Columna de Cristián Valenzuela: Metieron las patas, ahora las manos



“En este gobierno se podrán meter los pies, pero jamás las manos”, afirmó Salvador Allende el 5 de noviembre de 1970, ante un Estadio Nacional repleto, haciendo alusión a una frase de Fidel Castro. Según Allende, la tarea de edificar una nueva nación implicaba también, una nueva moral, y que sería inflexible en su custodia, denunciando a todos los que abusaran dentro o fuera del gobierno.

Cincuenta y tres años después, el delfín de Allende ya demostró en su gobierno que ha metido las patas hasta el fondo.

Luego de un triunfo histórico, Gabriel Boric ha logrado en menos de 500 días profundizar la crisis económica, política y social del país con especial habilidad, ya que en cada área de gestión ha tenido fracasos estrepitosos. En materia de seguridad y pese a los cambios legislativos y un mayor presupuesto, ha sido incapaz de frenar el alza en los homicidios y delitos violentos, indultó a delincuentes y ha dejado la cancha libre para el avance del narcotráfico. En materia de salud, no fueron capaces de anticiparse a la crisis de salud respiratoria; su indefinición tiene a la salud privada al borde de la quiebra; y no ha habido una preocupación real y efectiva por resolver la demanda urgente de los ciudadanos para aspirar a una salud pública digna y de calidad. En materia económica, su política anti-crecimiento y pro-desempleo ha permitido consolidar el estancamiento crónico de la economía chilena, ahuyentar las inversiones y ratificar la mediocridad actual del modelo económico chileno. Estos son solo algunos de los ejemplos que, en síntesis, demuestran el fracaso absoluto de este gobierno y la constatación empírica de la falta de experiencia, capacidad y voluntad de quienes hoy y por dos años más, estarán a cargo de Chile.

En este desolador escenario, la probidad quedaba como la única esperanza de esta nueva generación de izquierda. Como lo acuñó el incombustible Giorgio Jackson, su escala de valores y principios distaba mucho de la generación que los antecedió, y la promesa de un gobierno probo, sin pitutos ni amiguismos, que evitaría todo tipo de corrupción, quedaba como la única promesa que le quedaba al Frente Amplio. Para ello, y como es de costumbre, prepararon el terreno con frases grandilocuentes que hoy resuenan con fuerza en medio del escándalo. “Todos los involucrados en corrupción debieran renunciar a sus cargos públicos”, decía Boric en 2016; “La corrupción hay que pararla con firmeza, porque si no echa raíces que después cuesta mucho erradicar”, afirmaba en 2018.

Pero llegaron al gobierno y esas promesas, al igual que tantas otras, se fueron esfumando y derrumbando con el paso del tiempo. A sus mejores amigos, los premió con una embajada; a los parientes de sus camaradas, con buenos puestos en el aparato público; a los operadores del Frente Amplio, con sueldos millonarios que engrosan el erario fiscal.

Solo faltaba que metieran las manos, y en estos días hemos confirmado que las metieron hasta el fondo.

El escándalo de Democracia Viva y otras fundaciones, es la punta de un iceberg gigantesco que recién comenzamos a dimensionar. Un verdadero mecanismo para defraudar al Fisco abusando, sin consideración alguna, de los recursos que estaban destinados a aliviar a los más pobres de Chile. “Hicieron de nuestras necesidades el mejor de sus negocios”, rezaba un cartel desplegado en la sede de Revolución Democrática y así fue: lucraron de los chilenos más humildes y usaron sus cargos para abusar de aquellos que prometieron defender.

“Yo no pongo las manos al fuego por nadie”, dijo el Presidente Boric hace cinco días y apenas 72 horas después, salió a quemarse a lo bonzo para respaldar a la Delegada Dresdner, afirmando que había que “diferenciar quienes son realmente responsables y quienes no”. Todo ello pese a los evidentes vínculos entre funcionarios que habrían armado elucubrados esquemas jurídicos y administrativos para gastarse los recursos de todos los chilenos. Todo a vista y paciencia de autoridades, auditores, contralores y dirigentes.

Metieron las patas, metieron las manos y ahora se están quemando vivos por salvar el único atributo virtuoso que les quedaba vigente. Una verdadera ordalía liderada por el propio Presidente Boric, cuyo gobierno arriesga con convertirse no solo en el más fracasado sino en el más corrupto de la historia reciente.

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