Columna de Gabriela Clivio: De mal en peor



La semana pasada aparecimos nuevamente en un ranking de la revista The Economist. Esta vez, a diferencia de la última vez, no nos alabaron mucho, ya que Chile bajó de la categoría “democracia plena” a la de “democracia defectuosa”. Algo así como que ya dejamos de jugar en primera categoría. ¿Por qué es tan importante este descenso?

En el índice de democracia 2023 finalizamos en el lugar 25 (entre 167 países), con una nota de 7,98 sobre 10 puntos, mientras que en la anterior medición, nos encontrábamos en la posición 19. Lo interesante es que, en la elaboración de su índice de democracia, The Economist considera 60 variables que miden cinco características: sistema electoral y pluralismo; funcionamiento del Estado; participación política; cultura política, y libertades civiles. El índice no solo mide las instituciones formales de la democracia, sino también las actitudes de la ciudadanía hacia la democracia y la percepción del funcionamiento de la misma. En resumen, provee un panorama sobre el compromiso de la ciudadanía en el funcionamiento de la democracia. El ranking mostró que América Latina, si bien es la tercera región más democrática del mundo, después de Europa Occidental y Norteamérica, presenta algunas debilidades. El talón de Aquiles de la región, que obtiene buenas calificaciones en sistema electoral, pluralismo, y libertades civiles, radica en el funcionamiento de la democracia, la baja participación política y la baja cultura política. Cuento corto, ahora tenemos elecciones libres y derechos básicos de los ciudadanos respetados, pero un bajo nivel de confianza en la política, un bajo nivel de participación democrática, y una cultura política no tan favorable para la democracia. Lo anterior puede sintetizarse también como un alto nivel de polarización.

Al leer la nota de la revista enseguida me acordé de los resultados de las encuestas World Values Survey, Latinobarómetro y de Daron Ancemoglu, quien hace más de 20 años escribe sobre la relación entre democracia y crecimiento económico. Al respecto, Latinobarómetro en su informe 2023 habló de “la recesión democrática de América Latina”; mientras que en su publicación “La democracia causa crecimiento”, Acemoglu deja en evidencia junto con sus coautores que, si bien los países que se democratizaron en los últimos 60 años generalmente lo hicieron en momentos de dificultades económicas, existe una relación positiva entre democracia y crecimiento económico.

Dado el estancamiento de la productividad hace más de una década, la reducción progresiva del PIB potencial en Chile, y la causalidad a la que me refería entre democracia y crecimiento, el descenso experimentado en el ranking de The Economist parece ser todo menos irrelevante. Quizás uno de los caminos posibles es reducir la inseguridad, ya que es, en presencia de esta, que las democracias se debilitan. Es cierto que hay temas adicionales, tales como la “permisología”, pero la inseguridad no es un tema para dejar de lado si queremos volver a crecer.

Por Gabriela Clivio, economista y académica

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