Columna de Gabriel Zaliasnik: Tierra baldía

Formalización de Carlos Contreras y Daniel Andrade por el aparente fraude en los convenios entre el Minvu y Democracia Viva. Foto: Camilo Alfaro Gutiérrez / Agencia Uno.
Formalización de Carlos Contreras y Daniel Andrade por el aparente fraude en los convenios entre el Minvu y Democracia Viva en Antofagasta. Foto: Camilo Alfaro Gutiérrez / Agencia Uno.


El poeta angloamericano T.S. Eliot, citado en mi anterior columna, escribió en 1922 uno de los poemas más emblemáticos de la literatura universal. Este marcó el sentido de la modernidad, alertando en buena medida sobre la comprensión y destino entonces, de la sociedad occidental. Era “La tierra baldía” (“The Waste Land”), obra cumbre descrita, por más de alguien, como un “Grito de Munch” en poesía.

Trazando un paralelo con su famoso primer verso, “Abril es el mes más cruel, hace brotar/lilas en tierra muerta, mezcla/memoria y deseo, remueve/lentas raíces con lluvia primaveral”, que enunciaba la desazón de su tiempo, podemos decir que diciembre en el hemisferio sur parece tener el mismo sello. Diciembre es cruel a la hora del balance anual.

Así, 2023 será recordado como el año en que reaparecieron los bárbaros con la brutal carnicería videograbada y exhibida en redes sociales, perpetrada por el grupo terrorista Hamas que masacró a más de 1.200 civiles, secuestró a 240 jóvenes y ancianos, los primeros participando de una fiesta Rave por la paz, los segundos -en varios casos sobrevivientes del Holocausto- mientras pasaban sus jornadas en pacíficas granjas colectivas comunitarias (kibbutz) del sur de Israel.

En Chile, se lo recordará como un año que transcurrió distópicamente en tres planos. Uno, de fantasía y desvergüenza en el gobierno, donde el botín del Estado se disfrutó con desparpajo. Otro, en el que la política con su fetichismo constitucional tendió una cortina de humo. Y finalmente un tercer plano, el del Chile real, que se ahogó en la violencia delictual.

En 2023 el gobierno apostó por una economía sin crecimiento, y peor aún, sin esperanza como resultado de la alquimia entre desgano vital, incertidumbre legislativa y regulatoria, y ausencia de gobernanza. La falta de propósito y el desalineamiento de todo incentivo para arriesgar e invertir se tradujo en un país paralizado.

Por eso, el balance evidencia el desapego entre la institucionalidad política y la ciudadanía, al punto que un “conciliábulo de espectros” (Cioran) pretende revivir con nostalgia a gobernantes del pasado e insistir en viejas formulas políticas. El peligro no acecha ni en el populismo ni en la polarización, sino que en una institucionalidad capturada por oportunistas que permearon todo. Eso explica volteretas, maniobras discursivas, arrebatos juveniles. Eso explica usar el aparato del Estado para propio beneficio de un sector político, familiares y amistades. Ello explica la impunidad con que se actúa. Se ha construido una trenza institucional, una verdadera casta alejada de cualquier meritocracia, como lo han denominado en Argentina. El “caso convenios” es icónico en este sentido. Revela cómo fracasó la aparente pureza del Frente Amplio y sus dirigentes. Quisieron matar al padre y en lugar de ello, instalaron en esta tierra baldía una verdadera cleptocracia.

Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Facultad de Derecho, Universidad de Chile

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