Columna de Javiera Arce-Riffo: Sin mujeres no hay democracia



La paridad de género ha concitado atención de una manera negativa y alarmante para un sector importante de quienes se encuentran hoy discutiendo la segunda propuesta constitucional. A ello se ha sumado un eco de “académicos” que, basados en evidencia inexistente, han ido a exponer ideas equivocadas del concepto, aduciendo un mal entendimiento de la paridad. Según estas personas, en Chile se habrían establecido escaños reservados, los cuales además son propios de las autocracias y no de democracias. Asimismo, esgrimen que las mujeres no siempre representan bien a las mujeres.

Respecto del primer punto, la paridad chilena no es lo mismo que los escaños reservados. Por lo general, estos no superan el 30%, y se escogen mujeres en distritos especialmente diseñados para ellas. No es el caso de la paridad chilena, en que las mujeres compiten en la misma elección que los candidatos varones, y dado el sistema de lista abierta, se produce una corrección al final de la votación.

Sobre lo segundo, mejor lo explica la reconocida cientista política Pippa Norris. Si bien existen países que ocupan estos mecanismos para “limpiar” su imagen, hay otras democracias que poseen paridad, utilizando para ello sistemas electorales de listas cerradas y bloqueadas. En Chile, es necesaria la corrección, ya que las mujeres no solo deben competir entre las listas sino dentro de su lista, dificultando aún más sus posibilidades de salir electas, debido a las múltiples desigualdades que enfrentan en su participación política.

La mayoría de estos análisis no consideran las enormes dificultades que tienen las mujeres para convertirse en candidatas y competir en igualdad. Los partidos políticos no las nominan y no las financian. En la primera elección con ley de cuotas en Chile, la brecha de financiamiento entre candidaturas de varones y mujeres, de acuerdo con el Servel, alcanzó el 37%, es decir, las mujeres compitieron con un 32% menos de financiamiento de los partidos que los varones. Si a esto se le agregan reuniones en espacios y horarios poco adecuados para quienes poseen labores de cuidado (en las noches), la situación se vuelve aún más compleja.

De acuerdo con la filósofa Hannah Pitkin, respecto de la representación es importante reconocer dos de las cuatro dimensiones: la descriptiva (grupos sociales que participan en las decisiones) y la sustantiva (representación de intereses de estos grupos). Hay mujeres de todas las ideologías y no todas buscan representar intereses de mujeres. Existen estudios (en particular de Joni Lovenduski y Pippa Norris) que demuestran que incluso las mujeres del Partido Conservador británico poseen una mayor sensibilidad que los hombres laboristas en temas como las acciones afirmativas, echando por tierra la argumentación de algunas académicas sobre que el género no es relevante para la representación. Si hombres y mujeres de un mismo partido no están de acuerdo en temas relevantes, los hombres no pueden representar lo mismo que las mujeres.

Finalmente, vale la pena recordar que organismos internacionales han planteado que, si dejamos que “naturalmente” las mujeres alcancen la paridad, esto podría tardar más de cien años; un siglo que la democracia chilena no puede esperar para alcanzar su mejoría.

Por Javiera Arce-Riffo, Red de politólogas

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