia ocurrida después de este. La idea de un conflicto armado entre dos adversarios igualmente violentos e igualmente responsables del horror que se inició el 11 de septiembre no esclarece, muy por el contrario, deja el quiebre de la democracia en un tiempo suspendido en el que se siguen sufriendo sus consecuencias.

Por Consuelo Figueroa y Cristián Castro, historiadores UDP

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