Columna de Cristián Valenzuela: Liberen a Montes



Albert Einstein decía que si uno busca resultados distintos, no puede seguir haciendo lo mismo. Aplicándolo a la contingencia local, si La Moneda quiere evitar la acusación constitucional contra el ministro Montes, debe cambiar de estrategia y corregir el rumbo, pues de no mediar una reacción urgente, al día siguiente del plebiscito podría encontrarse en un nuevo conflicto político difícil de soslayar.

Carlos Montes es un veterano. Ejerció como diputado durante 24 años y como senador durante un período completo. Fue presidente de la Cámara de Diputados y también del Senado, lideró importantes comisiones y fue elegido por sus pares en seis oportunidades como el mejor diputado, un reconocimiento transversal de quienes valoraron su gran capacidad argumentativa, su sentido del humor y, sobre todo, su lealtad y compromiso con las causas que lo identifican, siempre dispuesto a poner el equipo por delante de sus aspiraciones personales, algo difícil de encontrar en la política.

En el ocaso de su vida política, en vez de optar por un funeral vikingo o alguna embajada en Europa, nuevamente se sacrificó por el país y se puso a disposición de la novel generación que asumió el gobierno, siendo nombrado ministro de Vivienda por el Presidente Boric en marzo de 2022. Si bien los temas de vivienda eran su especialidad, su designación simbolizaba el compromiso del socialismo democrático con el nuevo gobierno, una suerte de refuerzo experimentado que complementara la rebeldía y arrojo de las figuras ministeriales del Frente Amplio.

Luego de casi dos años en el cargo, la gestión en Vivienda es lo menos vistoso de ese ministerio. Lo único que resalta, día tras día es el escándalo de corrupción de los convenios y de cómo, a espaldas de su dirección, habrían operado muchas personas y diversos esquemas de defraudación fiscal. Cada semana nos vamos enterando cómo desde la subsecretaría hasta los guardias del ministerio, pasando por seremis, jefes de asesores y asociaciones de funcionarios, todos habían escuchado “rumores”, recibido oficios y correos incriminatorios. ¿Y el ministro Montes? Al parecer nunca supo nada, nunca escuchó nada y nunca vio cómo miles de millones de pesos se esfumaban de su control y terminaron en las cuentas corrientes de fundaciones truchas.

Carlos Montes parece estar solo, humillado e incómodo en su puesto. Me atrevería a creer que lo único que quiere es renunciar y que ni su partido – el Socialista – ni el Presidente le permiten hacerlo. Sería otra derrota para el gobierno y una nueva constatación empírica de lo corrompida que está la administración de Gabriel Boric. Seguramente el exministro Jackson debe estar sonriendo desde su retiro táctico, viendo cómo todos los dardos apuntan a la gestión en Vivienda y crece la responsabilidad del ministro no por lo que hizo o sabía, sino precisamente por lo que no hizo y debió saber.

El clímax de la humillación lo representan las declaraciones del exseremi Contreras, quien afirma que Presidencia fue informada de estos hechos, al igual que la subsecretaria y asesores del ministerio. Pero el ministro a cargo nunca fue informado, ni considerado a la hora de investigar estas denuncias y enfrentar los potenciales impactos de la revelación de estos hechos. Montes, de alguna manera, terminó convirtiéndose en un adorno del Ministerio de Vivienda y no solo parecía desconocer las irregularidades que ocurrían bajo sus narices, sino que le ocultaron las maniobras para encubrirlo y ahora terminará siendo depositario de todas las responsabilidades políticas y administrativas por la incompetencia de sus subordinados.

Cuesta comprender por qué alguien con la experiencia y trayectoria de Carlos Montes tiene que quedarse impávido mientras su imagen pública es destrozada por culpa de otros. Con solo 30 años, Montes operó en la clandestinidad política; fue detenido, golpeado y torturado, y hasta tuvo que comerse los papeles de su libreta para no delatar a sus compañeros de causa. ¿Alguien puede dudar de su lealtad y compromiso? ¿Por qué obligarlo a vivir un calvario político del cual no tendría ni arte ni parte?

Carlos Montes no merece terminar enjuiciado por el Senado ni pasar al destierro político asumiendo responsabilidades por las faltas o delitos de otros. Pero si ello ocurre, no será por culpa de la oposición, sino por la falta de coraje de su propio gobierno para defender el honor y la trayectoria de uno de sus cuadros más honorables. Es hora de liberar a Montes.

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