Columna de Enrique Vial: Restauración a brochazos y chorros con los monumentos de la Alameda



La vandalización y destrucción del patrimonio en nuestro centro histórico en los últimos cuatro años y, específicamente, durante los meses posteriores a las protestas de 2019, no nos saldrá gratis. No es cosa de lavar y pintar, y luego asunto olvidado; por más activo y eficaz que pudiese parecer.

Primero, debemos aceptar que ha habido aquí un daño patrimonial y que con ello se ha golpeado seriamente nuestra identidad nacional y especialmente la de los santiaguinos. Ello requiere hacer un duelo y una aceptación, ya sea como individuo o sociedad. Asumir ello conlleva reconocer que esos monumentos nunca más serán lo que fueron. No sólo su materialidad ha sido dañada sino también su alma, su autenticidad. Queda como posibilidad de conformación la restauración patrimonial, pero debe ser en serio.

La restauración patrimonial es una disciplina que exige rigor y que involucra principios y reglas escritas en cartas y estatutos, los que nos han llevado a suscribir acuerdos y convenciones; instituciones; acuerdos legales; y décadas de investigación y formación de especialistas. El mantener la autenticidad de un bien patrimonial cuando este ha sido dañado por causas naturales o por obra del ser humano, tal vez sea el aspecto más complejo en el oficio de la restauración.

Una equivocada restauración equivale a un libro adulterado, en que los lectores son engañados por páginas tergiversadas. Basta ejemplificar con el caso grotesco de la apresurada señora que en España decidió restaurar por su cuenta el “Ecce Homo”, la emblemática pintura que adornaba el santuario de Misericordia de Borja en su pueblo y que hoy es catalogada como “la peor restauración de la historia”.

Para restaurar hay que saber y concordar. El documento rector de la restauración es la “Carta del Restauro”, conocida como la “Carta Venecia” (1964), la que contiene un conjunto de principios y directrices que rigen en Occidente la restauración de edificios históricos y monumentos.

En nuestro país contamos además con un órgano asesor en la materia como es el Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR). Allí, aparte de contar con especialistas competentes, laboratorios y documentación en la materia, se han preparado a lo largo de los años innumerables profesionales en la disciplina de la restauración en Chile que pueden ser convocados a través de licitaciones públicas.

Por último, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) es la institución del Estado responsable por ley (17.288) para mantener y conservar nuestro patrimonio material declarado, incluyendo los monumentos públicos de la Alameda. Cuenta así con todo el derecho para determinar y exigir cómo, cuándo y con quién se restaura un monumento que sea objeto de algún daño. Y si el CMN es lento en su actuar es por dos razones: estudiar estos casos -dado su complejidad y relevancia- requiere serenidad, ponderación y concurrencia de especialistas y, por otro lado, los recursos humanos son escasos. Una pronta promulgación de la nueva Ley de Patrimonio, actualmente durmiendo en el Congreso Nacional, ayudarían enormemente a mejorar el desempeño de este postergado organismo.

Por Enrique Vial, académico de Arquitectura de la Universidad Andrés Bello y ex consejero de Monumentos Nacionales

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