Columna de Jorge Gómez: Políticos de peluche



Siempre se ha dicho que los políticos son como las polillas, donde hay focos aparecen buscando ser vistos, pues necesitan hacerse notar para hacer carrera. De lo contrario, ganar una elección se les hace difícil. Algunos, aunque no ganan elecciones si se hacen conocidos, y entonces pueden hacer carrera como burócratas, tal como lo ha hecho Francisco Vidal.

Los políticos buscan distintos modos de hacerse visibles. Generalmente parten en el activismo estudiantil o la dirigencia sindical. Otros se han hecho espacio mediante el activismo. Lo clave es ser conocido entre los votantes. No es raro, por tanto, que cada tanto, los partidos políticos recurran a figuras conocidas, que provienen de ámbitos ajenos a la política como la televisión o el mundo del espectáculo, para disputar cargos de representación popular como diputaciones o alcaldías. Como olvidar al diputado Florcita Motuda que decía abiertamente no haber leído los proyectos que votaba.

El caso de Cathy Barriga también refleja con claridad los riesgos de explotar los aspectos del mundo espectáculo con fines político-electorales. Sus actividades como edil parecían estar supeditadas a acciones propias del mundo del espectáculo y las redes sociales. En vez de convertirse en alcaldesa, convirtió al municipio en una plataforma para su propia imagen. Pero no es el único caso de narcicismo exacerbado.

Detrás de las fotos simulando reuniones con peluches está la misma lógica, no solo frívola y narcisa sino infantil, que llevó a algunos a elevar a potenciales figuras políticas a una persona disfrazada de Pikachu y a otra de dinosaurio. También está detrás del afán del Presidente Boric de abrazar a un corpóreo con forma de pájaro o de expresar conmoción por X. También está detrás de ese interés de ciertos actores y humoristas por pontificar sobre distintos asuntos.

La exacerbación de estás formas frívolas de hacer política está ligada con el auge de las redes sociales. Los políticos ya no se miden como buenos oradores, sino que como influencers. Por eso los discursos y debates en el Congreso dejan mucho que desear en cuanto a contenido. Por eso, en cambio, predomina el llamado postureo y las selfies a cada rato de parte de los políticos. No es raro que el Presidente Boric sea considerado el rey de las redes según el Barómetro de la política en Redes Sociales, elaborado por la consultora Ananda.

Este fenómeno que afecta al plano político se explica por el predominio de una forma de narcicismo digital. Los frívolos y narcisos predominan en la política. Son los que presumen tener una moral superior o alardean de haber hecho grandes cambios sin necesariamente haber hecho mucho. La vanagloria es tal que no tardan en mostrar su doble discurso y con ello su superficialidad respecto a los asuntos. Así, lo que antes pontifican con radical convicción, lo contradicen sin siquiera sonrojarse. Es que hay zanjas y zanjas dirán.

El problema de este tipo de políticos es que están tan ensimismados que comienzan a envolver a la política de elementos que la distorsionan. Literalmente la hacen de felpa, lo que se traduce en actitudes, en muchos casos, incluso infantiles. Como correr con la capa de Naruto, tal como lo hizo Pamela Jiles, declararse sheriff como lo hizo Gaspar Rivas, o quedar atorado en un tobogán como le ocurrió a la primera autoridad de Chile, Gabriel Boric.

La política chilena requiere retornar a la senda de la adultez, sobre todo salir de la frivolidad, el narcicismo y el doble discurso en la que lleva entrampada por varios años. Problemas como el crimen organizado no se pueden enfrentar con políticos de peluche.

Por Jorge Gómez, Fundación para el Progreso

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